lunes, 27 de abril de 2015

Siempre caro

No sabía quién era Marcello Fois cuando por pura casualidad, "Siempre caro" llegó a mis manos.
Tenía prevista otra novela para leer pero sus apenas 125 páginas, un argumento atractivo y especialmente, ver que el prólogo entusiasta era nada menos que de Andrea Camilleri, me decidieron a dedicarle un tiempo de lectura a esta novela que, afortunadamente, ha resultado ser un magnífico descubrimiento.
"Siempre caro" es una novela breve, que se lee en unas horas, y que nos sumerge de lleno en un pueblo de Cerdeña a finales del siglo XIX. Un robo, un acusado que se vuelve prófugo, después un asesinato, una familia poderosa en la que subyacen pasiones, celos e intrigas... e investigando y empeñado en resolver los casos, un abogado íntegro y carismático que combina a partes iguales, un sentido práctico de la vida con una extremada sensibilidad y goce poético.
Nuestro protagonista, Bustianu, da largos paseos después de comer por las colinas cercanas a su pueblo, de ahí el título de la novela "siempre caro", en referencia al paseo al aire libre, como hacía Leopardi en uno de sus poemas. Bustianu investiga y luego reflexiona a la par que contempla la naturaleza y en esa contemplación se encuentran los más bellos pasajes de esta obra, especialmente, el capítulo final en el que paisaje, naturaleza, sentimiento y humanidad explotan y se funden en un todo absoluto.
Original resulta también la estructura narrativa sostenida y combinada a través de tres narradores que dan agilidad y dinamismo a la historia.
¿Novela negra?...sí, pero casi encuadrarla en este género es lo de menos, porque hay tal riqueza de matices, complejidad psicológica de los personajes, realismo y poesía que es novela negra y mucho más. "Siempre caro" es, sencillamente, excelente narrativa que nos ha dejado con ganas de leer más novelas de Marcello Fois.






viernes, 24 de abril de 2015

Aniversario del fallecimiento de Alejo Carpentier

El 24 de abril de 1980 fallecía en París, el escritor cubano Alejo Carpentier uno de los autores fundamentales del siglo XX en lengua castellana, y uno de los artífices de la renovación literaria latinoamericana.
Entre sus obras más conocidas figura la novela histórica "El siglo de las luces" publicada en 1962 y ambientada en la época de la Revolución Francesa pero desarrollada principalmente en la región del Caribe. A ella pertenece el siguiente fragmento que ilustra perfectamente el estilo el estilo barroco de sus escritos y su teoría de "lo real maravilloso":

"Las olas venían del sur, quietas, acompasadas, tejiendo y destejiendo el tejido de sus espumas delgadas, semejantes a las nervaduras de un mármol oscuro. Atrás habían quedado los verdes de las costas. Navegábase ahora en aguas de un azul tan profundo que parecían hechas de una materia en fusión —aunque hibernal y vidriosa—, movidas por un palpito muy remoto. No se dibujaban criaturas en aquel mar entero, cerrado sobre sus fondos de montañas y abismos como el Primer Mar de la Creación, anterior al múrica y al argonauta. Sólo el Caribe, pululante de existencias, sin embargo, cobraba a veces un tal aspecto de océano deshabitado. Como urgidos por un misterioso menester, los peces huían de la superficie, hundíanse las medusas, desaparecían los sargazos, quedando solamente, frente al hombre, lo que traducía en valores de infinito: el siempre aplazado deslinde del horizonte; el espacio, y, más allá del espacio, las estrellas presentes en un cielo cuyo mero enunciado verbal recobraba la aplastante majestad que tuviera la palabra, alguna vez, para quienes la inventaron —acaso la primera inventada después de las que apenas empezaban a definir el dolor, el miedo o el hambre. Aquí, sobre un mar yermo, el cielo cobraba un peso enorme, con aquellas constelaciones vistas desde siempre, que el ser humano había ido aislando y nombrando a través de los siglos, proyectando sus propios mitos en lo inalcanzable, ajustando las posiciones de las estrellas al contorno de las figuras que poblaban sus ocurrencias de perpetuo inventor de fábulas. Había como una osadía infantil en eso de llenar el firmamento de Osas, Canes, Toros y Leones —pensaba Sofía, acodada en la borda del Arrow, de cara a la noche. Pero era un modo de simplificar la eternidad; de encerrarla en preciosos libros de estampas como aquel, de mapas celestiales, que había quedado en la biblioteca familiar, en cuyas planchas parecían librar tremebundos combates los centauros con los escorpiones, las águilas con los dragones. Por el nombre de las constelaciones remontábase el hombre al lenguaje de sus primeros mitos, permaneciéndole tan fiel que cuando aparecieron las gentes de Cristo, no hallaron cabida en un cielo totalmente habitado por gentes paganas. Las estrellas habían sido dadas a Andrómeda y Perseo, a Hércules y Casiopea. Había títulos de propiedad, suscritos a tenor de abolengo, que eran intransferibles a simples pescadores del Lago Tiberiades —pescadores que no necesitaban de astros, además, para llevar sus barcos a donde Alguien, próximo a verter su sangre, forjaría una religión ignorante de los astros... Cuando palidecieron las Pléyades y se hizo la luz, millares de yelmos jaspeados avanzaban hacia la nave, sombreando largos festones rojos que bajo el agua dibujaban las siluetas de guerreros extrañamente medievales, por su ineludible estampa de infantes lombardos vestidos de cotas agujereadas —que a tejido de cotas se asemejaban las hebras marinas encontradas por el camino y que traían atravesados, de hombro a cadera, de cuello a rodilla, de oreja a muslos, aquellos personajes, cruzados por astillas de luz, que el capitán Dexter llamaba men-of-war. El ejército sumergido se abría al paso del velero, cerrando sus filas después, en una marcha silenciosa, venida de lo ignoto, que proseguía durante días y días, hasta que las cabezas les reventaran bajo el sol y los festones se consumieran en su propia corrosión..."




