La concesión de determinados Premios Nobel de Literatura han representado, en algunas ocasiones, el reconocimiento no solo a la carrera literaria del galardonado, sino también a un género en concreto. Así, el Nobel otorgado a Alice Munro en 2013, significó la reivindicación del cuento equiparándolo al fin en prestigio a la novela. El Nobel a Bob Dylan...bueno, ese mejor lo dejamos, y nos fijamos en el que se concedió a V.S. Naipaul en 2011, que es el que aquí más nos interesa, pues representó un merecido reconocimiento a los libros de viaje.
Mucho ha evolucionado la literatura de viaje desde las crónicas de Herodoto, los viajes de Marco Polo o las expediciones de James Cook, hasta nuestros días, con obras como las del citado Naipaul o Bruce Chatwin entre otros. Pero si hay algo en común entre todos ellos es óbviamente el placer de viajar, la curiosidad por las identidades y culturas distintas a la propia a fin de conocernos y entendernos mejor a nosotros mismos. Porque en definitiva, viajar es conocer, descubrir, aprender, comprobar lo que hay de diferente y lo que nos une a todos por encima de los más variados paisajes, costumbres o creencias.
"Crónica japonesa" de Nicolas Bouvier, publicada por La línea del horizonte es un espléndido viaje al Japón que el autor visitó por primera vez en los años 50 y a dónde volvió una década más tarde.
Conocido especialmente como fotógrafo, Bouvier se revela además como un magnífico escritor, que con una atenta y aguda mirada sabe captar la sutil y compleja alma japonesa, el armonioso paisaje de sus tierras, el reservado carácter de sus habitantes, y lo plasma en el papel con una escritura precisa y sugerente, de una plasticidad y un detalle que en algunos pasajes se convierte en pura poesía:
""En Tokio, la vida se expresa en estaciones. Pequeñas estaciones de metro o de la Chou Line, faroles altos sobre las hojas nuevas. Pasado el último tren, una música de zuecos de madera se aleja y se extingue, y se oye el flautín desgarrador -tres notas- del vendedor de sopa caliente. Carretas de vendedores ambulantes aparcadas de noche junto al andén. Gente menuda, deudas menudas que se olvidan y se reencuentran: un aire de Dickens japonés con un inefable añadido de dulzura. Más allá de las luces, algunos árboles atrapados en la noche cuyas ramas agitan los recuerdos, los encuentros, las mentiras y los pesares. Caras alucinadas pegadas a los cristales empañados. En la ciudad, una constelación de estaciones que desgranamos como un rosario en la negrura..." (p.111)
Bouvier redacta una crónica muy completa en la que hay cabida para la historia y mitología de Japón, para la religión, el papel del País del Sol Naciente durante la Segunda Guerra Mundial, sus fiestas y costumbres, su teatro y su música...
Para quien no ha estado nunca en el país resulta una excelente aproximación a su idiosincrasia, y para quien ha estado alguna vez, resulta un acertado recordatorio que pone de manifiesto que en muchos aspectos Japón ha cambiado poco, muy poco o nada, desde que Bouvier viajó por primera vez, trabajando en la bodega de un barco:
"El capitán Cook portaba espada y saludaba a los jefes maoríes con un bicornio tan brillante como el sol. La Pérouse distribuía sin contar hojas de hacha y perlas de vidrio azul. Phileas Fogg nunca se separaba de su maleta de piel de cerdo atiborrada de billetes. Yo llegué al puente seboso como una vela y sin nada que ofrecer salvo el trapo que llevaba en la mano. Los viajes han cambiado." (p.119)
Efectivamente, los viajes han cambiado, como han cambiado los países y sus gentes, pero sin ninguna duda, viajar sigue siendo uno de los mayores placeres de los que puede disfrutar el ser humano y para los que no puedan permitirse un viaje físico, siempre quedará la posibilidad de llevar a cabo un viaje mental a través de ejercicios literarios tan interesantes y enriquecedores como esta "Crónica japonesa" de Nicolas Bouvier que recomendamos con la total seguridad que no defraudará ni a los viajeros empedernidos ni a todos aquellos que exijan calidad literaria a sus lecturas.
Efectivamente, los viajes han cambiado, como han cambiado los países y sus gentes, pero sin ninguna duda, viajar sigue siendo uno de los mayores placeres de los que puede disfrutar el ser humano y para los que no puedan permitirse un viaje físico, siempre quedará la posibilidad de llevar a cabo un viaje mental a través de ejercicios literarios tan interesantes y enriquecedores como esta "Crónica japonesa" de Nicolas Bouvier que recomendamos con la total seguridad que no defraudará ni a los viajeros empedernidos ni a todos aquellos que exijan calidad literaria a sus lecturas.