martes, 27 de diciembre de 2016

Leer, André Kertész

La brisa se cuela entre visillos y mece suavemente las páginas de un libro que aguarda paciente ser leído. Es el comienzo de un nostálgico recorrido fotográfico, en blanco y negro, del acto de leer y de sus protagonistas, los lectores.

Escenas íntimas, calladas, a las que nos es permitido acceder desde el silencio y la distancia. Casi con reverencia, pasamos las hojas de esta pequeña gran obra que es  "Leer", publicada conjuntamente por Periférica y errata naturae, y nos convertimos en cómplices y partícipes, en el goce de la lectura.

Niños curiosos y concentrados, niños hambrientos de historias y de la propia vida. Pequeños hombrecitos cortados a medida. Largos calcetines y botas sucias. Lecturas con sabor a helado sobre montañas de papel. Expectación ingenua ante un quiosco, contenedor de maravillas. Niñas solitarias leyendo entre muñecas y disfraces.

Jóvenes relajados en el parque, quizá estudiando y debatiendo cómo hacer de éste un mundo mejor.

Parejas de la mano, paseando, compartiendo lectura, ajenos al mundo, escribiendo su propia historia de amor.

Mujeres y hombres solitarios, religiosos, laicos, blancos, negros, asiáticos. Un único credo y una única raza, la lectura.

Ancianos, ancianas, ricos, pobres. La lectura rompiendo barreras de sexo, edad o condición.

Al sol, a la sombra, soñando junto a las góndolas venecianas, absortos entre los libros de viejo de los bouquinistas del Sena, en jardines y villas lujosas, entre los escombros de la calle, en azoteas; de pie, sentados, en la cama... Cualquier espacio y momento tiene su lector.

Leyendo periódicos, revistas, libros, cartas...Letras encadenadas sobre papel.

Un desfile de escenas se sucede ante nuestros ojos y jugamos a adivinar qué leen, qué gozan, qué sufren, qué reflexionan, qué sienten todos estos personajes con los que tenemos algo en común, una pasión compartida: el inmenso placer que nos produce leer, eso que ficciona la realidad y hace más llevadera la vida.

Gracias Kertész por recordarnos que en la aventura lectora, no somos únicos, no estamos solos.




jueves, 15 de diciembre de 2016

Del viaje como arte, Edith Wharton

Posiblemente la mayoría de vosotros conocéis la obra de Edith Wharton. Muchos habréis leído alguna novela suya, "La edad de la inocencia" (que en su día tuvo una versión cinematográfica con Winona Ryder y Michelle Pfeiffer de protagonistas), "La casa de la alegría" o acaso "Ethan Frome".

Otros conoceréis a Wharton por sus relatos, un género en el que quizá no es tan popular pero en el que se desenvuelve con igual maestría que cuando escribe novela. Pero lo que quizá sea menos conocida, es su faceta como escritora de libros de viajes que, como podréis suponer tratándose de Wharton, no serán libros de viaje al uso, sino itinerarios en los que paisajes y gentes nos serán presentados y descritos con todo lujo de detalles, desde la óptica sensible y la sutileza literaria que le eran propias a la escritora norteamericana.

A esta gran dama neoyorquina, libre de problemas económicos y con todos los medios (coche incluido) a su alcance, le faltaba tiempo para emprender largas travesías casi siempre en compañía de su marido, al que, por cierto,la unía esta afición y poco más.

A Wharton le apasionaba conocer mundo y admirar directamente la arquitectura, la escultura, la pintura, el arte en suma, que devoraba en los libros y del que tantos conocimientos tenía. Afortunadamente para nosotros, lectores, sus andanzas por distintas partes del mundo pasaron por la elaboración literaria y se convirtieron en pequeñas joyas, como éstas que ha recogido La Línea del Horizonte, bajo el título de "Del arte como viaje", un espléndido volumen en el que se recogen los viajes de Wharton yendo de crucero por el Mediterráneo, visitando Grecia, Turquía ; viajando a Italia, a Francia, Marruecos y España.

Ante los ojos del lector, se va desplegando un mundo pintoresco, plagado de belleza y curiosidades que la intuitiva y perspicaz Wharton va captando e inmortalizando en el papel.

A medida que vamos leyendo un texto con sabor a diario personal, nos vamos convirtiendo irremediablemente en compañeros de travesía y testimonios de todo aquello que abarca la sensible, erudita y también crítica mirada de la escritora.

Como una pintora ante un lienzo en blanco, Wharton va describiendo en un tono ágil y vigoroso la naturaleza que la envuelve por todas partes: montañas, ríos, lagos, el mar, la vegetación...es tan pródiga y minuciosa en sus descripciones que casi nos parece poder tocar las hojas de los árboles y oler las distintas fragancias del camino. En los lugares poblados, la gente cobra protagonismo, de manera que nadie escapa al ojo atento y tremendamente curioso de Wharton que, de vez en cuando, a lo largo del trayecto va intercalando alguna nota jocosa que nos provoca más de una sonrisa, como esos eremitas que asoman sus cabezas a través de los estrechos ventanucos de sus casas al oír la sirena del barco en el que viajan Wharton y sus acompañantes, "con igual prontitud que el cuco al dar la hora en un reloj suizo" (p.79). O esas peculiares comparaciones de Suiza e Italia con diferentes tipos de comida servidas en la mesa (p.88)

Pero Wharton no solo nos habla en sus textos de paisajes y gentes. También se recrea y deja traslucir su pasión ante la contemplación de monumentos, se deleita con la arquitectura italiana y francesa, con sus grupos escultóricos y sus ricas muestras de arte pictórico. El bagaje cultural de la escritora era impresionante y en estas crónicas viajeras, especialmente en las dedicadas a Italia y a Francia, da buena muestra de ello.

Su faceta más feminista y reivindicativa, más comprometida y crítica la encontraremos en el capítulo dedicado a Marruecos, donde visitó un harén y lo describió despojándolo de todo posible romanticismo y exponiendo la dura realidad de las condiciones en las que se veían sometidas las mujeres. Un documento de lo más interesante que nos aporta una dimensión más profunda del pensamiento de Wharton.

Difícil destacar pasajes o fragmentos de este libro porque cada lugar que visita tiene gran interés para el lector, por uno u otro motivo , aunque obviamente resulta curioso leer su viaje por tierras españolas e imaginarla paseando por Tudela, León o recorriendo Galicia.