sábado, 18 de abril de 2015

Aniversario del fallecimiento de Daphne du Maurier

El 19 de abril de 1989, fallecía en Cornualles, Inglaterra, la escritora Daphne du Maurier, descendiente de una importante y adinerada  família de artistas y literatos que propiciaron su formación como escritora. Tras estudiar en Londres y París, inició su andadura como novelista en 1928, consagrándose 10 años después con la que sería su obra más famosa,"Rebeca", de la que Hitchcock dirigió una estupenda versión cinematográfica.





Fotografía: Daphne DuMaurier at her desk. Photograph: Hans Wild/Time Life Pictures/Getty Images


¿Quién no recuerda este inicio de la novela y voz en off de la película?...

"Anoche soñé que volvía a Manderley, me encontraba ante la verja pero no podía entrar, porque el camino estaba cerrado. Entonces, como todos los que sueñan, me sentí poseída de un poder sobrenatural y atravesé como un espíritu la barrera que se alzaba ante mí. El camino iba serpenteando, retorcido y tortuoso como siempre... pero a medida que avanzaba, me di cuenta del cambio que se había operado; la naturaleza había vuelto a lo que fue suyo y poco a poco se había posesionado del camino con sus tenaces dedos. El pobre hilillo que había sido nuestro camino avanzaba y finalmente allí, estaba Manderley. Manderley reservado y silencioso. El tiempo no había podido desfigurar la perfecta simetría de sus muros.
La luz de la luna puede jugar con la imaginación. De pronto me pareció ver luz en las ventanas... Pero una nube cubrió de repente la luna y se detuvo un instante, como una mano sombría escondiendo un rostro. La ilusión se fue con ella y las luces de las ventanas se extinguieron. Veía un caserón desolado, sin que el menor murmullo del pasado rozara sus imponentes muros. Nunca podremos volver a Manderley, esto es seguro. Pero algunas veces, en mi sueños, vuelvo allí, a los extraño días de mi vida, que para mí empezaron en el sur de Francia..."




Abril

"La noche de abril en la que llegué estaba cargada de nubes y preñada de lluvia. Los contornos plateados de la ciudad, tenues, intrépidos, se alzaban por encima de una niebla desvaída, casi cantando hacia el cielo. Delicada y con finas nervaduras, una torrecilla gótica trepaba por las nubes. La esfera anaranjada del iluminado reloj del ayuntamiento parecía colgar en el aire de un cable invisible. En torno a la estación había un olor, dulce y seco, a hulla, jazmín y fragantes praderas."

