A menudo suele pasar que cuando nos enamora una novela, una manera de narrar o un estilo de escribir, y hasta ese momento desconocíamos al autor, corremos a buscar con desespero imágenes e información del mismo, en un intento de hacérnoslo más nuestro, más familiar, más conocido.
Tras leer "Invitación al baile", hace ya un par de años, su autora, la inglesa Rosamond Lehmann pasó de ser una absoluta desconocida para quien esto escribe, a ser todo un feliz descubrimiento.
Sobre ella, decir que nació en 1901, en Boun End, Buckinghamshire, en el seno de una familia acomodada típicamente británica, pero con una muy intensa e interesante vida intelectual y cultural.
Entre la información recabada sobre ella, llama la atención que fue "frenemy" (palabra resultante de unir "friend" y "enemy", es decir, amiga/enemiga, o quizá traducible por "rival") de otra novelista inglesa de nivel, posiblemente más conocida en nuestro país que Lehmann, la inefable Nancy Mitford, motivo por el cual resultan inevitables las comparaciones, aunque puedan ser injustas o como mínimo cuestionables. Muy a grandes rasgos podría decirse que ambas tratan temas, situaciones y personajes similares; el mundo que ellas conocían porque lo vivieron de primera mano: las relaciones, problemas, fiestas, cenas, bailes y compromisos de la alta sociedad británica; pero donde en Mitford hay mordacidad y un punto de humor entre frívolo y malvado, en Lehmann se percibe un análisis más profundo de los sentimientos, pasiones y bajezas de los miembros de su clase y, especialmente, un agudo análisis psicológico y social de las mujeres. Buena muestra de ello es su novela "Invitación al baile", en la que esboza y prepara una historia con muchos elementos autobiográficos acerca de unos personajes adolescentes que madurarán en una novela posterior, "A la intemperie", mi segunda, y hasta ahora última lectura de Lehmann, a la espera de que errata naturae siga publicando más títulos suyos.
En las escasas fotografías que se pueden encontrar por Internet de Lehmann, vemos a una mujer esbelta, sobria pero elegante, vestida de oscuro y en alguna imagen, con un cigarrillo en la mano. Parece alta. Melena muy corta, ondulada, despejando la frente y enmarcando un rostro bien proporcionado, una mirada inteligente y unos labios que atrapan una media sonrisa.
Es una sensación obviamente personal, pero Lehmann transmite firmeza y serenidad. Es la actitud de una mujer apasionada, por lo que se trasluce en sus novelas, pero que supo vivir encauzando sus amores, relaciones personales y su pasión por la escritura en su justa medida.
El entorno familiar en el que la escritora creció y vivió hasta casarse e independizarse, fue un entorno en el que cómo ya señalaba antes, la cultura tenía un papel muy importante. Su padre, Rudolph Lehmann era editor de la revista satírica "Punch" y posteriormente fue uno de los fundadores de la mítica y aun vigente revista "Granta", en la que la propia Rosamond publicó algún artículo.
Pero no sólo su padre estaba vinculado al mundo de la literatura, ya sus abuelos recibían en el salón de su casa a músicos y literatos de la época, siendo buenos amigos suyos personajes de la talla de Robert Browning, Wilkie Collins o el mismo Charles Dickens. Y mientras bullía la actividad literaria en el hogar familiar, su abuela tocaba el piano acompañada por la nieta de Schumann, posiblemente amenizando las veladas.
No resulta pues extraño que con semejantes antecedentes, Lehamnn fuera una ávida lectora y desarrollara posteriormente su propia carrera literaria. Como la mayoría de buenos lectores de su época, leyó a los grandes poetas y novelistas ingleses del siglo XIX: Shelley, Keats, las Brontë, Gaskell, Eliot, Austen... y se empapó de la obra de dos destacados escritores norteamericanos: Henry James y Edith Wharton. Asimilado todo este bagaje, al que habría que añadir su relación y amistad con Virginia Woolf y el Círculo de Bloomsbury, Lehamnn empieza a escribir y tras un exitoso inicio con "Dusty Answer", sigue escribiendo novelas entre las que se encuentra la que hoy nos ocupa, "A la intemperie".
Escrita en 1936, "A la intemperie" recupera a Olivia, la joven protagonista de "Invitación al baile", convertida ahora en una mujer independiente, que tras un matrimonio fracasado comparte piso en Londres con su prima Etty. Alertada por la precaria salud de su padre, Olivia emprende un viaje para ir a visitarlo y en el tren que la lleva a su destino se reencuentra con Rollo, otro personaje que también aparecía en "Invitación al baile" y del que Olivia estaba secretamente enamorada. Como es de imaginar, el reencuentro entre ambos, reavivará sentimientos y acabará desembocando en una relación amorosa que en el caso de Rollo, casado con una bella pero enfermiza mujer, vendrá marcada por el adulterio.
La novela está dividida en 4 partes en las que se va desarrollando la relación entre Olivia y Rollo con todas las reflexiones y consecuencias que comporta su evolución. A nivel argumental, cada parte tiene interés por sí misma y está estructurada para desarrollar unos temas muy concretos que en el fondo, anécdotas a parte, siempre giran entorno a los sentimientos y al pensamiento de Olivia cuyo proceso de madurez personal evoluciona a lo largo de la novela a la par que su relación amorosa con Rollo.
Especialmente interesante desde la perspectiva de la estructura narrativa y el estilo resulta la 1ª parte, pues Lehmann juega, y lo hace magistralmente, con un continuo cambio del punto de vista del narrador. Salta y va pasando del narrador en 3ª persona, omnisciente e impersonal, al narrador subjetivo, en 1ª persona, ya sea desde la voz de la propia protagonista como la de cualquier otro personaje que aparece en la novela.
A Lehmann le interesa el análisis de los personajes y le interesa a dos niveles: el interior, en cuanto a psicología y sentimientos, y el exterior, en cuanto a comportamiento y a las relaciones que se establecen entre ellos. De hecho, aunque los pasajes descriptivos son pocos pero resueltos con plasticidad y viveza, lo que verdaderamente importa es lo que sienten los personajes y cómo interactúan para expresar sus emociones.
Cuenta Lehmann en una entrevista en "Paris Review" de 1985 que, efectivamente hay muchos elementos autobiográficos en esta novela y concretamente en el personaje de Olivia (de hecho, la propia escritora vivió una larga relación sentimental con el poeta Cecil Day-Lewis que estaba casado con otra) y que en sus obras escribe siempre a partir de la realidad, de lo que le sucede o le ha sucedido a ella o a gente que conoce, con lo cual justifica el episodio del aborto que aparece en "A la intemperie" y que en su momento, los editores norteamericanos intentaron que suprimiera. "Los novelistas que valen la pena dicen la verdad tal como la ven" afirma Lehmann en la entrevista y es posible que esa sinceridad convierta a su obra en un texto auténtico, directo, con el que resulta fácil empatizar a pesar de llevar más de 80 años escrito. Claro que los tiempos han cambiado, claro que poco tenemos que ver nosotros con Olivia y su mundo, pero los temas y sentimientos que se despliegan en la novela son básicos, atemporales, universales y comunes a hombres y mujeres de todos los tiempos, por lo cual "A la intemperie" es una obra que mantiene la frescura, el interés y la calidad literaria suficientes para interesar y ser apreciada por cualquier lector de hoy en día.