Al acabar "Del viaje como arte" nos queda la imagen de la decidida Edith Wharton visitando lo que un día fue el hogar de su admirada George Sand, otra mujer decidida y cuya obra ha pasado a la posteridad; y mientras la imaginamos contemplando la vieja casona, recordamos una cita que destaca en la contraportada de esta obra: "La vida es la cosa más triste que existe, después de la muerte; sin embargo, siempre hay nuevos países que ver, nuevos libros que leer […], otras mil maravillas diarias ante las cuales admirarse y alegrarse. El mundo visible es un milagro cotidiano para quienes tienen ojos y oídos.". Nada más cierto....










lunes, 12 de diciembre de 2016

Piscinas vacías, Laura Ferrero

¿Cuándo se tiene la certeza de que estamos leyendo realmente un buen libro de relatos? Podría decirse que es cuando acabado de leer el primer cuento, pasamos al siguiente para comprobar que mantiene el mismo nivel de calidad que el anterior y que nos ha gustado igual. Y una vez leído el segundo, despierta en nosotros el deseo, las ganas golosas e imparables de leer más, y más, y más...de manera que uno tras otro, vamos devorando los cuentos con fruición hasta llegar al final.

La última vez que devoré con auténtica pasión y un punto de glotonería un libro de relatos fue con la felizmente recuperada y relanzada Lucia Berlin y su "Manual para mujeres de la limpieza", publicado por Alfaguara. Fue acabar el libro con la tremenda satisfacción de haber descubierto algo muy grande, intenso, y por eso mismo, por la potencia y la huella que me había dejado su lectura, sentí el temor y la tristeza al pensar que una lotería así resulta prácticamente imposible que pueda volver a tocar.

Sin entrar en comparaciones, siempre odiosas y a menudo injustas, he descubierto otro libro de cuentos, también publicado por Alfaguara con el que he vuelto disfrutar y mucho. Se trata de "Piscinas vacías", el primer libro de relatos que publica la joven Laura Ferrero.

He de admitir que el cuento que abre el libro no es de los que más me ha gustado pero el segundo, esa peculiar y conmovedora declaración de amor titulada "Sofía"("¿Sabes?, los hijos que no nacen también cuentan. Los padres que nunca llegan a serlo, lo son para siempre. De alguna manera extraña. De esas maneras que nunca salen en el diccionario"), me ha atrapado y empujado a seguir leyendo el resto de los cuentos, descubriendo el universo personal y el estilo narrativo de Ferrero que debuta con fuerza en el mundo editorial.

De "Sofía" pasamos a ese triste "Pan de molde" que tan bien refleja el desamor y la incomunicación de una joven madre cansada, "La casa más vacía del mundo" enfrenta a un padre con un hijo a su reciente viudedad, "Lo que brilla" reflexiona sobre lo que uno tiene y lo que deja en el camino, esa incertidumbre de haber elegido bien que a todos se nos plantea en algún momento de nuestra vida ("...a veces cuando me observo desde fuera, sumido en esta vida dichosa que llevo, no puedo dejar de pensar en esa otra vida que fluye entre ríos de lágrimas y mujeres que se suenan la nariz con pañuelos de papel. Entonces no puedo hacer otra cosa que preguntarme si elegir un ideal no es quedarse con la parte muerta de la vida"), en "Piscinas vacías", el relato que da título al libro, una joven recuerda a su hermano menor fallecido en un accidente y su incapacidad por superar la pérdida...y en los sucesivos cuentos van apareciendo temas, personajes y situaciones recurrentes todas entretejidas por un hilo conductor: la búsqueda constante y la pérdida del amor.

En todas las historias hay encuentros y desencuentros, parejas que se aman y se separan, parejas que se engañan y se hieren, que se rompen por terceras personas, la sombra de la infidelidad sobrevuela gran parte de los cuentos, así como también está presente el fantasma de la enfermedad y la muerte, ya en adultos, ya en niños, niños, deseados o no por sus padres, vivos, muertos, enfermos, solitarios, desequilibrados o modélicos.

"Piscinas vacías" cuenta historias muy íntimas y sinceras de personajes tan reales como cualquiera de nosotros, historias verosímiles con desenlaces sorprendentes que conmueven e impactan tanto por lo que expresan sus protagonistas como por lo que callan. Resuenan ecos de los autores que Ferrero dice admirar: la eficiente brevedad de Raymond Carver o Richard Ford, la crudeza de Lorrie Moore y el estilo elegante de Julian Barnes, pero todo ello digerido, asimilado y volcado en el papel con sello propio. El de una escritora que promete.





sábado, 12 de noviembre de 2016

Crónica japonesa, Nicolas Bouvier

La concesión de determinados Premios Nobel de Literatura han representado, en algunas ocasiones, el reconocimiento no solo a la carrera literaria del galardonado, sino también a un género en concreto. Así, el Nobel otorgado a Alice Munro en 2013, significó la reivindicación del cuento equiparándolo al fin en prestigio a la novela. El Nobel a Bob Dylan...bueno, ese mejor lo dejamos, y nos fijamos en el que se concedió a V.S. Naipaul en 2011, que es el que aquí más nos interesa, pues representó un merecido reconocimiento a los libros de viaje.

Mucho ha evolucionado la literatura de viaje desde las crónicas de Herodoto, los viajes de Marco Polo o las expediciones de James Cook, hasta nuestros días, con obras como las del citado Naipaul o Bruce Chatwin entre otros. Pero si hay algo en común entre todos ellos es óbviamente el placer de viajar, la curiosidad por las identidades y culturas distintas a la propia a fin de conocernos y entendernos mejor a nosotros mismos. Porque en definitiva, viajar es conocer, descubrir, aprender, comprobar lo que hay de diferente y lo que nos une a todos por encima de los más variados paisajes, costumbres o creencias.