Así empieza, "Abril" de Joseph Roth, recientemente publicada por la editorial Acantilado, una historia de amor que se lee en un soplo por lo breve y liviana que es, y cuyo inicio marca perfectamente el tono que vamos a encontrar al largo del relato.

Parece que Roth haya cogido paleta, unos cuantos colores que utilizará puros a veces  y bien mezclados otras,  una considerable variedad de pinceles de diferentes grosores pero de la misma suavidad y se haya dedicado a pintar un lienzo, componiendo un cuadro en el que se mezclan impresiones y detalles, explosiones de color y claroscuros, realismo y abstracción.

Con frases breves, muy descriptivas, imágenes que rozan y juegan con la poesía, el autor desarrolla una historia de amor narrada por el propio protagonista, fascinado por una muchacha que ve asomada a una ventana, y que se convertirá en su objeto de deseo.
Mientras leemos su historia, andaremos por las calles y jardines dónde transcurre la acción, guiados de la mano del protagonista que dirigirá nuestra mirada hacia donde a él le interesa, sumergiéndonos en su andadura y viviéndola con él. 

Una historia que se funde en el paladar del lector con el deleite de un bocado exquisito, pero que sorprende al final, con un desenlace totalmente imprevisible...







viernes, 17 de abril de 2015

"Botella al mar para el dios de las palabras", Gabriel García Márquez

Recordando al gran Gabriel García Márquez cuando se cumple el primer año de su fallecimiento :

"A mis 12 años de edad estuve a punto de ser atropellado por una bicicleta. Un señor cura que pasaba me salvó con un grito: «¡Cuidado!»

El ciclista cayó a tierra. El señor cura, sin detenerse, me dijo: «¿Ya vio lo que es el poder de la palabra?» Ese día lo supe. Ahora sabemos, además, que los mayas lo sabían desde los tiempos de Cristo, y con tanto rigor que tenían un dios especial para las palabras.

Nunca como hoy ha sido tan grande ese poder. La humanidad entrará en el tercer milenio bajo el imperio de las palabras. No es cierto que la imagen esté desplazándolas ni que pueda extinguirlas. Al contrario, está potenciándolas: nunca hubo en el mundo tantas palabras con tanto alcance, autoridad y albedrío como en la inmensa Babel de la vida actual. Palabras inventadas, maltratadas o sacralizadas por la prensa, por los libros desechables, por los carteles de publicidad; habladas y cantadas por la radio, la televisión, el cine, el teléfono, los altavoces públicos; gritadas a brocha gorda en las paredes de la calle o susurradas al oído en las penumbras del amor. No: el gran derrotado es el silencio. Las cosas tienen ahora tantos nombres en tantas lenguas que ya no es fácil saber cómo se llaman en ninguna. Los idiomas se dispersan sueltos de madrina, se mezclan y confunden, disparados hacia el destino ineluctable de un lenguaje global.

La lengua española tiene que prepararse para un oficio grande en ese porvenir sin fronteras. Es un derecho histórico. No por su prepotencia económica, como otras lenguas hasta hoy, sino por su vitalidad, su dinámica creativa, su vasta experiencia cultural, su rapidez y su fuerza de expansión, en un ámbito propio de 19 millones de kilómetros cuadrados y 400 millones de hablantes al terminar este siglo. Con razón un maestro de letras hispánicas en Estados Unidos ha dicho que sus horas de clase se le van en servir de intérprete entre latinoamericanos de distintos países. Llama la atención que el verbo pasar tenga 54 significados, mientras en la República de Ecuador tienen 105 nombres para el órgano sexual masculino, y en cambio la palabra condoliente, que se explica por sí sola, y que tanta falta nos hace, aún no se ha inventado. A un joven periodista francés lo deslumbran los hallazgos poéticos que encuentra a cada paso en nuestra vida doméstica. Que un niño desvelado por el balido intermitente y triste de un cordero dijo: «Parece un faro». Que una vivandera de la Guajira colombiana rechazó un cocimiento de toronjil porque le supo a Viernes Santo. Que don Sebastián de Covarrubias, en su diccionario memorable, nos dejó escrito de su puño y letra que el amarillo es «la color» de los enamorados. ¿Cuántas veces no hemos probado nosotros mismos un café que sabe a ventana, un pan que sabe a rincón, una cerveza que sabe a beso?

