viernes, 27 de febrero de 2015

Alice Munro: ¿Abuela o lobo feroz?

Hay una anécdota que me sucedió hace ya algunos años, relacionada con Alice Munro que aún recuerdo con cierta perplejidad. Había leído un relato suyo por Internet y me gustó tanto que quise adquirir alguna de sus obras, por lo que me dirigí a una librería del barrio con la esperanza de encontrar alguna disponible.

Tras rastrear las estanterías sin éxito, fui hacia la dependienta (lo digo con toda la intención, porque de librera, poco) que dormitaba junto al ordenador y le pregunté si disponían de alguna obra de Alice Munro.

La chica despertó de su letargo mirándome como si la hubiera picado un mosquito de la especie más molesta (en este caso, yo) y desperezándose sobre el teclado dijo: "A ver que lo miro...Alice...¿Monroe?, ¿Como Marilyn Monroe?..." Obviamente salí de la librería con las manos vacías y sin saber si echarme a reír o a llorar...Supongo que tiempo después, cuando la canadiense ganó el Nobel de Literatura, la iluminada dependienta no volvió a hacerle la pregunta nunca más a nadie.

En fin, por fortuna, adquirí un primer libro de relatos de Munro por otros canales y confirmé que había descubierto a una magnífica e inusual cuentista que, para empezar, rompió por completo los esquemas del personaje que había compuesto en mi imaginación. Y es que viendo las fotos más habituales de Munro, con una edad ya avanzada, el pelo blanco enmarcado con una cinta, los ojillos chispeantes y la dulce sonrisa, inevitablemente a uno le viene a la cabeza la abuelita de la "Caperucita Roja". Pero...¡oh sorpresa!, al ir leyendo sus cuentos descubrimos que no es precisamente la abuelita, si no más bien el lobo feroz, el auténtico autor de los relatos.

¡Cuidado con llevarse a engaño con Munro! No es la candorosa viejecita que nos explica inocentes cuentos con final feliz. Nada más lejos de la realidad. Para empezar, sus relatos no suelen tener final. De hecho, ni principio. Surgen a menudo de una aparente nada, para dibujar retazos de una vida que nos explotan en la cara con más o menos contundencia, o pasan ante nuestros ojos, de puntillas, dejando tras de sí una tenue estela, una sombra a la que nosotros debemos dar consistencia y  corporeidad.

Munro dice muchísimo más de lo que a simple vista parece, porque cada elipsis, cada falta de información está totalmente pensada y buscada para que el lector lleve a cabo un laborioso trabajo de relleno, y cuando autor y lector trabajan conjuntamente para dar pleno sentido a las historias, es indudable que el texto adquiere aún mayor trascendencia.
Canadiense hasta la médula, la literatura de Alice Munro está absolutamente impregnada del carácter duro, extremo, inhóspito que confieren los paisajes y el clima de su tierra.

Las narraciones se desarrollan siempre dentro de los límites de lo cotidiano, pero no se quedan en la mera anécdota. Munro va más allá, trasciende lo anecdótico de manera que, a través del acontecimiento puntual, del episodios más rutinario del día a día, desarrolla sentimientos, frustraciones, miedos, reflexiones de todo tipo y condición. 

No esperemos relatos alegres y amables, no esperemos historias simpáticas y positivas. Munro es aparentemente sencilla y puede que a simple vista, incluso intrascendente, pero una lectura atenta nos descubre un universo de pasiones contenidas, anhelos, deseos, contradicciones e incertidumbres que nos sorprenden y posicionan en un punto de vista totalmente opuesto del que partíamos al iniciar nuestra lectura.

Empecé esta entrada con una anécdota y termino con otra: Hace unos días, una señora mayor, libro en mano, me abordó en una gran librería de mi ciudad, para pedirme consejo sobre la obra que había elegido comprar. Me confundió con una de las libreras, pero al ver que el volumen que llevaba en la mano era uno de Alice Munro, me ofrecí igualmente a darle mi opinión. "Muy amable, me dijo, es que quiero leer algo de esta escritora y no sé que libro elegir. No me gustan mucho los cuentos.Quería una novela." Tuve que advertirle que Munro no ha escrito novelas (ni siquiera "La vista desde Castle Rock" se puede considerar como tal), pero que si yo tuviera que elegir un volumen que encerrase y describiese a la perfección el universo "munroniano" sería "Mi vida querida". "Creo que le gustará, pero es algo duro", le advertí a la encantadora viejecita que se marchó la mar de contenta y agradecida con el libro recomendado. Al verla marchar, menuda, delgada y con una mata de rizos blancos coronando su cabeza, no pude evitar pensar en la misma Munro. ¿qué tipo de lectora sería?, ¿abuela o lobo feroz?... Nunca sabré si le gustó el libro, pero yo seguiré recomendándolo.





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