"Crónica japonesa" de Nicolas Bouvier, publicada por La línea del horizonte es un espléndido viaje al Japón que el autor visitó por primera vez en los años 50 y a dónde volvió una década más tarde.
Conocido especialmente como fotógrafo, Bouvier se revela además como un magnífico escritor, que con una atenta y aguda mirada sabe captar la sutil y compleja alma japonesa, el armonioso paisaje de sus tierras, el reservado carácter de sus habitantes, y lo plasma en el papel con una escritura precisa y sugerente, de una plasticidad y un detalle que en algunos pasajes se convierte en pura poesía:

""En Tokio, la vida se expresa en estaciones. Pequeñas estaciones de metro o de la Chou Line, faroles altos sobre las hojas nuevas. Pasado el último tren, una música de zuecos de madera se aleja y se extingue, y se oye el flautín desgarrador -tres notas- del vendedor de sopa caliente. Carretas de vendedores ambulantes aparcadas de noche junto al andén. Gente menuda, deudas menudas que se olvidan y se reencuentran: un aire de Dickens japonés con un inefable añadido de dulzura. Más allá de las luces, algunos árboles atrapados en la noche cuyas ramas agitan los recuerdos, los encuentros, las mentiras y los pesares. Caras alucinadas pegadas a los cristales empañados. En la ciudad, una constelación de estaciones que desgranamos como un rosario en la negrura..." (p.111)

Bouvier redacta una crónica muy completa en la que hay cabida para la historia y mitología de Japón, para la religión, el papel del País del Sol Naciente durante la Segunda Guerra Mundial, sus fiestas y costumbres, su teatro y su música...
Para quien no ha estado nunca en el país resulta una excelente aproximación a su idiosincrasia, y para quien ha estado alguna vez, resulta un acertado recordatorio que pone de manifiesto que en muchos aspectos Japón ha cambiado poco, muy poco o nada, desde que Bouvier viajó por primera vez, trabajando en la bodega de un barco:

"El capitán Cook portaba espada y saludaba a los jefes maoríes con un bicornio tan brillante como el sol. La Pérouse distribuía sin contar hojas de hacha y perlas de vidrio azul. Phileas Fogg nunca se separaba de su maleta de piel de cerdo atiborrada de billetes. Yo llegué al puente seboso como una vela y sin nada que ofrecer salvo el trapo que llevaba en la mano. Los viajes han cambiado." (p.119)

Efectivamente, los viajes han cambiado, como han cambiado los países y sus gentes, pero sin ninguna duda, viajar sigue siendo uno de los mayores placeres de los que puede disfrutar el ser humano y para los que no puedan permitirse un viaje físico, siempre quedará la posibilidad de llevar a cabo un viaje mental a través de ejercicios literarios tan interesantes y enriquecedores como esta "Crónica japonesa" de Nicolas Bouvier que recomendamos con la total seguridad que no defraudará ni a los viajeros empedernidos ni a todos aquellos que exijan calidad literaria a sus lecturas.









lunes, 7 de noviembre de 2016

Una maleta y un manuscrito.

Denise saca del armario la vieja maleta. Está raída a partes iguales, por el tiempo y por el dolor. Acaricia la piel cuarteada y descolorida, pero aun recia, antes de abrirla. Denise suspira y siente una punzada de tristeza.

En el fondo de la maleta, a buen recaudo, yace el manuscrito. Un pliego grueso de papel fino, amarillento, tan escaso durante la guerra que la letra con la que está escrito es pequeña, pulcra pero apretada. No es la primera vez que Denise recorre con sus dedos, suavemente, el tacto de las hojas. Alguna vez no ha podido evitar leer alguna palabra, alguna frase, pero se niega a ir más allá. Duele demasiado imaginar el contenido del texto. Se teme lo peor. Un diario de la experiencia de su madre bajo el dominio nazi. La recuerda siempre tan dulce y alegre, con su amplia sonrisa y su gesto cariñoso que no puede enfrentarse al recuerdo de su trágico destino.

Denise sabe que su madre escribía, que su escritura fue su pasión y su válvula de escape en un mundo que se iba desmoronando a su alrededor, pero el manuscrito que tiene entre sus manos y que la acompañó a ella y a su hermana menor en su huida por Francia, y al que puso a salvo a toda costa, ha estado siempre con ella, en silencio, toda su vida, y ahora, darle voz le da miedo, pánico.

Después de darle muchas vueltas, Denise ha decidido finalmente donar el manuscrito al Institut Mémoire de l'Édition Contemporaine, a fin de preservar la historia y la memoria de su madre, de su padre y de los millones de refugiados, de prisioneros, de soldados, de judíos que perdieron la vida durante la guerra.

Convencida y segura que tiene en su poder un testimonio valioso y veraz de los hechos, Denise decide mecanografiar el texto de su madre antes de donarlo, así que lupa en mano y despacio empieza a copiarlo.

Poco a poco se va dando cuenta de que no es el diario personal que ella imaginaba, o al menos no como ella imaginaba. Hay mucho de testimonial en estas páginas que Denise va descifrando pero están escritas en forma de novela.

Lo que debía ser una obra de más de 1000 páginas dividida en 5 partes quedó en 2, tras la detención y muerte de su autora en Julio de 1942 en Auschwitz.
No obstante es suficiente con estas dos partes para ver plasmado un fresco magistral de escenas y personajes en la Francia ocupada durante la Segunda Guerra Mundial.

En la primera parte, "Tempestad en Junio", se suceden los capítulos ágiles y breves, protagonizados por distintos refugiados franceses que abandonan París buscando amparo en el campo.
Todos absolutamente, sea cual sea su origen o condición social, se mueven acuciados por el instinto de supervivencia que los lleva a participar en una huida en la que aflorarán los más diversos sentimientos y actos que no siempre serán los más nobles ni moralmente correctos.
Denise va leyendo el texto y se imagina acompañando a todos esos compatriotas suyos que, como ella y su familia, se vieron obligados a dejar sus hogares y emprender un viaje del que muchos no volvieron.

La segunda parte del texto, "Dolce" cambia el dinamismo y la pluralidad de protagonistas por un relato más pausado y estático, aunque igualmente cargado de emociones y vigor. Ahora la historia se centra en unos personajes y un pueblo concretos, y la trama gira entorno a las complejas relaciones que se establecen entre vencedores, los alemanes, y vencidos, los franceses. Muy sutilmente la autora nos da a entender que ni unos son tan malos ni los otros tan buenos, sino que todos somos seres humanos, con nuestras virtudes y defectos, víctimas de las circunstancias.

