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lunes, 27 de noviembre de 2017

Con rabia, Lorenza Mazzetti

Viste pantalón y jerséis grises de punto grueso, amplios y superpuestos; gorra y bufanda granates que abrigan un rostro arrugado, una sonrisa traviesa, unos ojos escondidos tras enormes gafas de vistosas monturas de color. Se quita la gorra y revolotean rebeldes, unas ondas de un rubio muy claro, casi blanco. Ha cumplido ya 90 años pero mantiene el porte, la mirada y la frescura de la niña que fue algún día, de la adolescente rebelde y dolida que protagoniza esta novela que acabamos de leer, publicada por la Editorial Periférica y cuyo título dice mucho del estilo y la manera en que está escrita: "Con rabia".
¿Y por qué con rabia si parece adorable esta viejecita que hemos encontrado en la red buscando información sobre la autora? Pues porque, como todos, Lorenza Mazzetti tiene una historia, pero en su caso, tan terrible y dramática que no es de extrañar que la haya convertido en testimonio literario desde la más profunda y exacerbada rabia.

Tras quedar huérfana, Lorenza fue adoptada junto a su hermana gemela por sus tíos: Nina Mazzetti y Robert Einstein (primo del famoso científico Albert Einstein) que ya tenían dos hijas. Junto a ellos, las hermanas Mazzetti vivían tranquilamente en Florencia hasta que la SS irrumpió un día en su hogar, asesinando a los tíos y a sus hijas, ante los ojos de las dos adolescentes a las que dejaron vivir.
¿Se puede seguir adelante con la propia vida arrastrando una experiencia así? ¿Cómo pueden gestionarse las consecuencias de tan terrible trauma cuando se es apenas una niña? Sea como fuere, Lorenza siguió adelante y es posible que, años más tarde, se sirviese de la literatura como ejercicio catártico para conjurar demonios, sanar heridas y pasar página, sin olvidar nunca el pasado pero mirando hacia un futuro mejor.

"Con rabia" es pues, una novela con un doble valor: el estrictamente literario y el testimonial. Es un texto autobiográfico pero pasado por el cedazo de la creación artística por lo que el resultado es una narración que rebosa autenticidad y que está escrita, aparentemente, de manera muy directa y natural, aunque a medida que avanzamos en la lectura, se observa un estilo cada vez más literario, más trabajado e incluso poético, de manera que en los últimos capítulos de la novela se suceden pasajes en los que lo onírico y el recuerdo se entremezclan con la realidad más inmediata y se resuelven con un gran poder evocador.

Lorenza Mazzetti, a través de la protagonista, Penny, habla con la voz de la adolescencia más auténtica, más apasionada y visceral que se pueda imaginar. Penny se cuestiona una y otra vez, el entorno histórico, social y cultural que le ha tocado vivir. Se rebela, furiosa, contra los convencionalismos, contra el papel que se atribuye a la mujer italiana de la época, contra el matrimonio, la religión, el pensamiento y la literatura vigentes en la Italia de posguerra. Se muestra inquieta y sumamente curiosa por todo lo que acontece a su alrededor, ya sea, en materia sexual como filosófica, lo que la lleva a buscar experiencias por un lado y a reflexionar y debatir sobre el sentido del Bien y del Mal, por otro.

Penny ha crecido con una carga muy pesada a sus espaldas, el drama de haber visto morir a su familia asesinada a manos de los nazis y el dolor por esas muertes, el recuerdo de su ausencia y de manera lacerante, el peso de haber sobrevivido y la idea recurrente de venganza. Penny siente que ha de tomar decisiones y actuar en consecuencia, siente que debe algo a sus muertos pero desconoce qué decisiones tomar y qué camino ha de seguir lo que le genera una angustia permanente, una rabia contenida que de vez en cuando, explota.

