martes, 1 de mayo de 2018

Un domingo en el campo, Pierre Bost

"Un domingo en el campo", además del título, bien podría ser el día y lugar indicados para leer esta breve novela de Pierre Bost, publicada por errata naturae, que se lee en un soplo y se vive como si uno estuviera en plena naturaleza, al sol, rodeado de flores y oyendo el insistente zumbido de las avispas planeando sobre nuestro almuerzo dominical.

Tranquilos y en familia, la escena no puede ser más íntima y entrañable: un abuelo hospitalario, un hijo atento, una nuera discreta y tres nietos bulliciosos reunidos alrededor de una mesa servida con el rigor acomodado por la costumbre de una criada que lleva ya muchos años junto a su señor.

El anciano pintor, Monsieur Ladmiral vive retirado, desde hace años, en su casa de campo, a las afueras de París, con la única compañía de su sirvienta, Mércedès, una buena mujer tan eficaz como desconfiada, que cuida fielmente de Ladmiral, sin perder de vista a los hijos que lo visitan ocasionalmente. Y es que cada domingo, sin falta, acuden a casa del viejo pintor, su hijo Gonzague acompañado de su mujer y sus tres niños. Gonzague, de edad y clase medias, convencional y gris, admira y adora a su padre con una devoción que a veces no es bien recibida por el anciano que se siente sobreprotegido. Se establece así entre ambos, una distancia generada por la torpeza de no saber manejar y expresar correctamente las emociones. Padre e hijo se quieren, pero no acaban de conectar. Media entre ellos una cierta rivalidad, un mal entendimiento disimulado que los aleja a nivel emocional a pasar de estar cerca físicamente.

"Un domingo en el campo" no cuenta nada destacable que no suceda en muchas familias y tampoco hay nada que impida que la narración fluya serena y suavemente...al menos, en apariencia. Y es que bajo esta historia plácida e intrascendente, se percibe una corriente subterránea silenciosa y constante que contiene muchos silencios, sentimientos y frustraciones personales que amenazan por salir. Así que, mientras vamos leyendo, advertimos una sutil posibilidad de que los personajes se sinceren y saquen a la luz sus emociones. La irrupción en escena de la desenvuelta y apasionada Irène, la hija del anciano Ladmiral nos dará nuevas pistas acerca de los verdaderos sentimientos que se establecen entre padre e hijos, entre hermanos y entre cuñadas, desencadenando lo que me ha sugerido, una especie de nueva versión de la famosa Parábola bíblica del Hijo Pródigo. 

"Un domingo en el campo" es pues, un relato breve y delicioso, en el que no suceden grandes acontecimientos ni se desarrollan grandes pasiones, pero cuidado, porque con delicadeza y si perder las formas, en el fondo, queda al descubierto una realidad que no es tan ideal ni sincera como parece...



Fotografía de Boulevard literario      


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