Denise se emociona, vibra y llora con este texto que jalonará la reputación literaria de su madre cuando póstumamente su hija lo publique: es la espléndida "Suite francesa" de Irène Némirovsky, actualmente un clásico imprescindible, de lectura inolvidable.




miércoles, 21 de septiembre de 2016

"Entre dioses y monstruos"

Libros sobre cine, dedicados a películas, biografías sobre actores o directores famosos, memorias...hay para todos los gustos y exigencias, desde obras de consulta básica a enciclopedias cinematográficas plagadas de datos, manuales para profesionales del gremio o cinéfilos estudiosos, libros dedicados a los actores y actrices más famosos de todos los tiempos, a las películas de moda o a los grandes clásicos, de consumo apto para todo tipo de público y maravillosos volúmenes profusamente ilustrados con fotografías en color y/o blanco y negro según la época más o menos dorada del Séptimo Arte.

El libro que nos ocupa, "Entre dioses y monstruos. Historias de cine y vida", de Joan Lluís Goas, publicado por Alrevés editorial, no es nada de todo lo enumerado anteriormente.
Es, ante todo, un viaje al pasado de su autor rescatando de la memoria infinidad de anécdotas vividas con diferentes personalidades vinculadas al mundo del cine, directores, actores, productores, muy conocidos la mayoría, muy destacados los más, y algún que otro personaje que no dejará más huella en la historia del celuloide que la de las patadas y puñetazos repartidos en sus películas.

Joan Lluís Goas dirigió durante diez años el Festival Internacional de Cinema Fantàstic de Sitges. Periodista y persona culturalmente inquieta, su larga trayectoria profesional ha estado y está siempre vinculada al mundo del cine, el teatro y la televisión. Ahora, se estrena con este libro que posiblemente sea una primera experiencia que tendrá continuidad en el futuro.

Pero, uno se preguntará, con toda la extensa oferta de libros sobre el mundo del cine que hay publicados, ¿qué nos ofrece en concreto, éste? Posiblemente lo mejor sea su tono asequible, apto para todo tipo de lector.
El cinéfilo exigente encontrará al final de cada capítulo una completa filmografía de cada personaje, amén de descubrir alguna faceta desconocida de sus estrellas admiradas u odiadas (habrá de todo...). El cinéfilo menos cultivado o simplemente el aficionado de a pie, se entretendrá y divertirá con las experiencias y anécdotas de los famosos. Y todos los lectores podrán disfrutar de una selección musical para Spotify sugerida para cada capítulo.

Anthony Perkins, Roger Moore, Christopher Lee, Gerard Depardieu,  Harrison Ford, Quentin Tarantino, Dario Argento, Ridley Scott o incluso Michael Jackson son solo unos cuantos de la treintena de personajes reunidos en este libro escrito desde el cariño o el desafecto según se trate de un dios o un monstruo el protagonista del recuerdo, pero siempre con un tono divertido, sutilmente irónico y con la sensación de que la posible nostalgia se ve superada por la fuerza evocadora del recuerdo.

Una obra recomendable para pasar un buen rato entretenido y conocer aspectos muy personales de los grandes (y no tan grandes) mitos del Séptimo Arte.



"...cuando Kong acuna con su mano a Ann y la deposita con sumo cuidado en el árbol para defenderla de un Tiranosaurio Rex, Fay, sorprendida y coqueta, me comentó: "Mira qué piernas, en esa época fueron las más deseadas de América"" (Cap. 1 - Fay Wray)


"De aspecto neomod y piel blanquísima, David Lynch dio desde el primer momento todas las facilidades posibles para la promoción de su película. Terciopelo Azul sorprendió y a la vez cautivó al público y a la prensa. Se sabía que el director estaba un poco atormentado con cierto tipo de obsesiones y fijaciones creativas, pero hasta entonces no había explotado el universo de posibilidades que a partir de este film iba a ofrecernos..." (Cap.11 - David Lynch)



"Aún recuerdo la filosofía que impregnaba su portentosa clarividencia fílmica y su profundo discurso en aquel lejano 1988: "El futuro no existe, no planifiques, en esta vida el azar lo cambia todo. (Cap. 28 - David Cronenberg)

martes, 30 de agosto de 2016

Viajando a través de la lectura

Dijo Emily Dickinson que "la mejor nave para viajar es un libro". ¿Lo habéis comprobado? Yo sí.
Por circunstancias personales este verano lo he pasado en la ciudad, sin posibilidad de viajar, pero afortunadamente, gracias a la lectura, he visitado París, Italia e Islandia en poco más de un mes.

Empecé viajando al París de los años 20 con "París era una fiesta" de la mano de Ernest Hemingway y junto a él saboreé café y alguna que otra copa (el unas cuantas más) en las terrazas de los cafés parisinos dónde bullía la vida literaria y cultural de la época.

Estuve en casa de la imponente Gertrude Stein y me codeé con F. Scott Fitzgerald y su esposa Zelda, conociéndolos a todos un poco más allá de su obra literaria. Fue un inolvidable viaje en el tiempo y el espacio, a la vez que una lectura de lo más interesante y placentera.

Tras mi paso por la capital francesa emprendí rumbo a Italia, a esa Italia profundamente mediterránea, árida y salvaje retratada a través de un pueblecito imaginario del Sur en "El sol de los Scorta" de Laurent Gaudé. Allí, entre olivos bañados por un sol implacable acompañé a varias generaciones de una misma familia compartiendo con ella, sueños, luchas y esperanzas.

Para huir del calor sofocante que en la realidad y también en la ficción viví con esta gran novela, puse rumbo a Islandia con "Entre cielo y tierra" de Jón Kallman Steffánsson. Fríos e inhóspitos, los gélidos paisajes islandeses me llevaron a pescar junto a rudos marineros, a escuchar las historias de sus habitantes, a llorar sus pérdidas y por encima de todo, a deleitarme con la prosa exquisita y el depurado estilo narrativo del autor de esta novela que ha sido un auténtico placer descubrir. Y aún más placentero ha sido enterarme que esta obra es la primera de una trilogía cuyo segundo volumen "La tristeza de los ángeles" ya tengo entre manos. Seguiré por un tiempo en Islandia. Después ya veremos a donde me lleva el arrebatador poder de la lectura...



lunes, 25 de julio de 2016

Escritos sobre literatura, Hermann Hesse

“Es muy habitual entre nosotros considerar cada trozo de papel impreso como un valor, y que todo lo impreso es fruto de un trabajo intelectual y merece respeto.

