Páginas

miércoles, 29 de enero de 2014

Aniversario del nacimiento de Anton Chejov

Anton Chejov nació el 29 de enero de 1860 en Taganrog, una ciudad a orillas del mar de Azov. Empezó muy joven su actividad literaria para ayudar económicamente a su familia, de manera que , entre 1882 y 1887 llegó a publicar unos 600 cuentos, además de crónicas y artículos críticos. Fueron estos cuentos, junto a su producción teatral lo que convirtieron a Chejov en uno de los más importantes escritores rusos, reconocido triunvirato con Dostoievski y Tolstoi.
Chejov decía de si mismo que "sé hablar con pocas frases de cosas largas", y realmente es lo que caracteriza su literatura. Conciso, breve, sin artificios ni retórica vacía, Chejov cuenta lo que ve, tal como lo ve, con una ironía suave, un dramatismo tenue que envuelve la vida de los personajes que retrata en pequeñas estampas magistrales de las clases media y baja.
Hace unos años, en un programa de televisión en el que se debatía sobre el cuento, la gran Ana María Matute, al ser preguntada por sus gustos en cuanto a dicho género, nombró a Chejov y puso como ejemplo de relato, "Vanka", la triste historia de un muchacho separado de su abuelo al que escribe cada noche con la esperanza de ser leído, ignorando que sus cartas no llegarán jamás a su destino. Ya sólo por la recomendación de Matute hay que leer "Vanka". Es realmente un sencillo, emotivo y bello cuento de los que se nos quedan para siempre grabados en la memoria : 

Vanka
[Cuento. Texto completo.]

Anton Chejov

Vanka Chukov, un muchacho de nueve años, a quien habían colocado hacía tres meses en casa del zapatero Alojin para que aprendiese el oficio, no se acostó la noche de Navidad.

Cuando los amos y los oficiales se fueron, cerca de las doce, a la iglesia para asistir a la misa del Gallo, cogió del armario un frasco de tinta y un portaplumas con una pluma enrobinada, y, colocando ante él una hoja muy arrugada de papel, se dispuso a escribir.

Antes de empezar dirigió a la puerta una mirada en la que se pintaba el temor de ser sorprendido, miró el icono oscuro del rincón y exhaló un largo suspiro.

El papel se hallaba sobre un banco, ante el cual estaba él de rodillas.

«Querido abuelo Constantino Makarich -escribió-: Soy yo quien te escribe. Te felicito con motivo de las Navidades y le pido a Dios que te colme de venturas. No tengo papá ni mamá; sólo te tengo a ti...

Vanka miró a la oscura ventana, en cuyos cristales se reflejaba la bujía, y se imaginó a su abuelo Constantino Makarich, empleado a la sazón como guardia nocturno en casa de los señores Chivarev. Era un viejecito enjuto y vivo, siempre risueño y con ojos de bebedor. Tenía sesenta y cinco años. Durante el día dormía en la cocina o bromeaba con los cocineros, y por la noche se paseaba, envuelto en una amplia pelliza, en torno de la finca, y golpeaba de vez en cuando con un bastoncillo una pequeña plancha cuadrada, para dar fe de que no dormía y atemorizar a los ladrones. Lo acompañaban dos perros: Canelo y Serpiente. Este último se merecía su nombre: era largo de cuerpo y muy astuto, y siempre parecía ocultar malas intenciones; aunque miraba a todo el mundo con ojos acariciadores, no le inspiraba a nadie confianza. Se adivinaba, bajo aquella máscara de cariño, una perfidia jesuítica.

Le gustaba acercarse a la gente con suavidad, sin ser notado, y morderla en las pantorrillas. Con frecuencia robaba pollos de casa de los campesinos. Le pegaban grandes palizas; dos veces había estado a punto de morir ahorcado; pero siempre salía con vida de los más apurados trances y resucitaba cuando lo tenían ya por muerto.

En aquel momento, el abuelo de Vanka estaría, de fijo, a la puerta, y mirando las ventanas iluminadas de la iglesia, embromaría a los cocineros y a las criadas, frotándose las manos para calentarse. Riendo con risita senil les daría vaya a las mujeres.

-¿Quiere usted un polvito? -les preguntaría, acercándoles la tabaquera a la nariz.

Las mujeres estornudarían. El viejo, regocijadísimo, prorrumpiría en carcajadas y se apretaría con ambas manos los ijares.

Luego les ofrecería un polvito a los perros. El Canelo estornudaría, sacudiría la cabeza, y, con el gesto huraño de un señor ofendido en su dignidad, se marcharía. El Serpiente, hipócrita, ocultando siempre sus verdaderos sentimientos, no estornudaría y menearía el rabo.

El tiempo sería soberbio. Habría una gran calma en la atmósfera, límpida y fresca. A pesar de la oscuridad de la noche, se vería toda la aldea con sus tejados blancos, el humo de las chimeneas, los árboles plateados por la escarcha, los montones de nieve. En el cielo, miles de estrellas parecerían hacerle alegres guiños a la Tierra. La Vía Láctea se distinguiría muy bien, como si, con motivo de la fiesta, la hubieran lavado y frotado con nieve...

Vanka, imaginándose todo esto, suspiraba.