No cabe duda que a Penny/Lorenza la empuja a vivir esa rabia con la que se enfrenta al mundo, con la que a veces se comporta en su entorno más inmediato, buscando la discusión y la polémica con Elsa, la vieja cocinera de la familia; con Baby, su hermana o con sus amigas. Penny siente tanto y de manera tan intensa que el corazón se le desborda y se relaciona con torpeza y brusquedad con aquellos que más quiere. Algo bulle en su interior y no logrará canalizarlo hasta el final de la novela, un final que obviamente no desvelaremos y que cada uno interpretará como mejor le parezca, pero seguro que todos los lectores coincidiremos en que es un broche final con el que su autora desarrolla en la imaginación su más anhelada venganza y que posiblemente, en la realidad la ayudara a seguir adelante...




Fotografía de Boulevard literaria 




lunes, 20 de noviembre de 2017

Inmersión, Lidia Chukóvskaia

"Estamos en febrero de 1949. Nina Sergeievna, escritora y traductora, es uno de los privilegiados a los que la Unión de Escritores ha concedido un mes de descanso en el campo, lejos de la oscura y ominosa capital, Moscú. Oficialmente, se supone que debe descansar o trabajar en sus traducciones, pero lo que hace, en realidad, es reflexionar sobre la desaparición de su marido durante las persecuciones estalinistas de 1938, para liberarse así, al menos en parte, de su propia pesadilla. En una casa de campo finlandesa, en mitad de bellísimos paisajes nevados, Nina se sumerge en su historia mientras convive con otros traductores, autores o cineastas, más vinculados al régimen que ella."

"Inmersión" de Lidia Chukóvskaia publicada por errata editorial es un duro texto de denuncia, la de la persecución política que sufrieron en los años 40 muchos intelectuales de la época por parte del régimen estalinista, y que acabó con la supuesta desaparición de muchos de ellos, lo que en realidad fue su inmediata codena, ejecución y muerte, encubierta por el régimen ruso.
Lidia Chukóvskaia escribe para recordar y para que nadie olvide, pero lo hace con una novela que trasciende mucho más allá de la simple denuncia, finalidad que por si misma y en exclusiva sería perfectamente legítima y respetable, pero en este caso, el texto se viste y arma con un estilo tan limpio, preciso y contenidamente poético que se transforma en un bellísimo artefacto literario.

A lo largo de la lectura se van desplegando todas las dimensiones y facetas del texto: novela de denuncia política sí, pero también novela autobiográfica, pues la protagonista, la joven escritora y traductora Nina, tiene mucho en común con la autora. Desconocemos cómo sería Chukóvskaia pero Nina se nos presenta más bien huraña, no especialmente simpática, introvertida y reservada pero acabará ganando nuestros corazones por su franqueza y sus nobles principios, por una autenticidad de carácter y de ideología, una pureza de sentimientos y una sensibilidad tan especial que la convierten en un personaje entrañable, una mujer que se encierra en su mundo interior, tremendamente herida por la pérdida de su esposo, en supuesto "paradero desconocido" y que trata de recomponer sus recuerdos y los pedazos que quedan de su pasado a fin de perpetuar su memoria a través de la escritura. Y con este objetivo, se abre otra línea temática en la novela: el poder de la literatura para preservar la memoria.

Buena conocedora de la literatura de su país, Chukóvskaia enriquece la trama con numerosas referencias, fragmentos y reflexiones literarias, a menudo puestas en boca de personajes que discuten y plantean cuestiones tan interesantes como el reconocimiento o la condena al ostracismo de determinados autores rusos o el papel artístico, político o social que debe desempeñar la literatura.

La novela le sirve a su autora pues, como vehículo para hablar de política, de literatura...pero lejos de ser un ensayo, también construye una novela de sentimientos, de análisis psicológico de los personajes, pues, todos ellos, desde la superficial casera hasta los escritores que conviven con Nina en su retiro son retratados con escrupulosa intensidad, revelando todos y cada uno de ellos sus más íntimos dramas personales que arrastran y esconden tanto como les es posible pero que en determinadas situaciones salen a la luz con lo que se demuestra que nada es tan simple como a veces pueda parecernos. 