De vez en cuando se puede encontrar uno junto al mar o en las montañas a alguna persona aislada cuya vida no ha sido alcanzada todavía por la marea del papel y para la que un calendario, un folleto o incluso un periódico son bienes valiosos y dignos de ser conservados. Estamos acostumbrados a recibir en casa gratuitamente grandes cantidades de papel, y el chino que piensa que todo papel escrito o impreso es sagrado nos hace sonreír.

A pesar de todo se ha conservado el respeto al libro. Aunque últimamente se distribuyen gratuitamente y empiezan a convertirse aquí y allá en material de saldo. Por lo demás, parece que precisamente en Alemania, está creciendo el afán de poseer libros.

Claro que todavía no se sabe lo que significa realmente poseer libros. Muchos se niegan a gastar en libros ni la décima parte de lo que dedican a cerveza y otras banalidades. Para otros, más anticuados, el libro es algo sagrado que acumula polvo en la sala de estar sobre un mantelito de terciopelo.

En el fondo, todo lector auténtico es también amigo de los libros. Porque el que sabe acoger y amar un libro con el corazón, quiere que sea suyo a ser posible, quiere volver a leerlo, poseerlo y saber que siempre está cerca y a su alcance. Tomar un libro prestado, leerlo y devolverlo, es una cosa sencilla; en general lo que se ha leído así se olvida tan pronto como el libro desaparece de casa. Hay lectores, especialmente las mujeres desocupadas, que son capaces de devorar un libro cada día, y para éstos la biblioteca pública es al fin la fuente adecuada, ya que de todos modos no quieren coleccionar tesoros, hacer amigos y enriquecer su vida, sino satisfacer un capricho. A esa especie de lectores que Gottfried Keller supo retratar tan bien en una ocasión, hay que dejarla con su vicio. Para el buen lector, leer un libro significa aprender a conocer la manera de ser y pensar de una persona extraña, tratar de comprenderla y quizá ganarla como amigo. Cuando leemos a los poetas, no conocemos solamente un pequeño círculo de personas y hechos, sino sobre todo al escritor, su manera de vivir y ver, su temperamento, su aspecto interior, finalmente su caligrafía, sus recursos artísticos, el ritmo de sus pensamientos y de su lenguaje. El que quedó cautivado un día por un libro, el que empieza a conocer y entender al autor, el que logró establecer una relación con él, para ése empieza a surtir verdaderamente efecto el libro.

Por eso no se desprenderá de él, no lo olvidará, sino que lo conservará, es decir, lo comprará, para leer y vivir en sus páginas cuando lo desee. El que compra así, el que siempre adquiere únicamente aquellos libros que le han llegado al corazón por su tono y por su espíritu, dejará pronto de devorar lectura a ciegas, y con el tiempo reunirá a su alrededor un círculo de obras queridas, valiosas en el que hallará alegría y sabiduría, y que siempre será más valioso que una lectura desordenada, causal, de todo lo que cae en sus manos.

No existen los mil o cien “mejores libros”; para cada individuo existe una selección especial de los que le son afines y comprensibles, queridos y valiosos. Por eso no se puede crear una biblioteca por encargo, cada uno tiene que seguir sus necesidades y su amor, y adquirir lentamente una colección de libros como adquiere a sus amigos. Entonces una pequeña colección puede significar un mundo para él. Los mejores lectores han sido siempre precisamente los que limitaban sus necesidades a muy pocos libros, y más de una campesina que solamente conoce la Biblia ha sacado de ella más sabiduría, consuelo y alegría que los que logre extraer jamás cualquier rico mimado de su valiosa biblioteca.

El efecto de los libros es algo misterioso. Todos los padres y educadores han hecho la experiencia de creer que le daban a un niño o a un adolescente un excelente libro y escogido en el momento adecuado y luego veían que había sido un error. Cada cual, joven o viejo, tiene que encontrar su propio camino hacia el mundo de los libros, aunque el consejo y la amable tutela de los amigos puede ayudar mucho. Algunos se sienten pronto a gusto entre los escritores y otros necesitan largos años hasta comprender lo dulce y maravilloso que es leer. Se puede comenzar con Homero y acabar con Dostoievski o al revés, se puede ir creciendo con los poetas y pasar al final con los filósofos o al revés; hay cien caminos. Pero sólo existe una ley y un camino para cultivarse y crecer intelectualmente con los libros, y es el respeto a lo que se está leyendo, la paciencia de querer comprender, la humildad de tolerar, escuchar. El que solamente lee como pasatiempo, por mucho y bueno que sea lo que lea, leerá y olvidará y luego será tan pobre como antes. Pero al que lee como se escucha a los amigos, los libros le revelarán sus riquezas y serán suyos. Lo que lea no resbalará, ni se perderá, sino que se quedará con él y le pertenecerá y consolará, como sólo los amigos son capaces de hacerlo”.

Hermann Hesse, En “Escritos sobre literatura”, Alianza Editorial, Madrid, 1983.




viernes, 22 de julio de 2016

Manual de autoayuda, Miguel Ángel Carmona del Barco

Un buen amigo mío tiene la teoría de que el 90% de las buenas novelas (aplíquese también a los relatos) son duras. O tristes. O hablan de lo que nos falta. Carencias y aflicciones. No anda equivocado y al leer este "Manual de autoayuda" de Miguel Ángel Carmona del Barco, publicado por Salto de Página, enseguida he pensado en él y en que voy a regalarle un ejemplar del libro, porque su teoría cuadra aquí a la perfección, no faltan en estos cuentos carencias y aflicciones como él dice y que en estos relatos se desgranan de manera persistente, horadándonos el alma.

Queda avisado el posible lector que no va a encontrar unas historias amables, ni de fácil digestión. Al contrario, a medida que avanzamos la lectura, algo nos va removiendo y revolviendo en lo más profundo de nuestro interior, de la manera más directa e intencionada posible.

No saldremos indemnes de la lectura y ahí radica la grandeza de estas historias.

La narrativa de Carmona del Barco atrapa, atenaza y no suelta; ahoga y hiere, de tal manera que tocados de muerte por una especie de masoquismo lector, es imposible parar de leer, hasta acabar, uno tras otro, todos los cuentos.