Son pruebas al canto de la inteligencia de una lengua que desde hace tiempo no cabe en su pellejo. Pero nuestra contribución no debería ser la de meterla en cintura, sino al contrario, liberarla de sus fierros normativos para que entre en el siglo venturo como Pedro por su casa. En ese sentido me atrevería a sugerir ante esta sabia audiencia que simplifiquemos la gramática antes de que la gramática termine por simplificarnos a nosotros. Humanicemos sus leyes, aprendamos de las lenguas indígenas a las que tanto debemos lo mucho que tienen todavía para enseñarnos y enriquecernos, asimilemos pronto y bien los neologismos técnicos y científicos antes de que se nos infiltren sin digerir, negociemos de buen corazón con los gerundios bárbaros, los qués endémicos, el dequeísmo parasitario, y devuélvamos al subjuntivo presente el esplendor de sus esdrújulas: váyamos en vez de vayamos, cántemos en vez de cantemos, o el armonioso muéramos en vez del siniestro muramos. Jubilemos la ortografía, terror del ser humano desde la cuna: enterremos las haches rupestres, firmemos un tratado de límites entre la ge y jota, y pongamos más uso de razón en los acentos escritos, que al fin y al cabo nadie ha de leer lagrima donde diga lágrima ni confundirá revólver con revolver. ¿Y qué de nuestra be de burro y nuestra ve de vaca, que los abuelos españoles nos trajeron como si fueran dos y siempre sobra una?

Son preguntas al azar, por supuesto, como botellas arrojadas a la mar con la esperanza de que le lleguen al dios de las palabras. A no ser que por estas osadías y desatinos, tanto él como todos nosotros terminemos por lamentar, con razón y derecho, que no me hubiera atropellado a tiempo aquella bicicleta providencial de mis 12 años."



"Botella al mar para el dios de las palabras", Gabriel García Márquez 





miércoles, 15 de abril de 2015

Recordando a Henry James

En el aniversario del nacimiento del magistral escritor norteamericano Henry James, el 15 de abril de 1843, en Nueva York, queremos recordarlo con un fragmento del inicio de una de sus mejores novelas, "Retrato de una dama" :

“Era la hora dedicada a la ceremonia del té de la tarde y sabido es que, en determinadas circunstancias, hay en la vida muy pocas horas que puedan compararse a ésa por el agrado y atractivo que ofrece a quienes saben disfrutarla. Hay momentos en los cuales, se tome o no se tome té -cosa que, desde luego, algunos no hacen jamás-, la situación constituye por sí misma una verdadera delicia. Las personas que están presentes en mi imaginación al intentar escribir la primera página de esta sencilla historia ofrecían a la vista un cuadro admirablemente ilustrador del disfrute de tan inocente pasatiempo. Los utensilios de ágape tan parco e íntimo se hallaban dispuestos sobre el tierno césped de una antigua casa de campo inglesa durante una hora que yo calificaría de momento supremo de una espléndida tarde de verano. Se había desvanecido parte de dicha tarde, pero aún quedaba de ella bastante, que era precisamente su parte de más bella y extraordinaria calidad. Faltaban todavía algunas horas para el verdadero atardecer, más el torrente de intensa luz de verano había empezado ya a decrecer, se había vuelto más suave el aire, y las sombras, como desperezándose, se iban estirando poco a poco sobre la tupida y tierna hierba. Era, como decimos, pausado su alargamiento, y el escenario de la naturaleza contribuía a favorecer el nacimiento de ese estado de ánimo, de solaz y abandono, que constituye la fuente principal de placer en semejante actividad y a semejante hora. Puede decirse que el intervalo de tiempo comprendido entre las cinco y las ocho de la tarde de un día estival es a veces una pequeña eternidad; mas en momentos como éste cabe afirmar que es y no puede ser más que una eternidad de placer. Los participantes en la misma parecían estar disfrutando tranquilamente de él, y, por añadidura, no eran de los pertenecientes al sexo que se supone proporciona el mayor número de adeptos a tales ceremonias. Sobre el perfecto prado se recortaban unas sombras rectas y angulosas, que eran la de un hombre ya viejo, sentado en un profundo sillón de mimbre cerca de la mesa donde se había servido el té, y las de un par de jóvenes que iban de un lado para otro en presencia del anciano mientras mantenían con él una conversación, por parte de ellos completamente deshilvanada…”