A destacar también la estructura narrativa de la obra que avanza con un tempo muy marcado, no solo porque la novela está escrita en capítulos que corresponden a las distintas jornadas que Nina pasa en la casa del bosque, lo que le confiere ya una estructura de diario, sino que además parece que al ir leyendo sentimos una cadencia suave y constante que se corresponde a la rutina diaria de la protagonista. Cada capítulo empieza con un nuevo día, con una mirada de reconocimiento desde la ventana de la habitación de huéspedes al exterior, a ese paisaje frío, nevado, esos abetos que Nina busca cada mañana tras el cristal de su ventana. Una naturaleza helada y silenciosa que atrae e invita a la joven cada nueva jornada a hacer largos paseos que la estimulan y le dan la fuerza necesaria para recluirse después en su habitación y llevar a cabo su propósito: esa "inmersión" a la que hace referencia el título de la novela y que es esa búsqueda de recuerdos del pasado con los que reconstruir su propia historia y por extensión la de miles de compatriotas suyos exterminados por la política de Stalin. 

"Un libro...Reposará en una estantería junto con otros, lo tomarán en la mano, lo hojearán, lo volverán a poner en su sitio. Le quitarán el polvo, el polvo que cubrirá el silencio de esta hora, y de este lugar, un silencio a través del cual regresaron a mi la voz de Aliosha y los llantos de la pequeña Katiusha...
Ese libro era yo, mi corazón angustiado, mis recuerdos que nadie podía ver, como no es visible, por ejemplo, una migraña o ese punto doloroso en mi ojo, pero se transformaría en papel, en páginas encuadernadas, en una novedad editorial y, si era capaz de acometer una inmersión audaz, en la nueva alma de alguien. Al crearla, esa alma estaría impregnada de la voz de Aliosha y de los llantos de Katia(...)
No, nadie consentirá que mis recuerdos se conviertan en libro. Ni se lo permitirán a la pregunta que me carcome.
¿Para qué, pues acometo esta inmersión?
Quiero encontrar a mis hermanos, si no ahora, por lo menos sí en un futuro.
Todo lo que vive necesita fraternidad, y yo también la busco. Escribo un libro para encontrar a mis hermanos, aunque sea en un porvenir desconocido."

Ese es el objetivo de Nina, de Lidia, ese es "Las farolas del puente" o "La hija", ese conmovedor relato que aparece finalmente dentro de la novela y que aun no tiene título decidido pero si un fin muy concreto. Un juego de metaliteratura, una historia dentro de una historia que también es autobiografía y que, oculta entre las páginas de un diario conseguirá perpetuar un testimonio dramático para que no se pierda en la memoria y desde luego, en nuestra memoria, "Inmersión" quedará para siempre...






miércoles, 15 de noviembre de 2017

"Jacob, Jacob" , Valérie Zenatti

Hay algo tan íntimo, tan visceral, tan sentido en la escritura de Valérie Zenatti que nos hace pensar, a medida que vamos leyendo "Jacob, Jacob", recién publicada por Armaenia Editorial, que la historia le es a su autora muy cercana. Quizá se la haya contado alguien, quizá los personajes que cobran vida en las páginas de esta obra fueron antepasados suyos, porque si no es así ¿de dónde sale ese sentimiento tan cercano de empatía, esa capacidad tan tremenda de dotar de vida plena a unos personajes supuestamente ficticios?, ¿cómo puede alguien contar una historia como la que nos cuenta Zenatti sin que corra por sus venas la sangre de todos esos hombres y mujeres que viven, luchan, padecen y mueren arrastrados por las circunstancias históricas del tiempo que les tocó vivir?