En su mayoría son relatos sórdidos, protagonizados por perdedores, desesperados, hombres y mujeres que viven perdidos en sus propias miserias, confundidos y marginados aunque no obstante, buscan y se aferran a lo que puede ser para ellos una mínima esperanza de redención, quizá un mínimo sentido a sus confusas y precarias vidas.

Todos los protagonistas de estos cuentos, en el fondo, buscan respuestas como hace el payaso de "Hilvanes": "Rebusco en los cajones del único mueble: el que contiene los escasos enseres que me cosen a la vida, los hilvanes de mi paso por esta tierra". Todos saben que "estamos hechos de fracaso", como revela el padre a la protagonista de "El título". Todos se enfrentan a sus circunstancias sin miedo pero con una cierta esperanza: "...no me asusta el dolor, pero preferiría que me quisieran", como dice la adolescente con problemas de peso en "Más sola que la luna" o "Hay tanto odio en el mundo; tanta falta de amor. Yo busco mi porción en las estaciones de autobuses" ("Mínima alma"). Todos anhelan un cambio, como el "Pasajero": "Escucho los gritos, las sirenas y un gran estruendo de teléfonos móviles, como pájaros en bandada. Sueño con levantar el vuelo y marcharme con ellos." Todos comparten una actitud parecida frente a su suerte: "Uno siente pena por los demás cuando necesita creer que la vida de los otros es peor que la propia". ("Anagnórisis").

Cada historia tendrá su desenlace, cada personaje correrá la suerte que le depara el destino pero quizá aún hay esperanza cuando Dios brilla en forma de luz en los ojos de un niño ("Se ofrece mujer triste como modelo para fotógrafo loco"). Una bella imagen cargada de fuerza y poesía de la que también gozan estos cuentos.

A lo largo de las historias, de vez en cuando, a modo de pinceladas o salpicaduras vamos descubriendo imágenes tan poéticas como "me duele la imaginación" ("Hilvanes"), "La piel es el uniforme de nuestra raza" o "Sebas no es un hombre; es un salón con chimenea dónde sentarse en una tarde lluviosa" ("McHegel"), "Mi madre me recibe, como siempre en el último mes, con las lágrimas inundándole el cerebro" ("El transplante"), "Necesitaba estar sobria de compañía", "El aroma de una mandarina se asoma al pasillo para ver si sigo ahí" o "Una sábana de luna arropa la pierna adelantada. ¡Qué caricias hace la luz!" ("El título"),  o ese "perfume artesanal con notas de envidia, ansiedad y una fuerte presencia de felicidad" ("Una mosca en la pared").

Entre tanta tristeza, sordidez y drama aún hay esperanza, aunque sea mínima, aunque sea un leve destello de belleza entre la miseria por el que vale la pena seguir viviendo... Y vale la pena que Carmona del Barco siga dedicándose a la escritura, porque desde luego lo seguiremos leyendo.


viernes, 15 de julio de 2016

El mar, el mar - Iris Murdoch

Cuando se empieza a leer "El mar, el mar" de Iris Murdoch, uno se siente inmediatamente transportado a la costa británica. Siente el calor del sol, el frescor del aire, el ímpetu del mar, el estruendo de las olas, el fragor del agua rompiendo entre las rocas, el aroma de la vegetación, el poder del paisaje... No cuesta nada ponernos en la piel de Charles, el protagonista, un veterano director de teatro que huye de las candilejas londinenses para refugiarse en una vieja casa junto al mar,  inhóspita y húmeda, en la que pasará balance de su vida.

Hasta aquí, la trama promete, las descripciones nos seducen y la personalidad del protagonista nos atrapa. Murdoch es una verdadera maestra en el arte de la descripción y en este aspecto me ha convencido y conquistado totalmente. Pero las que prometían ser unas elevadas expectativas, han empezado a fallar cuando más personajes van apareciendo en escena, y la novela se convierte en un caótico camarote de los hermanos Marx, en un vodevil, incluso un mal culebrón en el que todos hablan, gritan, lloran y actúan sin el más mínimo sentido.

Las relaciones humanas obviamente son complejas y cuando Murdoch intenta plasmarlas, siento que pincha.
Hay momentos creíbles pero la mayoría de ellos son inverosímiles. Me ha dado la sensación de que no son personas de carne y hueso sino actores de teatro, sobreactuando en una mezcla de tragedia griega y drama shakesperiano, reescrito y mal acabado.

Reconozco que Murdoch es una escritora brillante y "El mar, el mar" ganó en su día el "Booker Prize", pero aunque he disfrutado de los pasajes cuyo protagonista absoluto es el mar, me he cansado y he llegado a aborrecer al obsesivo protagonista y a la pusilánime e histérica Hartley, su inalcanzable objeto de deseo. No me he creído para nada este amor de adolescencia que sigue vivo y aún más fuerte en la madurez. Y puestos a no creer, no me he creído a ninguno de los personajes que actúan de comparsas en esta historia ni han conseguido que me interesara por las reflexiones y disquisiciones filosóficas y existenciales que van planteando a lo largo de la historia. Posiblemente la falta de empatía con los protagonistas de esta novela han hecho que la lectura no me haya resultado todo lo gratificante y plena que cabría esperar y así resulta difícil avanzar 700 páginas para terminar con un final, a mi juicio, precipitado y poco satisfactorio.

Quedémonos pues, con las fascinantes descripciones marinas que hace Murdoch, como en este fragmento inicial, insuperable. Sólo por estos pasajes ya ha valido la pena leer la novela...

