Hay libros a los que uno llega sin demasiada información previa, salvo la recomendación de alguien a quien, por su buen criterio, hacemos caso. Empezamos la lectura con curiosidad pero sin demasiadas expectativas, cuando, sin apenas darnos cuenta, nos quedamos absoluta y totalmente enganchados, absorbidos, literalmente seducidos por el texto.
"Sidra con Rosie", del escritor inglés Laurie Lee, publicada por Nórdica libros, ha sido un gran descubrimiento. Una novela de memorias, en las que el autor describe los años de su infancia en un pueblecito inglés en el que se refugia con su madre y hermanos al final de la Primera Guerra Mundial.
Lo que bien podría ser una autobiografía más, costumbrista y sin demasiada originalidad, se convierte, por el arte de una prosa lírica, evocadora y descriptiva, en un viaje en el tiempo por los paisajes, la gente y las costumbres que vivió Laurie Lee y del que hace participar al lector de una manera tan sugerente que la experiencia lectora casi se transforma en experiencia vivida.
Leyendo "Sidra con Rosie" nos vemos sumidos en el mundo de Lee y participamos plenamente de él. Nos despertamos y desayunamos en la cálida cocina de su hogar, compartimos charla y risas con su numerosa familia, lo acompañamos en sus correrías por los bosques, sentimos el intenso frío del invierno y contemplamos los cambios de la naturaleza a través de las estaciones. Acudimos a la iglesia, cantamos villancicos, aprendemos a volver a observar el mundo que nos rodea con ojos de niño, y vamos creciendo con él hasta llegar a la adolescencia y a lo que eso supone.
Con este crecimiento personal y con los cambios que empieza a sufrir el pueblo con los primeros avances del progreso, termina este primer volumen de lo que son los tres libros de memorias que escribió Lee.
Si los otros dos volúmenes están a la altura de "Sidra con Rosie", habremos descubierto ya no solo una gran novela, sino un magnífico escritor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario