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miércoles, 16 de mayo de 2018

"Insumisa", Yevguenia Yarolávskaia-Markón

Un centenar de páginas en las que cabe toda una vida: "la vida de una estudiante de liceo revolucionaria, llena de sueños, la compañera de un gran hombre y poeta, Aleksandr Yarolavski, una eterna viajera, una antirreligiosa itinerante, periodista de "Rul", vendedora callejera de periódicos, ladrona reincidente, adivina, vagabunda..."

Ella es Yevguenia Yaroslávskaia-Markón, de nombre imposible y vida aún más increíble que a las puertas de cumplir los 30, escribió "bajo su puño y letra" este texto autobiográfico que ella misma tituló simple y redundantemente: "Mi autobiografía". No le dio demasiadas vueltas al título, igual que se advierte una cierta prisa en la narración y una total o apenas atención por el estilo. No busquemos un valor literario a este texto que nos trae Armaenia Editorial, con el muy acertado título de "Insumisa", busquemos autenticidad, contenido, ideología, testimonio histórico, social y político de alguien que vivió en la URRS de los años 30. Pero cuidado, aun con el marco histórico de referencia real de la época, lo que Y. (permitidme que abrevie el nombre) nos cuenta no es tanto la historia de su país como la suya propia, y aunque resulta muy interesante todo el bagaje político, filosófico y revolucionario que explica, creo que lo más interesante de esta pequeña obra es la vida personal de Y. en la calle, junto a los marginados, los delincuentes, ladrones, prostitutas...que ella considera deben abanderar la verdadera revolución y provocar el verdadero cambio, derrocando al gobierno ruso.

El periplo de Y. fue intenso, accidentado y turbulento. Con 29 años fue arrestada y acusada de alta traición, terrorismo, propagación de ideas contrarrevolucionarias, robo, y complicidad de huida de su marido (también buscado por el gobierno ruso), entre otros cargos, por lo que fue sentenciada a muerte y fusilada poco tiempo después de haber escrito esta curiosa autobiografía. ¿Qué le quedaba ya a la joven moscovita más que la posibilidad de dejar por escrito su breve pero azarosa e intensa vida?

Fue Irina Fliege, historiadora y activista rusa, directora del centro de investigación e información Memorial de San Petersburgo, la que descubrió casualmente el manuscrito en 1996, en los archivos del Servicio Federal de Seguridad de la región de Arjanguelsk, "treinta y nueve hojas de caligrafía densa y apretujada" que "contienen multitud de errores gramaticales" pues lo más probable es que "el texto se escribió del tirón, sin correcciones". No se encontró, si lo hubo, ningún borrador, pero sí una fecha: 3 de febrero de 1931. Nos consta que apenas 5 meses después de que el manuscrito fuera terminado, el 20 de junio, Y. fue fusilada.

Más allá de los sentimientos y opiniones que puedan generar las actitudes y actividades políticas de Y., su filosofía de vida y, especialmente, sus andanzas entre los marginados y parias de la sociedad rusa, estremece a cualquiera leer este breve texto y mirar después a los ojos de esta muchacha de expresión grave y mirada intensa que parece desafiarnos desde la portada del libro.

Enriquecida su narración con un Prólogo del escritor Olivier Rolin que contextualiza y valora con precisión y acierto la vida de Y. y la información adicional que nos proporciona Irina Fliege, "Insumisa" es sin duda, otro nuevo acierto de Armaenia Editorial.



Fotografía de Boulevard literario    


domingo, 13 de mayo de 2018

"Pájaros de lluvia", Clarissa Goenawan

Dicen en la LA Review of Books que ""Pájaros de lluvia" evoca en muchas ocasiones el surrealismo de Murakami, las pesadillescas descripciones de Abe, la juventud alienada de Yoshimoto y los desventurados amantes de Kawabata.". Ante semejantes comparaciones uno no puede evitar crearse grandes expectativas aun con la prudencia que se le debe presuponer a un posible marqueting o a la parcialidad del crítico o la publicación literaria en cuestión, pero el argumento parece interesante y como gracias a AdN Alianza de novelas he descubierto a dos magníficos escritores como son Edith Pearlman ("Miel del desierto") y Stephen Barry ("Días sin final"), me decido a leer la novela.