Tomó de nuevo la pluma y continuó escribiendo:

«Ayer me pegaron. El maestro me cogió por los pelos y me dio unos cuantos correazos por haberme dormido arrullando a su nene. El otro día la maestra me mandó destripar una sardina, y yo, en vez de empezar por la cabeza, empecé por la cola; entonces la maestra cogió la sardina y me dio en la cara con ella. Los otros aprendices, como son mayores que yo, me mortifican, me mandan por vodka a la taberna y me hacen robarle pepinos a la maestra, que, cuando se entera, me sacude el polvo. Casi siempre tengo hambre. Por la mañana me dan un mendrugo de pan; para comer, unas gachas de alforfón; para cenar, otro mendrugo de pan. Nunca me dan otra cosa, ni siquiera una taza de té. Duermo en el portal y paso mucho frío; además, tengo que arrullar al nene, que no me deja dormir con sus gritos... Abuelito: sé bueno, sácame de aquí, que no puedo soportar esta vida. Te saludo con mucho respeto y te prometo pedirle siempre a Dios por ti. Si no me sacas de aquí me moriré.»

Vanka hizo un puchero, se frotó los ojos con el puño y no pudo reprimir un sollozo.

«Te seré todo lo útil que pueda -continuó momentos después-. Rogaré por ti, y si no estás contento conmigo puedes pegarme todo lo que quieras. Buscaré trabajo, guardaré el rebaño. Abuelito: te ruego que me saques de aquí si no quieres que me muera. Yo escaparía y me iría a la aldea contigo; pero no tengo botas, y hace demasiado frío para ir descalzo. Cuando sea mayor te mantendré con mi trabajo y no permitiré que nadie te ofenda. Y cuando te mueras, le rogaré a Dios por el descanso de tu alma, como le ruego ahora por el alma de mi madre.

«Moscú es una ciudad muy grande. Hay muchos palacios, muchos caballos, pero ni una oveja. También hay perros, pero no son como los de la aldea: no muerden y casi no ladran. He visto en una tienda una caña de pescar con un anzuelo tan hermoso que se podrían pescar con ella los peces más grandes. Se venden también en las tiendas escopetas de primer orden, como la de tu señor. Deben costar muy caras, lo menos cien rublos cada una. En las carnicerías venden perdices, liebres, conejos, y no se sabe dónde los cazan.

«Abuelito: cuando enciendan en casa de los señores el árbol de Navidad, coge para mí una nuez dorada y escóndela bien. Luego, cuando yo vaya, me la darás. Pídesela a la señorita Olga Ignatievna; dile que es para Vanka. Verás cómo te la da.»

Vanka suspira otra vez y se queda mirando a la ventana. Recuerda que todos los años, en vísperas de la fiesta, cuando había que buscar un árbol de Navidad para los señores, iba él al bosque con su abuelo. ¡Dios mío, qué encanto! El frío le ponía rojas las mejillas; pero a él no le importaba. El abuelo, antes de derribar el árbol escogido, encendía la pipa y decía algunas chirigotas acerca de la nariz helada de Vanka. Jóvenes abetos, cubiertos de escarcha, parecían, en su inmovilidad, esperar el hachazo que sobre uno de ellos debía descargar la mano del abuelo. De pronto, saltando por encima de los montones de nieve, aparecía una liebre en precipitada carrera. El abuelo, al verla, daba muestras de gran agitación y, agachándose, gritaba:

-¡Cógela, cógela! ¡Ah, diablo!

Luego el abuelo derribaba un abeto, y entre los dos lo trasladaban a la casa señorial. Allí, el árbol era preparado para la fiesta. La señorita Olga Ignatievna ponía mayor entusiasmo que nadie en este trabajo. Vanka la quería mucho. Cuando aún vivía su madre y servía en casa de los señores, Olga Ignatievna le daba bombones y le enseñaba a leer, a escribir, a contar de uno a ciento y hasta a bailar. Pero, muerta su madre, el huérfano Vanka pasó a formar parte de la servidumbre culinaria, con su abuelo, y luego fue enviado a Moscú, a casa del zapatero Alajin, para que aprendiese el oficio...

«¡Ven, abuelito, ven! -continuó escribiendo, tras una corta reflexión, el muchacho-. En nombre de Nuestro Señor te suplico que me saques de aquí. Ten piedad del pobrecito huérfano. Todo el mundo me pega, se burla de mí, me insulta. Y, además, siempre tengo hambre. Y, además, me aburro atrozmente y no hago más que llorar. Anteayer, el ama me dio un pescozón tan fuerte que me caí y estuve un rato sin poder levantarme. Esto no es vivir; los perros viven mejor que yo... Recuerdos a la cocinera Alena, al cochero Egorka y a todos nuestros amigos de la aldea. Mi acordeón guárdalo bien y no se lo dejes a nadie. Sin más, sabes que te quiere tu nieto

                                         VANKA CHUKOV

Ven en seguida, abuelito.»

Vanka plegó en cuatro dobleces la hoja de papel y la metió en un sobre que había comprado el día anterior. Luego, meditó un poco y escribió en el sobre la siguiente dirección:

«En la aldea, a mi abuelo.»

Tras una nueva meditación, añadió:

«Constantino Makarich.»

Congratulándose de haber escrito la carta sin que nadie lo estorbase, se puso la gorra, y, sin otro abrigo, corrió a la calle.

El dependiente de la carnicería, a quien aquella tarde le había preguntado, le había dicho que las cartas debían echarse a los buzones, de donde las recogían para llevarlas en troika a través del mundo entero.

Vanka echó su preciosa epístola en el buzón más próximo...

Una hora después dormía, mecido por dulces esperanzas.

Vio en sueños la cálida estufa aldeana. Sentado en ella, su abuelo les leía a las cocineras la carta de Vanka. El perro Serpiente se paseaba en torno de la estufa y meneaba el rabo...



domingo, 19 de enero de 2014

Aniversario del nacimiento de Edgar Allan Poe

Cuenta el realizador de cine y televisión Narciso Ibáñez Serrador en el Prólogo a una vieja edición de cuentos de Poe, que con motivo de una serie de televisión que él iba a grabar sobre narraciones de Edgar Alan Poe , un periodista le preguntó si él encontraba algún valor positivo en este tipo de cuentos de miedo: "¿Cree usted sinceramente que la literatura de terror tiene algún mérito?. Contesté que sí, que creía que los hombres necesitábamos del terror. Nadie es tan impresionable como los niños, que en la oscuridad de la noche se asustan de los ruidos, los murmullos, las sombras, hasta del mismo silencio. No, nadie se asusta más que un niño; por eso creo que los hombres a veces necesitamos del terror para asustarnos y sentirnos niños otra vez."
Edgar Allan Poe nació en Boston (EEUU) el 19 de enero de 1809. Sus relatos de terror han sido, son y serán referencia y fuente inagotable de inspiración para escritores de todas las épocas. El misterio, los sueños, las atmósferas asfixiantes, la obsesión por los crímenes y la muerte, los ambientes góticos en los que transcurren sus historias...fruto de su imaginación desbordante y enfermiza dieron como fruto narraciones como "El ojo delator", "La caída de la casa Usher", "El pozo y el péndulo","El gato negro" y tantos otros que se han convertido en auténticos clásicos del género, y cuya característica más inquietante es que a menudo el horror que describen  no procede del exterior sino que es el producto del despertar de nuestros propios fantasmas.
Aunque los cuentos de Poe son los que lo han convertido en el gran maestro del género gótico, hay que señalar que fue en realidad un poema el que le trajo la fama y el reconocimiento mundial. 
El 29 de enero de 1845 salió publicado en el New York Evening Mirror, "El Cuervo" que narra la misteriosa visita de un cuervo parlante a la casa de un amante afligido, y del lento descenso hacia la locura de este último. Aquí lo dejamos como homenaje a Poe:

        EL CUERVO 

       Una vez, al filo de una lúgubre media noche,
mientras débil y cansado, en tristes reflexiones embebido,

inclinado sobre un viejo y raro libro de olvidada ciencia,
cabeceando, casi dormido,
oyóse de súbito un leve golpe,
como si suavemente tocaran,
tocaran a la puerta de mi cuarto.
“Es —dije musitando— un visitante
tocando quedo a la puerta de mi cuarto.
Eso es todo, y nada más.”

¡Ah! aquel lúcido recuerdo
de un gélido diciembre;
espectros de brasas moribundas
reflejadas en el suelo;
angustia del deseo del nuevo día;
en vano encareciendo a mis libros
dieran tregua a mi dolor.
Dolor por la pérdida de Leonora, la única,
virgen radiante, Leonora por los ángeles llamada.
Aquí ya sin nombre, para siempre.

Y el crujir triste, vago, escalofriante
de la seda de las cortinas rojas
llenábame de fantásticos terrores
jamás antes sentidos.  Y ahora aquí, en pie,
acallando el latido de mi corazón,
vuelvo a repetir:
“Es un visitante a la puerta de mi cuarto
queriendo entrar. Algún visitante
que a deshora a mi cuarto quiere entrar.
Eso es todo, y nada más.”

Ahora, mi ánimo cobraba bríos,
y ya sin titubeos:
“Señor —dije— o señora, en verdad vuestro perdón
imploro,
mas el caso es que, adormilado
cuando vinisteis a tocar quedamente,
tan quedo vinisteis a llamar,
a llamar a la puerta de mi cuarto,
que apenas pude creer que os oía.”
Y entonces abrí de par en par la puerta:
Oscuridad, y nada más.

Escrutando hondo en aquella negrura
permanecí largo rato, atónito, temeroso,
dudando, soñando sueños que ningún mortal
se haya atrevido jamás a soñar.
Mas en el silencio insondable la quietud callaba,
y la única palabra ahí proferida
era el balbuceo de un nombre: “¿Leonora?”
Lo pronuncié en un susurro, y el eco
lo devolvió en un murmullo: “¡Leonora!”
Apenas esto fue, y nada más.

Vuelto a mi cuarto, mi alma toda,
toda mi alma abrasándose dentro de mí,
no tardé en oír de nuevo tocar con mayor fuerza.
“Ciertamente —me dije—, ciertamente
algo sucede en la reja de mi ventana.
Dejad, pues, que vea lo que sucede allí,
y así penetrar pueda en el misterio.
Dejad que a mi corazón llegue un momento el silencio,
y así penetrar pueda en el misterio.”
¡Es el viento, y nada más!