"Jacob es un muchacho judío, dulce y alegre, en la Argelia colonial francesa de los años cuarenta. Culto y sensible en un mundo de hombres duros, coléricos e ignorantes, es reclutado en junio de 1944 para liberar a Francia. Los suyos lo ignoran todo de la guerra en la que va a participar. Esa gente modesta, pobre y tosca aguarda con impaciencia el regreso de su hijo pródigo, su orgullo, un valiente y un héroe. Pero también ignoran que pronto los acontecimientos históricos se precipitarán, provocando el destierro de toda la familia."

"Jacob, Jacob" es una narración tan sentida y delicada, y a la vez, tan potente y desgarradora que solo puede brotar de una genética compartida entre la escritora y los protagonistas de la historia, combinada con un espléndido talento literario capaz de transformar la vida misma en pura literatura. 

Tenemos entre manos una historia de esas que no se olvidan, de esas que te mantienen literalmente pegado al sillón de lectura mientras te hacen viajar en el tiempo y el espacio, concretamente, en este caso, a la Argelia colonial de los años 40. El texto te hace vibrar, te hace vivir con los protagonistas sus aventuras, te hace sentir sus miedos, su dolor. Es una lectura que en algún pasaje te oprime de rabia y pena la garganta, que te empaña los ojos de tristeza, que te hace vibrar con el entusiasmo adolescente y te hace sufrir con los temores maternales. Leyendo la novela puedes oler los aromas, ver los colores, sentir las emociones de una tierra lejana y exótica por la que sentiremos la terrible ambivalencia de querer estar y querer huir de ella. Porque mientras dure la lectura, sufriremos pero a la vez disfrutaremos con intensidad de un torrente de imágenes y sensaciones que no dan tregua.

Leer teniendo el alma en vilo, el corazón atenazado en un puño mientras la historia avanza tan soberbiamente narrada que somos capaces de hacer de la lectura una representación cinematográfica en la mente. Es fácil visualizar todo lo que nos cuenta Zenatti en su novela. Es fácil visualizar y conocer a sus protagonistas, ponernos en su piel. Sufrir el dolor de una vieja madre a la que la guerra le arrebata un hijo o el de otra joven madre que pierde un bebé por enfermedad; el dolor de una muchacha que no llegará nunca a ser amada por aquel al que siempre ha amado en secreto, esperando; el miedo de la juventud enfrentada a los horrores del campo de batalla, pero también sentir el deseo, el amor, la amistad, la esperanza...

No es la primera vez, ni será posiblemente la última que leeremos sobre personajes y acontecimientos parecidos, pero Zenatti ha sabido convertir su narración en una pieza de tan pura, trabajada y exquisita literatura que ha conseguido un merecido lugar en nuestra biblioteca personal... y en nuestro corazón. 




lunes, 6 de noviembre de 2017

La canción de la llanura, Kent Haruf

En su día resultó una grata sorpresa descubrir una novela tan breve como intensa titulada "Nosotros en la noche" que el escritor norteamericano Kent Haruf, decidió escribir al enterarse por sus médicos que le quedaba poco tiempo de vida. A los 71 años y tras haber entregado las pruebas de este emotivo pero contenido canto al amor entre dos personas de avanzada edad, su autor falleció, aunque afortunadamente no nos dejó esta única novela sino también la llamada "Trilogía de la Llanura", tres obras ambientadas en Holt, un pueblo perdido entre las extensas llanuras de Colorado, del que Literatura Random House nos trae ahora el primer volumen, "La canción de la llanura" que, al igual que nos sucedió con "Nosotros en la noche" (publicada por la misma editorial), nos ha atrapado desde las primeras páginas y nos ha resultado imposible abandonar hasta llegar al final.