martes, 14 de abril de 2015

"El libro es un bien artificioso y sofisticado, más inevitable que imprescindible. La destrucción de los libros, uno de los viejos vicios de la humanidad, no acaba con la existencia de su especie, y quizá la triste imposición de la lectura haya causado más bajas entre los lectores que el deseo de su erradicación como costumbre perniciosa. El libro transporta conocimientos del mismo modo que transporta sentimientos. Como un ADN externo al cuerpo del hombre, se renueva, pero sin dejar de arrastrar entre las páginas de cada ejemplar el inevitable peso de la cultura humana, de lo que somos y de nuestro devenir, virtudes y defectos incluidos. El libro es un juguete sagrado que, como todos los juegos, simboliza la vida (la simboliza, no puede sustituirla). Depara a los lectores, en paralelo a ella, cualquiera de los sentimientos o conocimientos que la vida nos ofrece, da igual que los consideremos positivos o negativos, verdaderos o falsos. Y entre esos sentimientos está también el más enigmático de todos: el amor.

La vida es así. Al fondo, no lo olviden, sonríe la muerte". 

Fragmento de "El mito de los libros", de Javier Azpeitia, en "Libro de libros", 451 Editores 






jueves, 9 de abril de 2015

"Morelliana.


¿Por qué escribo esto? No tengo ideas claras, ni siquiera tengo ideas. Hay jirones, impulsos, bloques, y todo busca una forma, entonces entra en juego el ritmo y yo escribo dentro de este ritmo, escribo por él, movido por él y no por eso que llaman el pensamiento y que hace la prosa literaria u otra. Hay primero una situación confusa, que sólo puede definirse en la palabra; de esa penumbra parto, y si lo que quiero decir (si lo que quiere decirse) tiene suficiente fuerza, inmediatamente se inicia el swing, un balanceo rítmico que me saca a la superficie, lo ilumina todo, conjuga esa materia confusa y el que la padece en una tercera instancia clara y como fatal: la frase, el párrafo, la página, el capítulo, el libro. Ese balanceo, ese swing en el que se va informando la materia confusa, es para mí la única certidumbre de su necesidad, porque apenas cesa comprendo que no tengo ya nada que decir. Y también es la única recompensa de mi trabajo: sentir que lo que he escrito es como un lomo de gato bajo la caricia, con chispas y un arquearse cadencioso. Así por la escritura bajo el volcán, me acerco a las Madres, me conecto con el Centro -sea lo que sea. Escribir es dibujar mi mandala y a la vez recorrerlo, inventar la purificación purificándose; tarea de pobre shamán blanco con calzoncillos de nylon."


Capítulo 82, Rayuela., Julio Cortázar 

Fotografía de Joel Robinson 





Un original cuento de Mario Benedetti

Mucho gusto, Mario Benedetti

"Se habían encontrado en la barra de un bar, cada uno frente a una jarra de cerveza, y habían empezado a conversar al principio, como es lo normal, sobre el tiempo y la crisis; luego, de temas varios, y no siempre racionalmente encadenados. Al parecer, el flaco era escritor, el otro, un señor cualquiera. No bien supo que el flaco era literato, el señor cualquiera, empezó a elogiar la condición de artista, eso que llamaba el sencillo privilegio de poder escribir.

 -No crea que es algo tan estupendo -dijo el Flaco-, también hay momentos de profundo desamparo en lo que se llega a la conclusión de que todo lo que se ha escrito es una basura; probablemente no lo sea, pero uno así lo cree. Sin ir más lejos, no hace mucho, junté todos mis inéditos, o sea un trabajo de varios años, llamé a mi mejor amigo y le dije: Mira, esto no sirve, pero comprenderás que para mí es demasiado doloroso destruirlo, así que hazme un favor; quémalos; júrame que lo vas a quemar, y me lo juró.

El señor cualquiera quedó muy impresionado ante aquel gesto autocrítico, pero no se atrevió a hacer ningún comentario. Tras un buen rato de silencio, se rascó la nuca y empinó la jarra de cerveza.
 
-Oiga, don -dijo sin pestañear-, hace rato que hemos hablado y ni siquiera nos hemos presentado, mi nombre es Ernesto Chávez, viajante de comercio -y le tendió la mano.