De un golpe abrí la puerta,
y con suave batir de alas, entró
un majestuoso cuervo
de los santos días idos.
Sin asomos de reverencia,
ni un instante quedo;
y con aires de gran señor o de gran dama
fue a posarse en el busto de Palas,
sobre el dintel de mi puerta.
Posado, inmóvil, y nada más.

Entonces, este pájaro de ébano
cambió mis tristes fantasías en una sonrisa
con el grave y severo decoro
del aspecto de que se revestía.
“Aun con tu cresta cercenada y mocha —le dije—,
no serás un cobarde,
hórrido cuervo vetusto y amenazador.
Evadido de la ribera nocturna.
¡Dime cuál es tu nombre en la ribera de la Noche Plutónica!”
Y el Cuervo dijo: “Nunca más.”

Cuánto me asombró que pájaro tan desgarbado
pudiera hablar tan claramente;
aunque poco significaba su respuesta.
Poco pertinente era. Pues no podemos
sino concordar en que ningún ser humano
ha sido antes bendecido con la visión de un pájaro
posado sobre el dintel de su puerta,
pájaro o bestia, posado en el busto esculpido
de Palas en el dintel de su puerta
con semejante nombre: “Nunca más.”

Mas el Cuervo, posado solitario en el sereno busto.
las palabras pronunció, como virtiendo
su alma sólo en esas palabras.
Nada más dijo entonces;
no movió ni una pluma.
Y entonces yo me dije, apenas murmurando:
“Otros amigos se han ido antes;
mañana él también me dejará,
como me abandonaron mis esperanzas.”
Y entonces dijo el pájaro: “Nunca más.”

Sobrecogido al romper el silencio
tan idóneas palabras,
“sin duda —pensé—, sin duda lo que dice
es todo lo que sabe, su solo repertorio, aprendido
de un amo infortunado a quien desastre impío
persiguió, acosó sin dar tregua
hasta que su cantinela sólo tuvo un sentido,
hasta que las endechas de su esperanza
llevaron sólo esa carga melancólica
de ‘Nunca, nunca más’.”

Mas el Cuervo arrancó todavía
de mis tristes fantasías una sonrisa;
acerqué un mullido asiento
frente al pájaro, el busto y la puerta;
y entonces, hundiéndome en el terciopelo,
empecé a enlazar una fantasía con otra,
pensando en lo que este ominoso pájaro de antaño,
lo que este torvo, desgarbado, hórrido,
flaco y ominoso pájaro de antaño
quería decir granzando: “Nunca más.”

En esto cavilaba, sentado, sin pronunciar palabra,
frente al ave cuyos ojos, como-tizones encendidos,
quemaban hasta el fondo de mi pecho.
Esto y más, sentado, adivinaba,
con la cabeza reclinada
en el aterciopelado forro del cojín
acariciado por la luz de la lámpara;
en el forro de terciopelo violeta
acariciado por la luz de la lámpara
¡que ella no oprimiría, ¡ay!, nunca más!

Entonces me pareció que el aire
se tornaba más denso, perfumado
por invisible incensario mecido por serafines
cuyas pisadas tintineaban en el piso alfombrado.
“¡Miserable —dije—, tu Dios te ha concedido,
por estos ángeles te ha otorgado una tregua,
tregua de nepente de tus recuerdos de Leonora!
¡Apura, oh, apura este dulce nepente
y olvida a tu ausente Leonora!”
Y el Cuervo dijo: “Nunca más.”

“¡Profeta!” —exclamé—, ¡cosa diabolica!
¡Profeta, sí, seas pájaro o demonio
enviado por el Tentador, o arrojado
por la tempestad a este refugio desolado e impávido,
a esta desértica tierra encantada,
a este hogar hechizado por el horror!
Profeta, dime, en verdad te lo imploro,
¿hay, dime, hay bálsamo en Galaad?
¡Dime, dime, te imploro!”
Y el cuervo dijo: “Nunca más.”

“¡Profeta! —exclamé—, ¡cosa diabólica!
¡Profeta, sí, seas pájaro o demonio!
¡Por ese cielo que se curva sobre nuestras cabezas,
ese Dios que adoramos tú y yo,
dile a esta alma abrumada de penas si en el remoto Edén
tendrá en sus brazos a una santa doncella
llamada por los ángeles Leonora,
tendrá en sus brazos a una rara y radiante virgen
llamada por los ángeles Leonora!”
Y el cuervo dijo: “Nunca más.”

“¡Sea esa palabra nuestra señal de partida
pájaro o espíritu maligno! —le grité presuntuoso.
¡Vuelve a la tempestad, a la ribera de la Noche Plutónica.
No dejes pluma negra alguna, prenda de la mentira
que profirió tu espíritu!
Deja mi soledad intacta.
Abandona el busto del dintel de mi puerta.
Aparta tu pico de mi corazón
y tu figura del dintel de mi puerta.
Y el Cuervo dijo: “Nunca más.”

