Todos los seres humanos vamos desarrollando a lo largo de nuestra vida, una serie de afectos o inclinaciones hacia otras personas que contribuirán, en mayor o menor medida, en la formación del carácter, en nuestra capacidad de amar, de odiar, de expresar los más variados sentimientos y emociones que definirán nuestra identidad.
Todo ser humano, desde la infancia -y sobre todo, durante la adolescencia-, va estableciendo vínculos con los seres más allegados, con los padres, hermanos, abuelos, amigos, vecinos...y según sea cada individuo, esa vinculación será más o menos fuerte y más o menos determinante para su futuro.
"Apegos feroces" de Vivian Gornick, publicada originalmente en los años 80 y que ahora, nos llega gracias a Sexto Piso, es un texto autobiográfico con un más que notable nivel literario, perfectamente equilibrado en cuanto a forma y contenido. Una historia que gira, como indica el título, entorno a esas inclinaciones, a esos vínculos que la narradora establece a lo largo de su vida, especialmente, aunque no tan sólo, con su madre. Son vínculos o lazos "feroces" por lo intensos, arrebatadores y viscerales que son, porque en Gornick se adivina una personalidad tan apasionada y vital que esos apegos no pueden darse de otra manera. Si eso es bueno o no para su equilibrio emocional, no lo podemos saber, pero desde luego, como motor narrativo resulta tan potente que el resultado literario es excelente.
Una Gornick ya adulta pasea con su madre octogenaria por las calles de Nueva York, en unos encuentros deseados pero forzados, tensos pero emotivos, en los que ambas recuerdan acontecimientos y personas del pasado en un posible intento de encontrar un lugar cómodo en el que establecer cierta comunicación, a salvo de los constantes reproches y confrontaciones que caracterizan el diálogo entre madre e hija.
Y es que el principal "apego feroz" de Gornick es el que siente por su madre, una ama de casa que renunció a toda aspiración fuera del hogar para casarse y cuidar de sus hijos, y que al enviudar, cuando Gornick tenía 13 años, cayó en una profunda depresión que siguió arrastrando a lo largo de su vida, convirtiéndose en una mujer frustrada, anulada y resentida, un espejo en el que su hija abomina verse reflejada y que tendrá como referencia de la que huir.
Madre e hija son, aparentemente, muy distintas, dos polos opuestos, dos concepciones de lo que es o debería ser, la condición femenina, dos visiones antagónicas de lo que representan el trabajo, el matrimonio, el amor; dos adversarias que chocan sin remedio, una y otra vez, a la más mínima ocasión y que parecen condenadas a no llegar a entenderse jamás. Pero quizá ese rechazo no sea más que el miedo a afrontar lo que cada una de ellas siente, lo que en el fondo las hace ser a cada una como es, una esencia que las conecta como madre e hija que son y aunque las circunstancias las hace distintas, también las conecta como si fueran dos caras de una misma moneda.
Pero los apegos vitales de Gornick no se resumen a los que la unen con su madre. También se proyectan en Nettie, esa vecina atractiva y fascinante que despierta la sensualidad y la sexualidad de la escritora durante la infancia; en los sucesivos hombres que irán formando parte de su vida: Stefan, Davey, Joe...y mientras ese bagaje vital transcurre en un ir y venir de afectos y desapegos, se va desarrollando un vínculo fundamental, quizá el más feroz de todos: la vocación literaria.
Paralelamente a las historias familiares que Gornick nos desvela en los encuentros con su madre, también nos cuenta ese magnífico descubrimiento que supone el amor por la literatura, las lecturas voraces en las que se inicia cuando va a la universidad y esa compulsión latente en su interior que la llevará a escribir.
Es una verdadera lástima que Gornick haya centrado su obra en la producción de ensayos, críticas y memorias, pues estamos plenamente convencidos de que late en ella una espléndida escritora de ficción que nos hubiera proporcionado muchas alegrías en forma de novelas o cuentos. Afortunadamente, "Apegos feroces" son más que unas memorias, son literatura en estado puro, destilada para saborear sin prisas, un paseo por las calles de Nueva York donde las voces del pasado se funden con el presente y una mujer desnuda el alma, como hija y como escritora. Un testimonio lúcido y atemporal sobre la experiencia de ser mujer, antes, ahora y siempre.
Fotografía de Boulevard literario