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lunes, 7 de noviembre de 2016

Una maleta y un manuscrito.

Denise saca del armario la vieja maleta. Está raída a partes iguales, por el tiempo y por el dolor. Acaricia la piel cuarteada y descolorida, pero aun recia, antes de abrirla. Denise suspira y siente una punzada de tristeza.

En el fondo de la maleta, a buen recaudo, yace el manuscrito. Un pliego grueso de papel fino, amarillento, tan escaso durante la guerra que la letra con la que está escrito es pequeña, pulcra pero apretada. No es la primera vez que Denise recorre con sus dedos, suavemente, el tacto de las hojas. Alguna vez no ha podido evitar leer alguna palabra, alguna frase, pero se niega a ir más allá. Duele demasiado imaginar el contenido del texto. Se teme lo peor. Un diario de la experiencia de su madre bajo el dominio nazi. La recuerda siempre tan dulce y alegre, con su amplia sonrisa y su gesto cariñoso que no puede enfrentarse al recuerdo de su trágico destino.

Denise sabe que su madre escribía, que su escritura fue su pasión y su válvula de escape en un mundo que se iba desmoronando a su alrededor, pero el manuscrito que tiene entre sus manos y que la acompañó a ella y a su hermana menor en su huida por Francia, y al que puso a salvo a toda costa, ha estado siempre con ella, en silencio, toda su vida, y ahora, darle voz le da miedo, pánico.

Después de darle muchas vueltas, Denise ha decidido finalmente donar el manuscrito al Institut Mémoire de l'Édition Contemporaine, a fin de preservar la historia y la memoria de su madre, de su padre y de los millones de refugiados, de prisioneros, de soldados, de judíos que perdieron la vida durante la guerra.

Convencida y segura que tiene en su poder un testimonio valioso y veraz de los hechos, Denise decide mecanografiar el texto de su madre antes de donarlo, así que lupa en mano y despacio empieza a copiarlo.

Poco a poco se va dando cuenta de que no es el diario personal que ella imaginaba, o al menos no como ella imaginaba. Hay mucho de testimonial en estas páginas que Denise va descifrando pero están escritas en forma de novela.

Lo que debía ser una obra de más de 1000 páginas dividida en 5 partes quedó en 2, tras la detención y muerte de su autora en Julio de 1942 en Auschwitz.
No obstante es suficiente con estas dos partes para ver plasmado un fresco magistral de escenas y personajes en la Francia ocupada durante la Segunda Guerra Mundial.

En la primera parte, "Tempestad en Junio", se suceden los capítulos ágiles y breves, protagonizados por distintos refugiados franceses que abandonan París buscando amparo en el campo.
Todos absolutamente, sea cual sea su origen o condición social, se mueven acuciados por el instinto de supervivencia que los lleva a participar en una huida en la que aflorarán los más diversos sentimientos y actos que no siempre serán los más nobles ni moralmente correctos.
Denise va leyendo el texto y se imagina acompañando a todos esos compatriotas suyos que, como ella y su familia, se vieron obligados a dejar sus hogares y emprender un viaje del que muchos no volvieron.

La segunda parte del texto, "Dolce" cambia el dinamismo y la pluralidad de protagonistas por un relato más pausado y estático, aunque igualmente cargado de emociones y vigor. Ahora la historia se centra en unos personajes y un pueblo concretos, y la trama gira entorno a las complejas relaciones que se establecen entre vencedores, los alemanes, y vencidos, los franceses. Muy sutilmente la autora nos da a entender que ni unos son tan malos ni los otros tan buenos, sino que todos somos seres humanos, con nuestras virtudes y defectos, víctimas de las circunstancias.

Denise se emociona, vibra y llora con este texto que jalonará la reputación literaria de su madre cuando póstumamente su hija lo publique: es la espléndida "Suite francesa" de Irène Némirovsky, actualmente un clásico imprescindible, de lectura inolvidable.




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