-Mucho gusto -dijo el otro, oprimiéndola con sus dedos huesudos-, Franz Kafka, para servirle."



Imagen de Ruth Diskin Films.



domingo, 5 de abril de 2015

Una mujer de recursos

Elizabeth Forsythe Hailey, la autora de "Una mujer de recursos", publicada por Libros del Asteroide, explica en el Prólogo de su novela, que la única vez en su vida que se apuntó a un curso de escritura creativa, el profesor la aprobó simplemente porque era nuevo y no quería suspender a nadie. Afortunadamente, la experiencia no echó para atrás a nuestra decidida escritora que ya en la cuarentena publicó su primera novela. 

Posiblemente sintiendo el peso de la narrativa excesivo para empezar su aventura literaria, decidió que se serviría del género epistolar para construir su primera obra y la verdad es que fue un acierto pleno.

"Una mujer de recursos" recrea la vida de la abuela de Forsythe Hailey, a través de las que podrían haber sido las cartas que ella escribiera a sus distintos familiares y amigos.
No resulta fácil mantener el interés constante de una historia contada de modo epistolar, pero en esta novela, no hay un solo momento en que las vicisitudes de la protagonista no nos mantengan en atención constante.

"Una mujer de recursos" es el título pero también podría ser el argumento reducido a la mínima expresión. Bess Steed es la protagonista total y absoluta de esta conmovedora historia. Un personaje fascinante, tremendamente humano que sabe ir superando los distintos embates de la vida con una vitalidad, un optimismo y una actitud envidiables. Decidida y moderna para su época, Bess quiere aprender, viajar, conocer mundo. Sin dejar por un momento de ser esposa y madre, moviéndose siempre en los límites de lo socialmente correcto, Bess intenta aprovechar cada experiencia y cada oportunidad de su vida al máximo. Disfruta de la música, el teatro, la literatura...Siempre con la mirada puesta en el horizonte, pero los pies bien asentados en la tierra. Bess es práctica, lista, administra con inteligencia sus bienes y sus negocios. Es una esposa enamorada y fiel, pero eso no le impide tener un sentido más amplio y más libre de lo que significa amar. 

A lo largo de la novela vamos cayendo rendidos a los pies de esta mujer admirable, que representa a miles de mujeres de su generación, ávidas por poder realizar sus sueños en una época, (principios del siglo XX), en la que no lo tenían nada fácil; pero su historia y su mensaje trascienden en el tiempo y son toda una lección de vida vigente hoy, y en el futuro.

"Una vida no es suficiente para todas las lecciones que hay que aprender.¡Gracias a Dios por los nietos! Me gustaría que en mi epitafio pusiera: "Continuará""





viernes, 3 de abril de 2015

Aniversario del nacimiento de Washington Irving

El 3 de abril de 1783 nacía en New York, el que, probablemente fue, el primer escritor estadounidense que alcanzó renombre internacional: Washington Irving. Suyas son obras tan conocidas como los "Cuentos de la Alhambra", "Rip Van Winkle" o "Sleepy Hollow" de la que aquí reproducimos un fragmento:


"En toda la región abundan las leyendas locales, los lugares encantados y las supersticiones. Las estrellas fugaces y los meteoros aparecen con más frecuencia aquí que en ninguna otra parte del país; los monstruos parecen haber elegido este lugar como escenario favorito de sus reuniones. Sin embargo, el espíritu dominante que aparece en estas regiones encantadas es un jinete sin cabeza. Se dice que es el espíritu de un soldado de las tropas del gran duque de Hesse al que una bala de cañón le arrancó la cabeza, en una batalla sin nombre, durante una revolución; los campesinos lo ven siempre corriendo por las noches, como si viajara en alas del viento. Sus excursiones no se limitan al valle, sino que a veces se extienden por los caminos adyacentes, especialmente hasta cerca de una iglesia cercana. Algunos de los más fidedignos historiadores de estas regiones, que han coleccionado y examinado cuidadosamente las versiones acerca de este espectro, afirman que el cuerpo del soldado fue enterrado en la iglesia, que su espíritu vuelve a caballo al escenario de la batalla en busca de su cabeza y que la fantástica velocidad con que atraviesa el valle se debe a que ha perdido mucho tiempo y tiene que apresurarse para entrar en el cementerio antes de la aurora."