"Quizá habría que empezar por la infancia. Las improntas de la infancia son mucho más profundas, como la planta de un pie sobre el cemento fresco. Ahora ya solo dejan huellas de barro, fáciles de borrar. Hace tiempo que soy una plaza adoquinada, un paseo terminado junto a la orilla, una acera asfaltada junto a la carretera, todo en mí se ha endurecido. Los pasos de los demás ya no dejan huellas profundas. El pasado es una casa en la que acaban algunas ideas inadecuadas, presentimientos opresivos como paredes sobrecargadas de cuadros"
Hay libros que requieren un cierto esfuerzo para entrar en ellos, para descifrar su código y navegar entre sus páginas. Historias que desconciertan, que nos hacen dudar si vamos o no a entenderlas porque la primera toma de contacto es extraña, no acabamos de entender qué intenta contarnos.
Pero vamos avanzando dejándonos llevar por nuestro instinto lector, porque olemos ese inconfundible aroma a literatura fresca, profunda, diferente; sentimos una poderosa e inevitable atracción que nos abre los sentidos y nos seduce con el lirismo de las palabras, la poesía que impregna el texto. Y poco a poco la lectura fluye y no para. Nos dejamos llevar, sin pretender entenderlo todo, esquivando obstáculos impuestos por la lógica narradora. Y es que la narración de "Relojes en la habitación de mi madre" de esta extraordinaria escritora nacida en Croacia y de nombre difícil de recordar, Tanja Stupar-Trifunovic, que nos ha descubierto la editorial Tres Hermanas se estructura a través de distintas voces, distintas perspectivas, en fragmentos y pedazos que van encajando y dando una cierta unidad al pensamiento y las emociones de una mujer, que a su vez son muchas mujeres, la que escribe, las que viven en el texto, las que lo leemos...todas. Porque en esta historia, mujeres, esposas, amantes, madres, hijas.. todas compartimos algo que nos identifica, nos une y nos hace sentir menos solas.
"Relojes en la habitación de mi madre" me ha sacudido varias veces, me ha estallado en la cara con sus verdades y su sinceridad, cruda y visceral. Madre, hija...pero por encima de todo, mujer. ¡Qué gran lectura y qué placer encontrar verbalizado de manera tan exacta y poética lo que una siente o ha sentido alguna vez! ¡Qué brillante alternancia de voces narrativas: la propia escritora, la madre y la del personaje inventado llamado Ana (nombre que no creo sea casual cuando en el texto se cita a Ana Karenina o a Hanna Arendt)!
Su autora es poeta y eso se trasluce claramente en su estilo evocador y sugerente, que permite tratar temas tan diversos e interesantes como el de la mujer en la antigua Yugoslavia, el amor, el desamor, el maltrato conyugal, el anhelo de huida, las intensas y complejas relaciones materno-filiales, la dificultad comunicativa en el matrimonio, el deseo de huir y realizar los sueños que todas llevamos dentro. Es ésta, sobre todo, la búsqueda de una voz, una identidad, la reivindicación del yo femenino que se oculta dentro de todas y cada una de la mujeres del mundo, y como esa búsqueda y esa reivindicación del ser y la voz femeninos se lleva a cabo mediante la escritura. Hay tantos temas y tantas capas de lectura que urge releer el texto, colorearlo con post-it y subrayar desde una simple frase a párrafos enteros.
Si sois sensibles, si apreciáis el lenguaje realista pero con un toque poético, si amáis la buena literatura, esa que se escribe con mayúsculas, que remueve y zarandea...y sobre todo, si sois mujeres, no dejéis pasar la oportunidad de leer esta verdadera joya que espero tenga todo el éxito que merece.
Fotografía de Boulevard literario