"El mar se extiende ante mí mientras escribo, más que destellar, resplandece bajo el suave sol de mayo. Con el cambio de marea, se recuesta calladamente contra la tierra, casi sin huella de ondas ni de espuma. Próximo al horizonte es de un púrpura suntuoso, marcado por líneas regulares de verde esmeralda. En el horizonte es índigo. Cerca de la playa, donde la visión se da enmarcada por amontonamientos de desiguales rocas amarillas, hay una franja de verde más pálido, helado y puro, menos radiante y sin embargo opaco, no transparente. Estamos en el norte, y la luz brillante del sol no puede penetrar en el mar. Allí donde el agua golpea suavemente sobre las rocas sigue siendo una superficie de color, como una piel. El cielo sin nubes es muy pálido en el horizonte índigo, que le pone un leve trazo de plata. Su azul se intensifica y vibra hacia el cenit. Pero el cielo parece frío, hasta el sol parece frío"



miércoles, 22 de junio de 2016

ODA AL LIBRO, Pablo Neruda

ODA AL LIBRO, Pablo Neruda

LIBRO

hermoso,
libro,
mínimo bosque,
hoja
tras hoja,
huele
tu papel
a elemento,
eres
matutino y nocturno,
cereal,
oceánico,
en tus antiguas páginas
cazadores de osos,
fogatas
cerca del Mississippi,
canoas
en las islas,
más tarde
caminos
y caminos,
revelaciones,
pueblos
insurgentes,
Rimbaud como un herido
pez sangriento
palpitando en el lodo,
y la hermosura
de la fraternidad,
piedra por piedra
sube el castillo humano,
dolores que entretejen
la firmeza,
acciones solidarias,
libro
oculto
de bolsillo
en bolsillo,
lámpara
clandestina,
estrella roja.

Nosotros
los poetas
caminantes
exploramos
el mundo,
en cada puerta
nos recibió la vida,
participamos
en la lucha terrestre.
Cuál fue nuestra victoria?
Un libro,
un libro lleno
de contactos humanos,
de camisas,
un libro
sin soledad, con hombres
y herramientas,
un libro
es la victoria.
Vive y cae
como todos los frutos,
no sólo tiene luz,
no sólo
tiene
sombra,
se apaga,
se deshoja,
se pierde
entre las calles,
se desploma en la tierra.
Libro de poesía
de mañana,
otra vez
vuelve
a tener nieve o musgo
en tus páginas
para que las pisadas
o los ojos
vayan grabando
huellas:
de nuevo
descríbenos el mundo
los manantiales
entre la espesura,
las altas arboledas,
los planetas
polares,
y el hombre
en los caminos,
en los nuevos caminos,
avanzando
en la selva,
en el agua,
en el cielo,
en la desnuda soledad marina,
el hombre
descubriendo
los últimos secretos,
el hombre
regresando
con un libro,
el cazador de vuelta
con un libro,
el campesino arando
con un libro.







Imagen vía Pinterest

miércoles, 25 de mayo de 2016

Las hijas de Sara - Pilar Adón

Cuando uno acaba un libro y la historia y sus personajes no abandonan su cabeza es que indiscutiblemente algo se ha conmovido en el interior del lector, algo ha tocado algún recoveco de su mente o su corazón, o de ambos.

"Las hijas de Sara" de Pilar Adón, es una historia de pocos personajes pero intensas pasiones, de poca acción pero mucha emoción. Es una historia compleja, con muchos sobreentendidos y muchas insinuaciones, ambigua, un punto mágica, en algunos momentos angustiosa.

La prosa de Adón se desliza suave, lírica, poética pero a la vez rotunda y contundente.
Se aprecia una extremada delicadeza en el uso del lenguaje y la descripción de acción y personajes, de manera que el contraste entre el cuidado lirismo estilístico y la crudeza, insinuada o real de lo que nos cuenta, produce un efecto devastador, desasosegante y brutal.
Vamos a leer una historia con reminiscencias bíblicas (implícita ya en el mismo título), también encontramos referencias literarias, como la alusión a Proust o esa "campana de cristal que estalla en pedazos" que nos remite al suicidio de Sylvia Plath. (¿Acaso Sabina no nos la recuerda?)

Personajes femeninos extremadamente sensibles, receptivos y dolientes frente a personajes masculinos primarios, lascivos y rudos, se mueven en un escenario amplio con un horizonte indefinido pero a la vez asfixiante y claustrofóbico. ¡Con qué maestría Adón consigue con las descripciones del viento constante y la arena omnipresente convertir un espacio absolutamente abierto, en medio de la nada, en un lugar cerrado y asfixiante!
La historia tiene momentos casi de realismo mágico pero no se recrea lo suficiente en ellos como para perder la vista un argumento dramático verosímil.

Adón no nos lo cuenta todo. Como lectores hemos de rellenar espacios, situaciones pasadas, presentes y futuras de los protagonistas de la historia. Posiblemente esa sea la razón que, acabada la novela "Las hijas de Sara" no se nos quita fácilmente de la cabeza sino que seguimos demorados entre sus páginas elucubrando motivos, sucesos y sobre todo, el futuro de cada peculiar miembro de la familia Drayton.


"Rosa conocía sus debilidades. Conocía sus pequeños huecos abiertos en la pared. Conocía la esencia primera de la vida: la de ser un trabajo interminable. Poner una piedra y luego otra. Una palabra y luego otra. Sin llegar jamás al final y perdiendo la curiosidad por el camino. Eso era la vida. Un trabajo inacabable en el que se iba perdiendo la esperanza, la pasión, el calor... Conocía la filosofía elemental de la vida: cuando se es joven, se posee el ansia, la fortaleza. Con los años, únicamente se puede disfrutar del poder. Y si no se tiene, si no se ha sido lo suficientemente inteligente como para obtener el poder, se está perdido. Porque ya no queda nada más."

viernes, 1 de abril de 2016

Departamento de especulaciones, Jenny Offill

Espléndida novela, incisiva, directa, contundente, original. Un puzzle compuesto por piezas que en algún momento no sabemos como colocar, por sorprendentes o inesperadas, pero que acaban encajando a la perfección, dando lugar a un rico mosaico vital cargado de matices emocionales.
 
Así es Departamento de especulaciones de Jenny Offill publicado por Libros del Asteroide, en su versión castellana y por Amsterdam en su versión catalana, de la que destacaría su acertado y original diseño de portada.
 
Escrita en forma de diario, una mujer casada repasa su vida, desde el instante en que conoció al que después será su marido hasta el momento actual, recordando episodios importantes de su matrimonio, como el nacimiento de su única hija o la infidelidad de su cónyugue.
 
Offill tiene una manera personalísima de narrar, me atrevería a decir que en realidad tiene una manera muy peculiar de sentir y pensar, y su gran acierto es saber expresarla de manera muy acertada, y con un notable estilo literario.
 
No es un diario al uso, como podría escribir la mayoría de gente, sino un lienzo salpicado de pinceladas a forma de observaciones agudas, breves, contundentes, algunas muy intensas, que hieren y desarman por lo directas.
 
