domingo, 8 de julio de 2018

"Verde agua", Marisa Madieri


"En cada palabra dada y recibida, en cada gesto y pensamiento, en cada fragmento incluso breve y casual de nuestra existencia y de la de los otros, hay algo de precario y algo de ineluctable, de caduco y de indestructible"
Verde agua, Marisa Madieri, editorial minúscula

Estoy leyendo a Madieri. Me dejo llevar por su prosa limpia, acompasada, transparente, tan simple en apariencia, tan profunda en realidad.
Voy conociendo su historia familiar. Me presenta a sus abuelas, imagino "mammas" inmensas, severas, protectoras y a la vez exigentes, alguna más ambiciosa e implacable que otra, alguna más cálida y dulce; todas fuertes y luchadoras, almas y motores de sus clanes familiares. Junto a ellas, apenas esbozados, transitan en discreto segundo plano, los integrantes masculinos del árbol genealógico. Esta es básicamente la historia de un matriarcado que Marisa Madieri va desgranando en forma de íntimo diario, pero es también la historia de su infancia, su juventud y su madurez, la historia de su exilio, de su huida junto a sus padres y hermana de la Fiume entregada a la antigua Yugoslavia tras la Segunda Guerra Mundial y su llegada a los Silos de Trieste que pasarán a ser su mal llamado hogar, en realidad, el punto de acogida de unos refugiados que serán extraños en su propia tierra y que deberán luchar por su vida y su trabajo.
Madieri nos explica su periplo vital desde una voz adulta pero basada en el recuerdo visto a través de sus ojos de niña. Una niña que no vive ajena a los dramas y estrecheces que padecerán ella y sus compatriotas exiliados pero que también fijará en su memoria los recuerdos más familiares y entrañables que la acompañarán a lo largo de su vida.
Con especial cariño, nostalgia y devoción, la autora retrata la figura de su madre, mujer entregada por completo al cuidado y a la educación de sus hijas, por las que sacrificará sus propias ambiciones e ilusiones personales. Uno de los pasajes más emotivos y hermosos de este libro es precisamente el que nos habla del color "Verde agua" que da título al libro y la relación que tiene con una conmovedora anécdota en la infancia de Madieri, protagonizada por su madre.
Fluye la prosa de Marisa al compás que marca ese mar omnipresente en su obra, mar amado y añorado que marca el ritmo de la escritura, mientras que el tono viene condicionado por el estado de ánimo de la que escribe, posiblemente enferma; con total seguridad, temerosa de morir.
Absolutamente cautivada sigo leyendo y llego al capítulo en el que Madieri recuerda a su madre muerta:

"En aquellas arrugas semejantes a las marcas que el mar deja sobre la arena, en aquellas facciones antiguas e irreconocibles, en aquellos cabellos obstinadamente tupidos y vigorosos, veía, como en 'Siddharta', los surcos de la tierra, la ilusión del tiempo, los ríos, los árboles y las ciudades de mi vida, los caminos que su caridad había trazado, los pétalos blancos de mis violetas de la infancia, el amor tenaz y doloroso que sus besos me habían enseñado."

Siento un fogonazo en mi interior, algo que se quiebra muy dentro de mi y me quedo con la vista clavada en el texto. Leo, releo, vuelvo a leer y no puedo avanzar. Me he quedado atrapada en sus palabras. Siento que ha verbalizado lo que yo sentí una vez...Necesito volver a empezar este diario desde el principio. Y lo hago. Y todo adquiere un nuevo color, nuevos matices y texturas en los que pararse, ahondar, saborear hasta exprimir la última gota de sentimiento. ¡Qué grande es Madieri! Cómo la entiendo y conecto con ella. Qué tristeza saber de su destino. Qué melancolía me atrapa ante esta pérdida anunciada...

"Verde agua" es verde mar, verde infancia, verde esperanza. Es puro y simple amor. Posiblemente sea el color de la eternidad.



Fotografía de Boulevard literario       



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