Nada más empezar, me cuesta encontrar información sobre su autora. Una pequeña fotografía en blanco y negro de una joven asiática de edad indefinida me mira sonriente, entre dulce y traviesa, desde la solapa del libro. No hay fecha de nacimiento. Sólo se nos dice de ella que "le encantan los días lluviosos, los libros bonitos y el té verde caliente"...¿ y eso es todo?, ¿no hay nada más interesante sobre Clarissa Goenawan? Bueno, la novela que tengo entre manos viene avalada por la concesión de un premio en el Reino Unido y ha sido finalista de varios más, aunque la verdad no me resulta familiar ninguno. Con sinceridad, con los pocos datos que veo, tengo la sensación de que voy a leer una novela más apropiada para un público juvenil que adulto pero voy a darle una oportunidad.

Cuando llevo leídas apenas 20 páginas ya se me han disparado todas las alarmas: página 9: "Mientras deslizaba la puerta del cuarto de baño, miré el tocador. La urna permanecía ahí, en silencio". Me pregunto: ¿cómo va estar si no en silencio, una urna funeraria que contiene las cenizas de un difunto?... En la misma página: "Llegué a la comisaria, donde me topé con un joven agente solitario que atendía detrás del mostrador. No había nadie más". A ver, si el agente era "solitario", ¿hace falta especificar que no había nadie más?...Diez páginas más adelante, "Keiko Ishida se había sumido en un sueño irreversible." (Había muerto, vaya) "Ni siquiera un tsunami podría despertarla de su sueño eterno". ¿Me parece solo a mi, bastante mala, para decirlo con delicadeza, esta imagen?...Empiezo a ponerme nerviosa. ¿Dónde están esos parecidos con Murakami, Yoshimoto y demás? Pero estoy dispuesta a llegar al final y sigo leyendo. En la página 137, "La puesta de sol tiñó la playa de cálidos tintes dorados", ¿se puede ser más tópico o yo estoy demasiado quisquillosa? Sea como sea, esto no funciona, ni me convence el estilo, ni me atrapa la historia...de momento, porque para ser justos, conforme avanza la narración, uno se va olvidando o no se va fijando tanto en la calidad literaria del texto que, lo mantengo, a mi juicio, está verde, y se va dejando llevar por la trama en sí y si nos conformamos con eso, "Pájaros de lluvia" funciona correctamente y se deja leer bien... si no somos lectores demasiado exigentes, si buscamos una lectura para pasar el rato o si nuestra media de edad no sobrepasa los veintipocos. No es un mal debut literario pero habrá que ver si Clarissa Goenewan madura como escritora en sus próximas novelas para que su nombre realmente pueda equipararse a esos autores consagrados con los que se la compara. 



Fotografía de Boulevard literario     


viernes, 4 de mayo de 2018

"De vez en cuando, como todo el mundo", Marcelo Lillo

Relatos soberbios por su simplicidad, sobrecogedora y trágica. Lo más sencillo, cotidiano, simple, incluso miserable, se transforma en material literario de alta calidad para ofrecer un espléndido abanico de emociones y comportamientos, retratos minuciosos, tanto de los aspectos más mezquinos como de los más sublimes, del corazón humano.

Todos los cuentos reunidos en "De vez en cuando, como todo el mundo" de Marcelo Lillo, publicados por Lumen, dicen mucho más de lo que está escrito, porque si la información no es explícita, se insinúan y se nos dan las pistas suficientes para llenar vacíos, para pensar, reflexionar y completar esa parte de la vida de los personajes que se calla pero que podemos aventurarnos a imaginar.

Agudísimo observador de la realidad más cercana y posiblemente inspirado por su propia experiencia personal, Lillo maneja con notable destreza y maestría unas herramientas narrativas muy bien adquiridas que le permiten fabular, armar y construir historias inventadas a partir de cimientos reales.

Chejov, Carver, Cheever...como todo escritor concienzudo y exigente, Lillo ha leído y se ha empapado de los grandes, los mejores cuentistas de la historia, pero como todo buen alumno, ha sabido asimilar y aprender de los maestros a fin de forjarse un estilo propio, una voz personal y firme que se aleja de sus referentes y se consolida como un excelente cuentista con estilo propio que nada tiene que envidiar a los maestros, aunque tampoco reniegue de sus enseñanzas.

