En 1954, Alberto Moravia escribía en un artículo acerca de Cesare Pavese y su obra: “Pavese se autodefinía clásico rústico; en realidad, era un decadente provinciano. Probablemente, Melville, a quien Pavese tanto admiraba, hubiera dado de sí una definición ingenuamente moral y literaria, opuesta a la de Pavese, tan culta y tan crítica. Pero Melville creó el mito de la ballena blanca precisamente porque no estaba en su intención inventarlo. Pavese persiguió toda su vida el mito, con la intención de alcanzarlo, y no lo logró.”
El mismo Moravia afirmaba, no recuerdo dónde, que mientras Hemingway es recordado como un escritor que acabo suicidándose, Pavese fue más famoso por su suicidio que por su producción literaria.
Sean ciertas o discutibles las apreciaciones de Moravia, la verdad es que Cesare Pavese fue un magnífico autor, adscrito al realismo narrativo pero que quiso ser especialmente recordado por su obra más filosófica y hermética, los “Diálogos con Leucó”, su testamento literario y testigo silencioso de su muerte, su obra preferida en cuya primera página dejó escrita a mano la nota: “Perdono a todos y a todos pido perdón. ¿Vale? No chismorreen demasiado”.
Os garantizo que el esfuerzo para desentrañar el texto, vale la pena.
Fotografía de Boulevard literario
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