Nada sabíamos de Haruf  pues posiblemente sea más conocido en su país que en el nuestro, pero desde luego es un autor que está a la altura de cualquier narrador norteamericano contemporáneo, de esa estirpe de escritores que, aun localistas por el contexto de sus historias, tienen la asombrosa capacidad de trascender más allá de sus fronteras y hacer llegar al imaginario de cualquier lector de cualquier parte del mundo, ese paisaje de llanos, desiertos, carreteras de Colorado, ganaderos, maestras de escuela, pequeñas comunidades perpetuadas en sus costumbres locales, en las que se suceden acontecimientos y se desarrollan emociones comunes a cualquier ser humano esté dónde esté: conflictos familiares, primeros amores, el descubrimiento del sexo, desengaños, el paso de la niñez a la adolescencia, la soledad, la búsqueda del calor humano, la pérdida de la inocencia, el avance implacable de la vejez...en definitiva, ese variado y cambiante caleidoscopio del que se compone la vida, esa que gira y avanza de manera similar para todos.


Haruf es un escritor sencillo en su estilo narrativo, directo, claro y libre de artificios pero eso no resta fuerza a la construcción de su artefacto literario pues con aparente facilidad va surgiendo ante nuestros ojos una espléndida novela coral sostenida por un plantel de personajes cuyas vidas se van entrecruzando de tal manera que unos se irán integrando en el presente de los otros para trazar un futuro en común que se irá desvelando a lo largo de esta novela, e imaginamos, también a lo largo de las otras dos que completan la "Trilogía". Pero aunque ignoráramos la existencia de esa continuación, "La canción de la llanura" funciona a la perfección como obra independiente. Hay una presentación de los protagonistas, unos nudos narrativos y sus correspondientes desenlaces de manera que la novela es unitaria, independiente y redonda aun cuando su lectura quede abierta a una segunda parte y aun cuando nos quedemos con unas ganas inmensas de seguir en compañía de ese íntegro profesor de instituto que es Guthrie; de sus hijos, los pequeños pero espabilados Ike y Bobby; la adolescente Victoria que tras su embarazo se ve obligada a buscarse la vida fuera de casa; la decidida Maggie Jones siempre dispuesta a echar una mano a los demás...y, de manera especial, echaremos de menos a los huraños, entrañables y bondadosos hermanos McPheron que se verán obligados a abrir las puertas de su casa y sus corazones a alguien más que a su ganado.


En el fondo, todos ellos son solitarios cuyos destinos Haruf  juega a poner en contacto con una sorprendente naturalidad. La narración fluye de un hogar a otro, del instituto a la granja y al café del pueblo, de la estación del tren a las llanuras donde pace tranquilo el ganado...el pueblo de Holt es un pequeño escenario donde cada nuevo día se suceden pequeños dramas y tragedias cuya crónica es recogida en las páginas de "La canción de la llanura" bajo la que vibra un sentimiento y una intención muy clara por parte de su autor: evidenciar que en el fondo, todos buscamos compañía, afecto, comprensión, cariño y amor. Todos necesitamos amar y ser amados porque es lo que da sentido a la vida y nos hace plenamente humanos. Y Humanidad, en mayúsculas, es la principal característica de esta novela y nos atreveríamos a aventurar, que la principal característica de su autor porque alguien capaz de escribir con esta tremenda, simple, llana y contundente humanidad ha de ser no solo un gran escritor, sino una excelente persona. 

Esperando ya la próxima novela. ¡No tardéis Literatura Random House




Fotografía de Boulevard literario 





miércoles, 1 de noviembre de 2017

Los portadores de sueños, Gioconda Belli

"En todas las profecías
está escrita la destrucción del mundo.

Todas las profecías cuentan
que el hombre creará su propia destrucción.

Pero los siglos y la vida
que siempre se renueva
engendraron también una generación
de amadores y soñadores,
hombres y mujeres que no soñaron
con la destrucción del mundo,
sino con la construcción del mundo
de las mariposas y los ruiseñores.

