martes, 30 de abril de 2019

"Diálogos con Leucó", Cesare Pavese

En 1954, Alberto Moravia escribía en un artículo acerca de Cesare Pavese y su obra: “Pavese se autodefinía clásico rústico; en realidad, era un decadente provinciano. Probablemente, Melville, a quien Pavese tanto admiraba, hubiera dado de sí una definición ingenuamente moral y literaria, opuesta a la de Pavese, tan culta y tan crítica. Pero Melville creó el mito de la ballena blanca precisamente porque no estaba en su intención inventarlo. Pavese persiguió toda su vida el mito, con la intención de alcanzarlo, y no lo logró.”
El mismo Moravia afirmaba, no recuerdo dónde, que mientras Hemingway es recordado como un escritor que acabo suicidándose, Pavese fue más famoso por su suicidio que por su producción literaria.

Sean ciertas o discutibles las apreciaciones de Moravia, la verdad es que Cesare Pavese fue un magnífico autor, adscrito al realismo narrativo pero que quiso ser especialmente recordado por su obra más filosófica y hermética, los “Diálogos con Leucó”, su testamento literario y testigo silencioso de su muerte, su obra preferida en cuya primera página dejó escrita a mano la nota: “Perdono a todos y a todos pido perdón. ¿Vale? No chismorreen demasiado”.

Con el profundo respeto que inspira una obra que representó tanto para su propio autor, enfrentarse a la lectura de “Diálogos con Leucó” que ahora ha publicado Altamarea Ediciones​ (en una completa edición con Notas al texto muy de agradecer), es además todo un reto intelectual para el lector medio. Hay que ir despacio, avanzar sin prisas y con atención entre los veintisiete diálogos entre héroes y mitos de la Antigüedad, para desentrañar el sentido de sus conversaciones. En ellas se habla de lo humano y lo divino, de grandes dudas existenciales y filosóficas no siempre fáciles de entender y asimilar. Diálogos sobre la vida, la muerte, la juventud y la vejez llenos de simbolismos que son vehículo y pretexto, a través de los mitos, para dar voz al propio pensamiento de Pavese. 
Os garantizo que el esfuerzo para desentrañar el texto, vale la pena.



Fotografía de Boulevard literario    


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