Y el Cuervo nunca emprendió el vuelo.
Aún sigue posado, aún sigue posado
en el pálido busto de Palas.
en el dintel de la puerta de mi cuarto.
Y sus ojos tienen la apariencia
de los de un demonio que está soñando.
Y la luz de la lámpara que sobre él se derrama
tiende en el suelo su sombra. Y mi alma,
del fondo de esa sombra que flota sobre el suelo,
no podrá liberarse. ¡Nunca más!


sábado, 18 de enero de 2014

Aniversario del fallecimiento de Rudyard Kipling

Joseph Rudyard Kipling nació en Bombay el 30 de diciembre de 1865 y murió en Londres, el 18 de enero de 1936. Autor de relatos, cuentos infantiles, novelista y poeta, su talento como escritor ha pasado a la historia especialmente por el retrato de la vida y costumbres de los soldados británicos en las colonias de  la India, y sus descripciones sobre el imperialismo occidental que él conoció de primera mano. De entre todas sus obras, probablemente la que ha alcanzado mayor popularidad haya sido “El libro de la selva” (1894) ,de la que se han hecho adaptaciones cinematográficas , al igual que también se han llevado a la gran pantalla, otras obras como “Kim” (1901), ”If” (1895) o “El hombre que pudo reinar” (1888).
En 1907 ganó el Premio Nobel de Literatura convirtiéndose en el primer escritor británico al que se le concedía el preciado galardón, además de ser, hasta día de hoy, el ganador más joven (contaba con 42 años), que ha recibido nunca este premio.
El Nobel se le concedió «en consideración de su poder de observación, originalidad de imaginación, virilidad de ideas y un talento extraordinario para la narración que caracterizan las creaciones de este autor famoso a nivel mundial».
Indiscutiblemente, Kipling fue un agudo observador, un escritor talentoso e imaginativo pero no deja de ser chocante esa “virilidad de ideas” que se menciona en el otorgamiento del premio… Claro que esas palabras son de 1907. En la actualidad resulta inimaginable semejante sexismo para alabar a un escritor, y menos para premiarlo. Sea como fuere, dejémoslo en una simple anécdota que no resta nada al reconocimiento hacia este gran escritor que tan buenos momentos  todavía puede  proporcionar  a cualquier lector amante de las aventuras.
En estas dos fotografías podemos ver un retrato de Kipling en su estudio de Naulakha, y su otro estudio en Bateman's House, Sussex.



jueves, 16 de enero de 2014

La trampa de miel

Siruela/Policiaca  es todo un referente en cuanto a autores y títulos interesantes de novela negra. Por ejemplo, una de las escritoras más originales de su catálogo y del género policíaco en general es la francesa Fred Vargas, a quién un día dedicaremos una entrada en este blog. 
Hay que hacer mención también de la estupenda  edición de los libros de Siruela/Policiaca, con su inconfundible combinación de colores , en sus tapas y lomos, de negro, grises y el impactante toque rojo chillón, enmarcando el título y coloreando algún elemento de la fotografía de portada.
Hoy comentaremos "La trampa de miel", primer título publicado en España de la noruega Unni Lindell.
Debo reconocer que me aproximé a esta obra con la precaución que me provoca, en general, la novela nórdica que, desde Stieg Larsson parece una incansable máquina de producción de autores (cuando no, de churros). Porque, seamos sinceros y reconozcamos  que hay muy buena novela negra procedente del norte de Europa, pero también mucho producto facilón y bastante infumable, que pretende colarse en los círculos lectores aprovechando la todavía fulgurante estela de Larsson.
Dicho esto y con la desconfianza generada por lo que podía quizás ser, una novela rebosante de sadismo y descripciones enfermizas de torturas, mutilaciones y cadáveres, absolutamente gratuitas y malsanas, me decidí a empezar "La trampas de miel" confiando en el buen criterio literario de Siruela. 
Una vez terminada,debo decir que es una novela absolutamente recomendable para los amantes de este género.Un acierto más de Siruela/Policíaca.
Se empieza la lectura con buen ritmo, decae más adelante un poco el interés en la trama porque parece que no se producen hechos relevantes que hagan avanzar el desarrollo del caso, pero de repente, vuelve a coger ritmo, engancha totalmente y sigue, trepidante, hasta el final. Un final muy bien pensado, bien atado y bien resuelto,
Además de la resolución de los casos que plantea la novela, (la desaparición de un niño y el supuesto atropello de una joven que parecen tener cierta conexión), lo que llama la atención son los personajes. 
Por un lado, los protagonistas: el inspector Cato Isaken y su recién incorporada compañera, Marian Dahle. Entre ambos se establece desde el principio un fuerte antagonismo que, lejos de describirse cayendo en los remanidos tópicos de amor/odio entre protagonistas de distinto sexo, consigue mantener la atención del lector y su interés por la psicología de los personajes. La tensión entre ambos. los diálogos, lo que dicen y más importante aun, lo que callan los va definiendo a ambos y los humaniza de modo que resulta fácil empatizar con ellos.
Por otro lado, sospechosos y víctimas se nos presentan como personajes complejos, alejados de estereotipos ,ricos en matices y llenos de ambigüedades que darán al lector más de una sorpresa.
El estilo de Lindell se basa en la observación, en  la agudeza por captar detalles y describirlos con frases breves que, como pinceladas impresionistas van emborronando un lienzo cuyo resultado  no veremos hasta el final. Un final inesperado y sorprendente que nos deja muy buen sabor de boca al acabar la lectura. Tan buen sabor que ya está esperando su turno para ser leída la siguiente novela de Lindell, "El ángel oscuro".




