El 29 de abril de 1980, nos dejaba el gran maestro del cine de suspense, Alfred Hitchcock.
Para recordarlo, aquí os dejamos una entrevista que le hizo otro de los grandes, François Truffaut. Un encuentro irrepetible para recordar y disfrutar.
 " FRANCOIS TRUFFAUT: Señor        Hitchcock, esta mañana me decía que le turbaba un poco        haber removido tantos recuerdos estos últimos días y        que había tenido sueños agitados. Por otra parte, hemos        comprobado que algunos films como          Notorious,         Vértigo,          Psycho,        parecen sueños. Quisiera saber si sueña usted mucho.
ALFRED HITCHCOCK: No        mucho...algunas veces... y mis sueños son muy        razonables. En uno de ellos, me encontraba en Sunset        Boulevard, a la sombra de unos árboles, esperaba un taxi        amarillo (Yellow Cab) para ir a almorzar. No había        trazas de taxi amarillo, pues todos los coches que        pasaban por allí eran de 1916. Y me dije entonces:        "Es inútil que esté aquí de plantón esperando un        taxi amarillo, puesto que estoy teniendo un sueño de        1916". Después de esta reflexión, me fui andando        hasta el restaurante.
F.T. ¿Es realmente un sueño o un        "gag"?
A.H. No, nada de "gag", un        sueño.
F.T. ¡Entonces es casi un sueño de        época! ¿Admite que existe todo un aspecto onírico en        sus películas?
A.H. Son sueños diurnos.
F.T. Tal vez sea inconsciente en        usted y ello nos lleva otra vez a los cuentos de hadas.        Al filmar al hombre solitario, rodeado de cosas hostiles,        incluso sin quererlo, desemboca usted automáticamente en        el dominio de los sueños, que es también el de la        soledad y el de los peligros.
A.H. Probablemente soy yo, en mi        intimidad.
F.T.                Seguramente, porque la lógica de sus películas                 -que ya hemos visto que no satisface siempre a                los críticos- es un poco la lógica de los                sueños. Films como          Strangers                on a Train o          North                by Northwest son sucesiones                de formas extrañas, como en una pesadilla.
A.H.                Esto procede de que no trabajo nunca con lo                mediano, no me siento jamás a gusto dentro de lo                corriente, de lo cotidiano.
F.T. Totamente de acuerdo.                No se imagina uno un film de Hitchcock en el que                la muerte no tuviera nada que hacer. Y estoy                convencido de que siente profundamente lo que                rueda, el miedo por ejemplo...
A.H. ¡Ah, sí! Soy alguien                muy miedoso. Hago todo lo posible por evitar las                dificultades y las complicaciones. Me gusta que                mi alrededor sea límpido, sin nubes,                perfectamente tranquilo. Una mesa de trabajo bien                arreglada me produce una paz interior. Cuando                tomo un baño en un cuarto de baño, vuelvo a                colocar, después de usarlos, todos los objetos                en su lugar. No dejo ninguna huella de mi paso.                Este sentido del orden va parejo en mí con una                clara repugnancia hacia toda complicación.
F.T. Por esta razón se protege        usted mucho. Sus posibles dificultades de puesta en        escena están resueltas antes del rodaje gracias a los        dibujos, evita los problemas y las decepciones. Jacques        Becker decía de usted: "Alfred Hitchcock es en el        mundo el director de cine que menos sorpresas debe tener        en las proyecciones".
A.H. Es exacto y, además, ¡siempre        he soñado con no ir a ver las proyecciones! Pero ahora,        a propósito de los sueños, conviene que le cuente una        anécdota. Había una vez un guionista a quien se le        ocurrían siempre las mejores ideas en plena noche y,        cuando se despertaba por la mañana, no conseguía        recordarlas; finalmente, se dijo: "Voy a colocar una        hoja de papel y un lápiz al lado de la cama, y cuando se        me ocurra una idea, la podré escribir". El        individuo se acuesta y, naturalmente, a mitad de la noche        se despierta con una idea formidable; la escribe        rápidamente y se vuelve a dormir tan contento. A la        mañana siguiente se despierta, y al principio se olvida        que ha copiado la idea. Está afeitándose y se dice:        "¡Ah, bueno! Se me ha ocurrido una idea formidable        esta noche pero se me ha olvidado. ¡Ah, es terrible...!        Pero si no recuerdo mal, la he escrito en un papel."        Se dirige rápidamente a su dormitorio, coge el papel y        lee: "Un chico se enamora de una chica."
T.F. Es divertido...muy bien...
A.H. Hay aquí una gran verdad,        porque las ideas que se le ocurren a uno en plena noche,        y que cree que son formidables, resultan ser a menudo        lamentables a la mañana siguiente.
F.T. No da gran resultado una        discusión sobre los sueños a propósito de sus films,        creo que es un ángulo que no le interesa nada, por        tanto...
A.H. ¡En todo caso, lo que le        aseguro es que nunca tengo sueños eróticos!
F.T. Sin embargo, el amor y el        erotismo ocupan un gran lugar en su trabajo. No hemos        hablado bastante del amor en sus películas. Creo que a        partir de Notorious,        se le ha considerado no sólo como un especialista del        suspense, sino también como un especialista del amor        físico en el cine.
A.H. Sí, había un aspecto físico        en las escenas de amor de Notorious,        y usted piensa probablemente en la larga escena del beso        entre Ingrid Bergman y Cary Grant...
F.T. Sí, y creo recordar que la        publicidad decía a propósito de esta escena: "El        beso más largo de la historia del cine..."