Cada relato es un mordisco que arranca un pedazo de vida. De la indiferencia al desdén, del amor al desprecio. Hay dolor, en algún cuento, mucho dolor, fluyendo en silencio bajo el texto y de repente, cualquier fisura es aprovechada para que brote sin cesar todo lo sentido y nunca dicho. Son relatos construidos entre sombras y silencios. Relatos que nos absorben, nos hacen sufrir, pensar, nos sacuden y nos aturden con las historias que nos cuentan, tan alejadas y a la vez tan cercanas a nosotros. Historias de amor y desamor, de incomprensión e incomunicación, de relaciones entre amantes, entre padres e hijos, entre hermanos, entre amigos, historias de perdedores, de fracasos y pérdidas, pero con un leve pálpito esperanzado que se deja sentir entre líneas. Lillo no se recrea en las descripciones de ambientes y personajes, son suficientes cuatro pinceladas precisas para situarnos en el escenario y para visualizar a los actores. Y si cuatro son los trazos descriptivos, son también apenas cuatro trazos olfativos, recurrentes y casi obsesivos,  el olor a humedad, a rancio, a pobreza y a vejez los que perfuman sus cuentos.

Como micro piezas teatrales las historias se cuentan casi por si mismas. La agilidad de la acción es notable y nos arrastra de un cuento a otro con asombrosa glotonería. Es difícil dejar de leer y sin darnos cuenta, vamos engullendo uno a uno todos los relatos, deseando que no acaben porque aunque el trayecto esté llenos de dificultades y sinsabores, arrastran consigo toda la autenticidad de la vida.



Fotografía de Boulevard literario        

martes, 1 de mayo de 2018

Un domingo en el campo, Pierre Bost

"Un domingo en el campo", además del título, bien podría ser el día y lugar indicados para leer esta breve novela de Pierre Bost, publicada por errata naturae, que se lee en un soplo y se vive como si uno estuviera en plena naturaleza, al sol, rodeado de flores y oyendo el insistente zumbido de las avispas planeando sobre nuestro almuerzo dominical.

Tranquilos y en familia, la escena no puede ser más íntima y entrañable: un abuelo hospitalario, un hijo atento, una nuera discreta y tres nietos bulliciosos reunidos alrededor de una mesa servida con el rigor acomodado por la costumbre de una criada que lleva ya muchos años junto a su señor.

El anciano pintor, Monsieur Ladmiral vive retirado, desde hace años, en su casa de campo, a las afueras de París, con la única compañía de su sirvienta, Mércedès, una buena mujer tan eficaz como desconfiada, que cuida fielmente de Ladmiral, sin perder de vista a los hijos que lo visitan ocasionalmente. Y es que cada domingo, sin falta, acuden a casa del viejo pintor, su hijo Gonzague acompañado de su mujer y sus tres niños. Gonzague, de edad y clase medias, convencional y gris, admira y adora a su padre con una devoción que a veces no es bien recibida por el anciano que se siente sobreprotegido. Se establece así entre ambos, una distancia generada por la torpeza de no saber manejar y expresar correctamente las emociones. Padre e hijo se quieren, pero no acaban de conectar. Media entre ellos una cierta rivalidad, un mal entendimiento disimulado que los aleja a nivel emocional a pasar de estar cerca físicamente.

"Un domingo en el campo" no cuenta nada destacable que no suceda en muchas familias y tampoco hay nada que impida que la narración fluya serena y suavemente...al menos, en apariencia. Y es que bajo esta historia plácida e intrascendente, se percibe una corriente subterránea silenciosa y constante que contiene muchos silencios, sentimientos y frustraciones personales que amenazan por salir. Así que, mientras vamos leyendo, advertimos una sutil posibilidad de que los personajes se sinceren y saquen a la luz sus emociones. La irrupción en escena de la desenvuelta y apasionada Irène, la hija del anciano Ladmiral nos dará nuevas pistas acerca de los verdaderos sentimientos que se establecen entre padre e hijos, entre hermanos y entre cuñadas, desencadenando lo que me ha sugerido, una especie de nueva versión de la famosa Parábola bíblica del Hijo Pródigo. 

"Un domingo en el campo" es pues, un relato breve y delicioso, en el que no suceden grandes acontecimientos ni se desarrollan grandes pasiones, pero cuidado, porque con delicadeza y si perder las formas, en el fondo, queda al descubierto una realidad que no es tan ideal ni sincera como parece...



Fotografía de Boulevard literario