lunes, 13 de enero de 2014

Bibliotecas de famosos

Normalmente, para la mayoría de nosotros, el espacio dedicado a los libros se habilita en simples estanterías  o muebles-librería, que ocupan más o menos espacio en nuestras casas; pero poca gente puede disfrutar de amplias bibliotecas particulares en sus viviendas. Disponer de suficiente espacio para que los libros se apoderen de una estancia completa es un verdadero privilegio. 
Aquí tenéis una selección de bibliotecas de famosos que seguro que a más de uno le encantaría tener:



Biblioteca de Greta Garbo



Biblioteca de Frank Sinatra
 

Biblioteca de Michael Jackson



Biblioteca de Woody Allen



Biblioteca de Diane Keaton


Biblioteca de Rod Stewart


Biblioteca de Karl Lagerfeld




domingo, 12 de enero de 2014

Recordando a Agatha Christie

Si hay una escritora de novela policíaca que prácticamente conoce todo el mundo, esa es,sin ninguna duda, Agatha Christie (Torquay, 15 septiembre 1890 - Wallingford, 12 enero 1976).
Pocos lectores de novela negra no le profesan admiración, cuando no, auténtica devoción por su prolífica y entretenida producción literaria.
Influenciada por Arthur Conan Doyle y Chesterton, entre otros, a Christie hay que valorarla sobretodo por su agudo ingenio y por la increíble cantidad de novelas que fue capaz de llegar a escribir, amén de haber creado al singular Hercules Poirot y a la adorable Miss Marple, dos detectives icónicos e inimitables que han hecho, hacen y harán las delicias de millones de lectores en todo el mundo.
Muchos escritores de novela policíaca posteriores a Christie se han nutrido en muchos aspectos de su buen hacer, y aunque muchos críticos han cuestionado su calidad literaria o incluso la autoría de algunas de sus novelas, es irrefutable que Agatha Christie fue, es y será para siempre, la gran Dama del Crimen.     R.I.P. 

"Aprendí que no se puede dar marcha atrás, que la esencia de la vida es ir hacia adelante. La vida, en realidad, es una calle de sentido único"

                                                          Agatha Christie



sábado, 11 de enero de 2014

"La desgracia de Don Quijote no fue su fantasía, sino Sancho Panza." 

Franz Kafka



Monumento a Miguel de Cervantes, Plaza España, Madrid

miércoles, 8 de enero de 2014

Aromas

Descubrí a Philippe Claudel con la novela "Almas grises" y me fascinó. Después leí "La nieta del Sr.Lihn" y me confirmó que Claudel es un escritor sólido, un narrador excelente con una sensibilidad notable y una aguda capacidad descriptiva.
Tras un tiempo sin leer nada nuevo de él (pues "El informe Brodeck", por un motivo u otro no ha llegado nunca a mis manos), leí no hace mucho, su recientemente publicado "Aromas" Casualmente, a mitad de su lectura, me enteré que Claudel estaba en Barcelona y que iba a dar una charla en el Instituto Francés, así que fui, movida por la admiración y para comprobar si el escritor era tan interesante como su obra.Y si, lo es. Comedido, algo tímido al principio, una vez empezó a hablar se mostró extremadamente locuaz, muy cercano a su público, habló de su obra y especialmente de la última, "Aromas".
Esta obra es un conjunto de textos (cuya extensión tuvo que limitar porque alguno se le iba de las manos), que evocan recuerdos de su pasado a través del poder que tiene el olfato al reconocer determinados olores.
Hay mucho de autobiográfico en esta obra, pues el autor vivió durante su infancia en un pueblo de Lorena rodeado de naturaleza, de ahí la constante presencia de la tierra, los árboles, el agua de los ríos...que remiten con sus fragancias a episodios del pasado  y los reconstruyen en la memoria.
La referencia a Proust y al poder evocador de su famosa magdalena es inevitable, pero mientras leer al primero es dejarse arrastrar por una prosa infinita dónde las frases se alargan y subordinan hasta lo imposible, leer a Claudel es hacerlo sorbiendo instantes. El lector tiene además la posibilidad de seguir el orden en que están escritos los textos o llevar a cabo una lectura aleatoria, dejándose llevar por el título o por el mismo azar. Cualquier opción es posible e igualmente gratificante.
La estructura y la meticulosidad en las descripciones me recuerdan a una obra de otro Philippe, Philippe Delerm y su "El primer trago de cerveza". Hay un parecido más que razonable entre ambas obras, porque las dos recuperan instantes memorables para sus respectivos escritores y ambos nos enseñan a reparar en esos pequeños detalles y escenas del día a día, que son los que en realidad van conformando lo que somos y marcando nuestra existencia.
Sin menospreciar a Delerm, Claudel lo supera en calidad literaria. Es un narrador excelente al que se le nota su pasión por la palabra. Leer a Claudel es disfrutar de una prosa cargada de poesía que fluye desde los momentos más cotidianos como en "Ajo" o "Aula", hasta los más íntimos, como "Despertar"; desde aquellos en los que la naturaleza es la protagonista absoluta, como "Lluvia de tormenta" hasta aquellos en los que el objeto más simple y familiar resulta tener una inesperada trascendencia, como "Jersey".
Os invito a abrir el libro por cualquier página, inspirad hondo y dejad que los "Aromas" de Claudel os embriaguen y os hagan disfrutar.