Sin pudor ni complejos, la autora remueve y rebusca en lo más hondo de su corazón y escupe sus sentimientos más sinceros y profundos.
 
El resultado es una historia real, descarnada, visceral. Un placer vital y literario más que recomendable.
 

 

lunes, 14 de marzo de 2016

"Una zona de oscuridad"

"Una zona de oscuridad" es el primer volumen de una trilogía de libros de viaje sobre la India, escritos por el controvertido Premio Nobel de Literatura V.S. Naipaul.
 
Convertido ya en un clásico de su género, esta obra es ante todo un viaje personal del autor en busca de sus orígenes. Nacido en el Caribe, criado y educado en la más estricta cultura británica y con antepasados indios, Naipaul pretende, a través de la visita al país de sus ancestros, tener clara su identidad.
 
No vamos a encontrar un texto amable. Al contrario, como buen racionalista, se enfrenta frío y distante, con las emociones bien controladas, a todo lo que va descubriendo en su camino. No es la mirada complacida y conmovida ante lo que representan sus raíces, sino la postura apartada y analítica de quién ve una realidad en la que ni se reconoce ni parece tener ningún interés en reconocerse. Quizá de ese miedo a pertenecer a una cultura que le resulta extraña provenga ese distanciamiento del autor durante su travesía, que se refleja en el tono poco emotivo del texto.
 
Indiscutible la maestría narrativa de Naipaul y la calidad literaria de esta obra, pero quién espere encontrar una visión sentimental y colorida de la India, que se olvide.
 
 
"El corto invierno se esfumaba rápidamente; ya no era agradable sentarse fuera al sol; el polvo no se asentaría hasta el monzón. Quedaba un viaje, pero yo no tenía ganas. La India no había obrado su magia conmigo. Seguía siendo la tierra de mi infancia, una zona de oscuridad; como los puertos de montaña del Himalaya, volvía a encerrarse, tan rápidamente como yo me alejaba de ella, en una tierra mítica; parecía existir en la intemporalidad que yo imaginaba de niño, en la que, a pesar de lo mucho que había pisado suelo indio, sabía que no podía entrar." (p.279)
 
 
 
 
 
 
 

miércoles, 17 de febrero de 2016

Un paseo por Portobello Market

Unos días antes de Navidad viajé a Londres un fin de semana. Hacía tiempo que no me paseaba por el famoso mercadillo de Portobello por lo que decidí darme una vuelta.


He de decir que no me apasionan las antigüedades y menos cuando se acumulan en tiendas abarrotadas, con ese olor persistente a tiempo pasado y polvo imposible de sacar.
 
Me producen tristeza y un cierto desasosiego, así que evito entrar en los establecimientos y prefiero pasear por la calle, echando un vistazo a los tenderetes que invaden las aceras.



Como os podéis imaginar, el radar que todo amante de los libros lleva permanentemente activado cuando acecha alguna librería, no tardó en avistar un par de puestos de volúmenes de segunda mano que destacaban con sus coloridas portadas entre tiendecillas de bisutería y bufandas de punto.


Solo dos pequeños tenderetes de libros, con el género abarrotado y caótico, bien surtido de clásicos ingleses navideños muy apropiados para las fiestas.
 
La misma encargada en los dos puestos. Una inglesa regordeta, de mediana edad, con el gesto enfurruñado, gorro de lana clavado hasta las cejas y anorak rosa chicle. No deja de mirarnos, impaciente, con un gesto mal disimulado de mal humor porque intuye que no somos más que turistas curiosos que no compraremos nada.



 
Pero como todo buen inglés que se precie, mantiene la compostura, esa flema británica que viene de raza pero que en su caso, controla a duras penas las ganas de echarnos con viento fresco.
 
No vamos a comprar nada. Cierto. Nuestro dominio de la lengua inglesa no da para muchas alegrías y nos resistimos a comprar libros que no vamos a poder leer. Pero aunque la librera antipática no lo sepa, hablaremos de sus abigarradas tiendecillas en Portobello y quizá, al correr la voz, le lleguen compradores más dispuestos que nosotros, que le dibujen una sonrisa en los labios.

jueves, 28 de enero de 2016

El mes más cruel

"El mes más cruel" es un libro de relatos de Pilar Adón publicado por la Editorial Impedimenta en el que se condensa su personal visión del mundo. Relatos sugerentes, inquietantes, turbadores que despiertan y provocan todo tipo de emociones en el lector.
 
Como muy bien reflexiona Marta Sanz en el prólogo, cuando se leen estos cuentos uno tiene la sensación de que quizá "no ha entendido bien" lo que su autora trata de decirnos, pero yo creo que precisamente Adón es lo que pretende y si nos viera la cara al acabar uno de sus relatos luciría una sonrisa de irónica satisfacción ante nuestro desconcierto e incluso, según el caso, desasosiego.
 
Los escenarios en los que transcurren los relatos suelen tener una atmósfera evanescente, indefinida, pero ya sea en plena Naturaleza o en grandes caserones, no hay detalle que no describa a la perfección el poder de los ambientes como actores principales de los tramas. Atmósferas que se diluyen en fuerzas poderosas, omnipresentes, que condicionan y determinan el desarrollo de las historias.
Los personajes tienen, en su mayoría, personalidades complejas, con una rica vida interior que a menudo, choca y perece ante lo real y lo cotidiano.
 
Las tramas de los cuentos penden de un hilo de la realidad a la vez que van desarrollando argumentos que escapan de toda lógica, (al menos de la lógica convencional) y más construyendo fantasmagóricos edificios llenos de ventanas por las que la información fluye en un constante ir y venir para que el lector interprete y decida el sentido final que dar a cada historia.
 
Muy presente en Adón está siempre la Naturaleza en su aspecto más salvaje y desbordante, fuente de vida y de destrucción; ambientes góticos, riquísimos en detalles y matices; protagonistas, casi siempre, femeninos, introvertidos, peculiares, con originales universos interiores que son puestos a prueba por las circunstancias más cotidianas.
 
La sugerencia, lo inesperado, la ambigüedad... elementos que Adón utiliza con ingenio y maestría para engancharnos a una lectora que nos arrastra sin permitirnos un respiro y nos deja con la agradable satisfacción de haber leído unos cuentos magistrales.