Desde pequeños venían marcados por el amor.
Detrás de su apariencia cotidiana
Guardaban la ternura y el sol de medianoche.
Las madres los encontraban llorando
por un pájaro muerto
y más tarde también los encontraron a muchos
muertos como pájaros.
Estos seres cohabitaron con mujeres traslúcidas
y las dejaron preñadas de miel y de hijos verdecidos
por un invierno de caricias.
Así fue como proliferaron en el mundo los portadores sueños,
atacados ferozmente por los portadores de profecías
habladoras
de catástrofes.
los llamaron ilusos, románticos, pensadores de
utopías
dijeron que sus palabras eran viejas
y, en efecto, lo eran porque la memoria del paraíso
es antigua
el corazón del hombre.
Los acumuladores de riquezas les temían
lanzaban sus ejércitos contra ellos,
pero los portadores de sueños todas las noches
hacían el amor
y seguía brotando su semilla del vientre de ellas
que no sólo portaban sueños sino que los
multiplicaban
y los hacían correr y hablar.
De esta forma el mundo engendró de nuevo su vida
como también había engendrado
a los que inventaron la manera
de apagar el sol.
Los portadores de sueños sobrevivieron a los
climas gélidos
pero en los climas cálidos casi parecían brotar por
generación espontánea.
Quizá las palmeras, los cielos azules, las lluvias
torrenciales
Tuvieron algo que ver con esto,
La verdad es que como laboriosas hormiguitas
estos especímenes no dejaban de soñar y de construir
hermosos mundos,
mundos de hermanos, de hombres y mujeres que se
llamaban compañeros,
que se enseñaban unos a otros a leer, se consolaban
en las muertes,
se curaban y cuidaban entre ellos, se querían, se
ayudaban en el
arte de querer y en la defensa de la felicidad.

Eran felices en su mundo de azúcar y de viento
de todas partes venían a impregnarse de su aliento
de sus claras miradas
hacia todas partes salían los que habían conocido
portando sueños
soñando con profecías nuevas
que hablaban de tiempos de mariposas y ruiseñores
y de que el mundo no tendría que terminar en la
hecatombe.
Por el contrario, los científicos diseñarían
puentes, jardines, juguetes sorprendentes
para hacer más gozosa la felicidad del hombre.

Son peligrosos - imprimían las grandes
rotativas
Son peligrosos - decían los presidentes
en sus discursos
Son peligrosos - murmuraban los artífices de la guerra.

Hay que destruirlos - imprimían las grandes
rotativas
Hay que destruirlos - decían los presidentes en sus
discursos
Hay que destruirlos - murmuraban los artífices de la guerra.

Los portadores de sueños conocían su poder
por eso no se extrañaban
también sabían que la vida los había engendrado
para protegerse de la muerte que anuncian las
profecías
y por eso defendían su vida aun con la muerte.
Por eso cultivaban jardines de sueños
y los exportaban con grandes lazos de colores.
Los profetas de la oscuridad se pasaban noches
y días enteros
vigilando los pasajes y los caminos
buscando estos peligrosos cargamentos
que nunca lograban atrapar
porque el que no tiene ojos para soñar
no ve los sueños ni de día, ni de noche.
Y en el mundo se ha desatado un gran tráfico de
sueños
que no pueden detener los traficantes de la muerte;
por doquier hay paquetes con grandes lazos
que sólo esta nueva raza de hombres puede ver
la semilla de estos sueños no se puede detectar
porque va envuelta en rojos corazones
en amplios vestidos de maternidad
donde piesecitos soñadores alborotan los vientres
que los albergan.

Dicen que la tierra después de parirlos
desencadenó un cielo de arcoiris
y sopló de fecundidad las raíces de los árboles.
Nosotros sólo sabemos que los hemos visto
sabemos que la vida los engendró
para protegerse de la muerte que anuncian las
profecías. "


Los portadores de sueños, Gioconda Belli




Fotografía de Boulevard literario