Aromas
Philippe Claudel
Editorial Salamandra

domingo, 5 de enero de 2014

El libro como escultura: la obra de Brian Dettmer

Utilizar los libros como materia prima para convertirlos en esculturas puede dar resultados sorprendentes, cuando no, espectaculares.
No puedo negar que mis sentimientos como lectora entran en una cierta contradicción con el goce estético que siento frente a este tipo de manifestaciones artísticas. En el fondo, seamos claros, el artista destroza literalmente el libro como tal. Nunca más podrá ser leído ni apreciado por aquello para lo que fue concebido originalmente,es decir, para su lectura. Sin embargo, si nos planteamos la transformación del libro en un objeto de arte diferente con el que también poder llegar al público, acercándole la literatura de otro modo pero con una innegable dimensión artística rica en sugerencias e interpretaciones, el resultado vale la pena.
Un ejemplo de este tipo de trabajos son las obras de Brian Dettmer, un artista norteamericano que, con la precisión de un orfebre puesta al servicio de una imaginación desbordante, consigue crear unas obras de arte sumamente originales, llenas de matices y de un valor plástico extraordinario. Vale la pena ver como lleva a cabo su trabajo y el resultado que obtiene.

 






"Escribir no es más que tomar la materia prima de la realidad y convertirla en literatura para hacerla más digerible"

                                    Los objetos nos llaman, Juan José Millás


viernes, 3 de enero de 2014

122 años del nacimiento de Tolkien

El 3 de enero de 1892 nació J.R.R. Tolkien  de cuya desbordante imaginación y talento narrativo nacieron el mundo y los personajes de  la Tierra Media, que tantas horas de entretenida lectura han proporcionado a generaciones enteras de lectores. Actualmente, el cine de Peter Jackson ha contribuido a su popularidad, y aunque las adaptaciones cinematográficas siempre son discutibles, gracias a ellas el mundo de Tolkien es aún más conocido. No obstante, las películas nunca podrán competir con la recreación personal que cada uno de nosotros podemos hacer al leer sus novelas. 

"Muchos de los que viven merecen morir y algunos de los que mueren merecen la vida. ¿Puedes devolver la vida? Entonces no te apresures a dispensar la muerte, pues ni el más sabio conoce el fin de todos los caminos."

El Señor de los Anillos, JRR Tolkien


"Que la posteridad honre el recuerdo de los escritores, pues han dejado una herencia no de nombres y actos vanos, sino auténticos tesoros de sabiduría, perlas brillantes de pensamiento y venas de lenguaje de oro puro"

 Washington Irving frente al Rincón de los Poetas en la abadía de Westminster  Guía literaria de Londres 

                                          Homenaje a la literatura , Helena Amor

jueves, 2 de enero de 2014

Mendel el de los libros

Soy una ferviente reivindicadora del cuento. Durante mucho tiempo, el relato ha sido menos valorado que su hermana mayor, la novela, y no debería ser así. Son como una tarta o tableta de chocolate y un bombón. Todo es chocolate pero no es lo mismo comer o degustar una cosa u otra. Cuento y novela son igualmente narrativa pero difieren, a simple vista por extensión, pero creo que también difieren por su misma esencia o concepción. El cuento, condicionado por su brevedad, ha de ser redondo. Lo que cuenta, la acción, los personajes, el tiempo...todos los elementos que lo integran han de estar milimétricamente trabados y cohesionados para que resulte una lectura completa, cerrada...en definitiva, redonda. Para mi, ése es el buen cuento, el redondo, el que se consume como un bombón delicioso, de un bocado, con todo el sabor de una sola vez.
La novela puede permitirse altos y bajos, momentos brillantes, intensos, junto a pasajes más flojos. Puede permitirse personajes mejor y peor dibujados, tiempos desacompasados, luces y sombras a lo largo de la narración...pero es tan largo el recorrido y tantos los elementos a desarrollar que las posibilidades de una valoración final positiva son mayores que las que puede tener el relato.
El cuento debe condensar y transmitirlo todo en poca extensión y ahí radica su grandeza.
Uno de los mejores cuentos que he leído hasta ahora es "Mendel el de los libros" de Stefan Zweig. Hay quien se refiere a él como cuento y quien lo hace como novela breve. Sea como sea, es una historia conmovedora a la que no le sobra ni le falta una sola palabra.

