«Kuebiko: n. Estado de agotamiento inspirado por un acto de violencia sin sentido, que te obliga a revisar tu concepción de lo que puede ocurrir en este mundo antes de apuntalarte en su centro, como un viejo espantapájaros que estalla dentro de sus costuras, pero que carece de poder para hacer cualquier cosa que no sea quedarse ahí y observar.»
JOHN KOENIG. Diccionario de oscuros padecimientos
Grito profundo en blanco y negro. Grito de rabia, de impotencia, de dolor. Grito ahogado del que no comprende nada. Grito silencioso que rompe los tímpanos en mil pedazos. La inocencia quebrada de un niño cansado de llevar sobre sus frágiles hombros el peso de la maldad y la sinrazón de los adultos.
Desde la portada de la novela, este pequeño Mowgli, más protagonista de "El corazón de las tinieblas" que de "El libro de la selva", nos pone sobreaviso con su ceño fruncido y su alarido salvaje: "Kuebiko" nos va a doler, nos va a sacudir, a remover, a partir el alma; y, a la vez, nos va a emocionar y nos enamorará profundamente con su historia y sus personajes.
Hace ya un par de años, descubrí a Miguel Ángel Carmona del Barco con "Manual de autoayuda", libro de relatos publicado por Salto de Página. Me cautivó por completo su prosa, su manera de narrar, entretejiendo tristezas y tragos poco amables que a veces nos hace beber la vida, con un estilo contenido pero a la vez cargado de emoción y de un profundo lirismo con el que iba salpicando los cuentos. Esta vez, no son relatos sino una novela la que nos llega de la mano de Pre-Textos, cuyo resultado, felizmente, es igual de bueno a "Manual de autoyuda".
"Kuebiko" es tremenda. Una lectura incómoda que sacude y golpea al lector, dándole pocos momentos de tregua. Desde las primeras líneas nos atrapa y no nos suelta hasta el punto final.
Ésta es la historia de una huida. Huida real de unos personajes que, a raíz de una supuesta guerra civil en España, a mediados del siglo XXI, se ven obligados a dejarlo todo para buscar refugio en otros países de Europa. Huida y búsqueda de un nuevo hogar, una nueva patria, una nueva vida; y a la vez, huida personal de unos personajes con cuentas pendientes con su pasado y con la gente que aman. Acompañarlos en su éxodo accidentado y lleno de penurias, privaciones y penalidades, leyendo cómodamente sentados en nuestro sillón favorito arropados con la calidez de una manta, resulta casi obsceno, indecente.
"Kuebiko" es pues, un viaje de huida pero también de regreso, tanto físico como emocional. Un proceso de cambio obligado y forzado por la violencia de una guerra que llevará a los protagonistas de un escenario a otro. Viaje de huida pero también de regreso, huida de la patria y regreso a la familia, huida del odio y regreso al amor. Un viaje de pérdidas pero también de reencuentros, de perdón y de comienzos. Un viaje personal del que se llegará distinto al que emprendió el camino. No importa casi ni el contexto, ni el motivo, ni las razones del conflicto, ni casi importa dónde o entre quién. En "Kuebiko" lo que en realidad importa es diseccionar, a golpes de bisturí, con la precisión y el pulso firme de un buen cirujano, el verdadero drama humano, el dolor, el miedo, la violencia y el sufrimiento al que son sometidos las victimas de todo conflicto bélico, esos mal llamados "refugiados", los inocentes que son arrancados de sus pueblos y hogares y lanzados al vacío, solos y sin red.
Esto va de los mecanismos de supervivencia, de instinto, de lucha, de ganas de vivir. Y por encima de todo, esta magnífica novela va de amor, amor en mayúsculas, amor entre padres e hijos, entre hermanos, entre amigos, entre amantes; ese amor que es la fuerza que nos ayuda a seguir adelante pese a todos los sufrimientos y las adversidades que nos puede deparar la vida y que es la verdadera razón por la que vale la pena vivir. Como decía Neruda: "Si nada nos salva de la muerte, al menos que el amor nos salve de la vida"
Dividida en 4 partes, cada una de ellas tiene un narrador distinto lo que dota de dinamismo y de diferentes perspectivas al texto.
En la primera parte, la más extensa, es Ulises quien da voz a los que huyen y va explicando sus peripecias interpelando continuamente a su padre, uno de los personajes que le acompañan hacia el exilio con el que mantiene una tensa y ambivalente relación que pone de manifiesto una situación emocional conflictiva y pendiente de solucionarse. A medida que Ulises nos va contando su historia, iremos descubriendo su pasado y el entramado de acontecimientos y relaciones que hay entre los distintos protagonistas de la novela. En esta primera parte, la narración fluye de manera trepidante, mantiene una tensión que rara vez da tregua al lector. Lo que nos va contando es tan duro y tan brutal que sólo de vez en cuando, alguna pequeña licencia poética, algún destello lírico salpica el texto y nos concede una pequeña bocanada de alivio aunque a su vez, el uso tan delicado y metafórico del lenguaje también sirva para resaltar la crudeza de la trama.
En la segunda parte, el narrador será Tin, el niño acogido por Ulises y su grupo. La estructura narrativa cambia y se transforma en una especie de diario personal explicado de una forma y con un lenguaje adecuado en cierta medida al joven narrador. Es una segunda parte tremendamente dura porque la violencia, explicada por e infringida a los niños siempre resulta más cruel y más injusta.
En la tercera parte, del diario pasamos a una estructura epistolar. Leeremos las cartas de Isabella, el amor de Ulises a quien le escribe confesándole sus sentimientos mientras espera su regreso. El enfoque de esta tercera parte es muy subjetivo, personal e íntimo, un preludio a lo que será la cuarta parte, narrada por Elías, el padre de Ulises que, en apenas un par de páginas, con una emotiva sencillez, pondrá el broche final a una historia que no olvidaremos jamás.
"Kuebiko" es de esas lecturas que dejan huella, en mi caso, de los poquísimos libros que no he tenido más remedio que subrayar, (lo que no acostumbro a hacer nunca), casi impelida por una necesidad apremiante de no olvidar frases, fragmentos memorables a los que poder volver una y otra vez. Hay tantas escenas e imágenes que recordar, tantas reflexiones y pasajes que releer que necesitaba señalar, aun con un respetuoso y levísimo trazo de grafito negro, todo el dolor y la belleza que Miguel Ángel Carmona del Barco ha sabido plasmar en esta espléndida novela que ya ha pasado a formar parte de mi más íntimo y preciado bagaje lector.
Fotografía de Boulevard literario
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