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lunes, 5 de marzo de 2018

Una "Chica de campo" llamada Edna O'Brien

 "Busqué la receta del pan irlandés e hice una cosa que llevaba treinta y tantos años sin hacer. Pan. Por muy piano roto que fuera, me sentí más viva que nunca cuando el aroma del pan se apoderó del ambiente. Era un olor antiguo, fuente de muchos recuerdos, y así fue como aquel día de agosto de mi septuagésimo octavo año de vida me senté para empezar las memorias que me había jurado no escribir jamás."

Gracias a esta inspiración genuinamente proustiana, Edna O'Brien decidió escribir su autobiografía, y tras haberla leído lo primero que se me ocurre es bendecir mil  veces el trigo irlandés que esta mujer en plena vejez convirtió en pan y cuyo vivificante aroma despertó las ganas de volcar al papel toda su larga e intensa vida.

Dividida en 4 partes, "Chica de campo" publicada por errata naturae recorre la infancia, juventud y madurez de esta  espléndida escritora irlandesa cuya obra y vida personal bien merecen atención y reconocimiento pues quien haya leído alguna de sus novelas sabrá que uno se queda irremediablemente  atrapado en este universo tan personal, íntimo y visceral que retrata.
Acerquémonos a la lectura de la obra de O'Brien sin prejuicios ni ideas preconcebidas, que no nos lleven a engaño sus títulos inocentes y sus dulces portadas "retro", que no nos confundan las escuetas sinopsis que preceden a sus historias. Nada es lo que parece. Tras las historias aparentemente idílicas que nos cuenta O'Brien siempre late una pulsión dramática que va "in crescendo" y se manifiesta cuando menos lo esperamos. Nunca se sale ileso de su lectura, porque la narrativa de esta autora irlandesa está tan íntimamente vinculada y arraigada en la vida misma que la ficción nos supera y trasciende. Lo mismo es aplicable a estas memorias de las que otra enorme escritora, Alice Munro dice: «En Chica de campo hay una gran honestidad y lucha, y la alegría y la tristeza se unen: ¡pura vida!» Efectivamente entre manos tenemos "pura vida" y esa esencia tan íntima es lo que nos queda como un poso permanente en nuestra memoria lectora. Dice O'Brien que Norman Mailer le dijo una vez. "Eres demasiado íntima, éste es tu problema". Pues aunque sea alguien de la talla de Mailer quien afirme esto, a mi modo de ver la escritura íntima de O'Brien no es su problema, sino su principal valor, lo que cala en el lector y lo que se lleva para siempre tras la lectura. 

En la actualidad Edna O'Brien pasa ya de los 80. La imagen que vemos de ella, a través de los medios de comunicación, es la de una dama elegante, alta y siempre impecablemente peinada. Parece distante, incluso parece mantener un cierto gesto de arrogancia contenida que se trasluce a través de su mirada penetrante y su voz profunda. Pero si somos buenos observadores, yo me atrevería a añadir que tras ese porte altivo se adivina un punto también de resignada tristeza, de esa con la que nos van castigando los desengaños y las experiencias más dolorosas de la vida.

Y es que al ir leyendo estas memorias, descubrimos que la biografía de Edna O'Brien es un viaje lleno de altibajos, que se inicia en una infancia, (descrita en la 1ª parte del libro), humilde pero en general, feliz, estrechamente vinculada al paisaje, al campo y la Naturaleza de la que se manifiesta, enamoradamente devota; condicionada por el entorno familiar del que destaca una madre sólida y cariñosa y un padre violento y dependiente del alcohol; un entorno marcado por las costumbres del medio rural irlandés y una estricta formación católica que la lleva incluso a pasar un tiempo en un convento. Es en esta época en la que la niña se inicia en sus primeras lecturas, devocionarios y libros religiosos de los que se nutre a falta de otros textos, hasta que cae casualmente entre sus manos "East Lynne", una larga novela que devora y relee sin cesar. Se despierta en la joven Edna el interés por la lectura y...por la escritura : "Para escribir me echaba al campo. Las palabras huían conmigo. Escribía historias imaginarias, historias ambientadas en nuestra ciénaga y en nuestro huerto, pero no bastaba, porque yo quería penetrar en ellas..." Posiblemente ella aun no lo sepa, pero está germinando su talento como escritora.

Será cuando se traslade a Dublín para estudiar y trabajar como farmacéutica cuando amplía sus lecturas, descubre la obra de Proust, la pasión por el teatro, entrará en contacto con la vida cultural dublinesa, artistas, escritores, intelectuales...y a la par que crece y madura como escritora también lo hace como mujer, teniendo sus primeras aventuras amorosas hasta conocer al que será su futuro marido, Ernest Gébler, el cual no le facilitará la vida en ningún aspecto, ni personal ni literario, por lo que tras un matrimonio turbulento del que Edna tendrá dos hijos, se acabarán separando. 
Pero antes de que esto suceda, de Dublín se trasladarán a Londres donde Edna "hallaría tanto la libertad como el acicate para escribir"  

La lectura de este excelente libro de memorias es absolutamente adictiva, tanto por lo que cuenta como por la forma en que lo hace, de manera que hay momentos en los que dudamos si estamos leyendo un texto autobiográfico o pura ficción. Imposible delimitar para quien haya disfrutado de la trilogía de "Las chicas de campo" o de sus cuentos, cuánto hay de Edna O'Brien en sus criaturas, cuantas experiencias narradas son fruto de sus propias vivencias o de su imaginación.

Embarazada de su primer hijo, confiesa: "No podía parar de llorar. ¿Por qué la vida no podía vivirse con esa misma intensidad? ¿Por qué solo en los libros encontraban salida mis emociones?"  Afortunadamente para la historia de la literatura, Edna O'Brien, ha sabido revertir lo mucho que le ha dado la lectura, volcando su increíble - y a mi juicio, no suficientemente reconocido - talento en escritura. Sin duda, estas memorias son la mejor manera para conocer a esta gran escritora y el mejor aliciente para leer su obra, si alguien aun no se ha decidido a hacerlo. Ojalá el tiempo llegue a darle a O'Brien todo el reconocimiento que merece más allá de su Verde Erin. 




Fotografía de errata naturae         




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