Mendel el de los libros
Stefan Zweig
Acantilado

Hay historias cuya lectura nos lleva a evocar un momento concreto de nuestras vidas. Reconozco que en micaso, muy pocas veces recuerdo las circunstancias que arroparon mis lecturas, pero en este caso, si.
Compré "Mendel..." en una librería camino del hospital en el que, por aquel entonces, mi madre se sometía a largas sesiones de quimioterapia. Yo solía acompañarla durante mañanas enteras y aprovechaba los ratos que ella dormitaba o miraba alguna revista, para dedicarme a leer. Fue así, una mañana, en el silencio de una habitación de hospital como conocí a Mendel y como me transporté durante unas horas al café Gluck.
La historia de este librero judío que vive absolutamente inmerso y absorto en su propio mundo de libros me llegó directo al corazón. Durante un tiempo pensé que quizá me había conmovido tanto su historia por las tristes circunstancias en las que lo leí, pero cuando un par de años después hice una segunda lectura, se confirmaron mis primeras impresiones. Mas allá de mi estado de ánimo, Mendel volvió a ir directamente al corazón.
Como cuento es un ejemplo muy claro de lo que entiendo que debe ser un buen cuento. Una historia bien narrada, de principio a fin, con un ritmo impecable y un estilo...bueno, el autor es Stefan Zweig, y eso ya es una garantía de calidad en cuanto al estilo: impecable, preciso, brillante.
Es un relato profundamente conmovedor pero que, por fortuna, consigue no caer en la sensiblería ni la lágrima fácil. Nos sacude en lo más hondo, pero siempre con contención. Mucho tiempo después de haberlo leído permanece en nuestra memoria. Yo la leí por primera vez en el 2009, y aún hoy, si cierro los ojos, puedo ver al viejecillo Mendel sentado en su mesa del Café Gluck, con la expresión confundida de aquel que vive ajeno a todo, en su mundo particular, pero que no puede evitar verse arrastrado por las circunstancias del mundo real.
" Hace ya muchos años que me abandoné a una lujuria ciega por la palabra escrita. La literatura es mi caja de arena. En ella juego, construyo mis fuertes y castillos, me lo paso en grande. Lo que me da problemas es el mundo que hay fuera de ese parque..."

La mujer de papel, Rabbih Alameddine

Ilustración de James Steinberg

miércoles, 1 de enero de 2014

Harriet

Durante mucho tiempo, mi familia me iba insistiendo para que anotara en algún cuaderno mis lecturas a fin de llevar un cierto control de títulos leídos. No se porqué era reacia a hacerlo hasta que un día me regalaron una flamante Moleskine a la que no pude resistirme y así empecé a llevar mis "cuentas literarias". Título, autor, editorial, año de edición, año de lectura y una breve reseña personal, suficiente para refrescar en cualquier momento los libros leídos. También sirve de recuento. Precisamente ahora, al acabar el año, tuve la curiosidad de contar cuántas habían sido las lecturas del 2013 y el resultado ha sido de 54 títulos. La cifra no la digo para presumir ni pretendo batir ningún récord. Es posible que haya gente que lea todavía más que yo. Simplemente la apunto porque refleja mi pasión por la lectura.

De todos los títulos leídos, uno de los últimos ha sido una novela que me impactó mucho.Está basada en hechos reales y eso le añade un plus de crudeza que todavía me conmocionó más:

Harriet
Elizabeth Jenkins
Colección Rara Avis, Alba Editorial


Vayamos por partes. Llegué a la novela guiada en primer lugar por la colección y la editorial a la que pertenece: Rara Avis de Alba Editorial. Me suelen gustar mucho los títulos que publica Alba y todavía más los que forman parte de esta colección. Éste, en concreto, es "Harriet" de Elizabeth Jenkins, y el argumento de la contraportada y ese "Basado en un caso real que estremeció a la sociedad victoriana" escrito en la faja, acabaron por decidirme.
Me encantan las novelas ambientadas en la época victoriana, me gustan los misterios y me atrajo poderosamente esa descripción de la novela como un "Washington Square" que termina como "una novela de horror, con un suspense irrespirable".
No podía estar más predispuesta para disfrutar de la novela, así que empecé la lectura... y no la dejé hasta terminarla. No me decepcionó en absoluto. Mis expectativas quedaron completamente satisfechas.
El argumento gira en torno a un caso real acaecido en Inglaterra, en 1877, y que tuvo como protagonista a Harriet Staunton, una treinteañera con una leve minusvalía mental que vive tranquilamente con su madre, hasta que ve cambiar radicalmente su vida al casarse con un cazafortunas e irse a vivir con él y su familia.
En "Harriet" engancha la historia, interesa la trama y fascina el desarrollo y evolución de los personajes.
En todo momento sabemos que el final no será feliz, nos vamos temiendo lo peor a medida que avanzamos en nuestra lectura, pero lo que nos envuelve y arrastra mientras vamos leyendo son esos cuatro personajes: el marido de Harriet, se hermano, la esposa de éste y la cuñada que, como mortíferas arañas venenosas van tejiendo una compleja red de la que a Harriet le resultará imposible escapar.
El horror en lo cotidiano y la maldad escondida bajo una aparente normalidad nos dejan totalmente desarmados. ¿Hasta dónde puede llegar la codicia humana?, ¿cómo es posible tanta crueldad?, ¿cómo se puede llegar a sentir esa absoluta indiferencia que sienten los personajes por el terrible sufrimiento de un ser humano tan cercano a ellos?, ¿de dónde salen esos monstruos de apariencia corriente, agradable incluso, que son capaces de actuar como actúan?
No hay nada nuevo bajo el sol. Por desgracia, las monstruosidades que a veces son noticia en nuestra sociedad actual, no son ninguna novedad. "Harriet" es una prueba de ello.
La novela tiene buen ritmo, está muy bien documentada y posee el valor añadido de que al acabarla, podemos bucear por Internet y encontrar documentación curiosa sobre el tema, como la foto de la protagonista a la que se hace referencia en el Epílogo. Ponerle un rostro real es sentir el escalofrío final que nos recorre al acabar el libro.