A.H. ...Naturalmente, los actores        detestaban hacerlo. Se sentían terriblemente a disgusto        y se quejaban de la manera como tenían que agarrarse uno        a otro. Entonces les dije: "Que estén incómodos o        no me importa poco; lo que me interesa es el efecto que        vamos a producir en la pantalla."
F.T. Supongo que los lectores se        preguntarán porqué los dos actores se sentían        incómodos rodando esta escena. Por tanto vamos a        explicar que usted rodaba en primer plano dos rostros        reunidos y que tenían que atravesar todo el decorado. La        dificultad para los actores consistía en andar pegados        uno al otro, pero esto no le concernía, pues en la        pantalla no se debía ver más que los dos rostros. ¿Es        eso?
A.H.                Exactamente. Esta escena fue concebida para                mostrar el deseo que sienten el uno por el otro y                había que evitar, por encima de todo, que se                rompiera el tono, la atmósfera dramática. Si yo                les hubiera separado uno del otro, se hubiese                perdido la emoción. Ahora bien, había algunas                acciones que debían realizar, debían ir hacia                el teléfono que sonaba, continuar besándose                durante toda la duración de la comunicación,                luego, un segundo desplazamiento les conducía                hasta la puerta. Me daba cuenta de que era                esencial que no se separaran y que no se rompiera                el abrazo; me daba cuenta que la cámara, que                representaba al público, debía admitirse como                una tercera persona unida a este largo abrazo.                Daba al público el gran privilegio de besar a la                vez a Cary Grant y a Ingrid Bergman. Era una                especie de matrimonio triangular temporal.
Ahora bien, la voluntad absoluta de no romper esta emoción amorosa me lo inspiró un recuerdo muy instructivo y que nos lleva a retroceder varios años, en Francia. Viajaba en un tren que iba de Boulogne a París y atravesábamos Etaples con bastante lentitud. Era domingo por la tarde; veía por el cristal una gran fábrica con un edificio de ladrillos rojos y, pegada a la pared, había una pareja de jóvenes; el chico y la chica estaban completamente abrazados y el muchacho orinaba contra la pared; la chica no dejó nunca de abrazarle; miraba lo que él hacía, contemplaba el tren pasar, luego miraba de nuevo al muchacho...Pensé que ahí tenía, de verdad, el verdadero amor "en faena", el verdadero amor que "funciona".
Ahora bien, la voluntad absoluta de no romper esta emoción amorosa me lo inspiró un recuerdo muy instructivo y que nos lleva a retroceder varios años, en Francia. Viajaba en un tren que iba de Boulogne a París y atravesábamos Etaples con bastante lentitud. Era domingo por la tarde; veía por el cristal una gran fábrica con un edificio de ladrillos rojos y, pegada a la pared, había una pareja de jóvenes; el chico y la chica estaban completamente abrazados y el muchacho orinaba contra la pared; la chica no dejó nunca de abrazarle; miraba lo que él hacía, contemplaba el tren pasar, luego miraba de nuevo al muchacho...Pensé que ahí tenía, de verdad, el verdadero amor "en faena", el verdadero amor que "funciona".
F.T. Cuando dos personas         se aman, no se separan.
A.H. Perfectamente.         Siempre me he acordado de ello y por eso sabía con exactitud lo que         quería conseguir en la escena de los besos de          Notorious.
F.T. Es muy interesante,         pero creo que deberíamos hablar de los problemas que plantean los         actores cuando tienen que rodar algo incómodo. Tengo la impresión de que         muchos cineastas dirigen las escenas en función de la verosimilitud de         lo que se ve en el decorado como totalidad y no en función de la porción         de espacio que se verá en el encuadre y, por tanto, en la pantalla. Yo         pienso en esto cuando trabajo y, sobre todo, cuando veo sus películas, y         me digo que quizás el gran cine, el cine puro, comienza cuando la puesta         en situación del piano que se va a rodar parece absurda a todo el         equipo.
A.H. Estoy absolutamente         de acuerdo, mire...
F.T. Tomemos otro ejemplo,         aparte del largo beso de         Notorious: el abrazo         entre Cary Grant y Eva Marie-Saint en el compartimiento del tren en          North by Northwest.         Están contra la pared, se abrazan y se besan y sus cuerpos giran sobre         sí mismos mientras se deslizan por el tabique. En la pantalla es         perfecto, pero en el rodaje debería parecer muy irreal.
A.H. Sí, giran ante la         pared; se trata siempre del mismo principio: no separar a la pareja.         Creo que hay mucho que hacer con las escenas de amor. Generalmente, se         trata de pegar al hombre y a la mujer uno contra otro, pero sería         interesante intentar lo contrario y colocarles a cada uno en un extremo         de la habitación. Es imposible hacerlo, pues, para que se tratara de una         escena de amor, deberían exponerse el uno al otro y lo que tendríamos         entonces sería una escena de puro exhibicionismo. Normalmente, el hombre         debería abrirse la bragueta mientras que, frente a él, la mujer se         quitaría la falda y, forzosamente, el diálogo debería ser un contrapunto         de la imagen; hablarían de la lluvia y del buen tiempo o bien dirían:         "¿Qué vamos a comer esta noche?", y esto nos devuelve otra vez a          Notorious         donde, mientras se abrazan y se besan, hablan de comerse un pollo y de         quién lavará los platos, etc."
"EL CINE SEGÚN        HITCHCOCK", François Truffaut (Alianza, Madrid 1974)
 

 
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