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viernes, 13 de marzo de 2015

Un hijo

Desde que leímos (y disfrutamos) "El secreto de los Hoffman" (cuya reseña hicimos en su día en este mismo blog), no habíamos tenido ocasión de leer otra novela de Alejandro Palomas, hasta que ha llegado "Un hijo" a nuestras manos. Con su lectura, nos resarcimos de tener todavía pendiente la lectura de "Una madre", así que saltándonos una generación, hemos leído, mejor dicho, devorado, esta bella novela o cuento largo con aires de fábula, cuya surrealista y llamativa portada ya es todo un reclamo para cualquier lector.
Palomas se maneja a la perfección con distintos personajes que le sirven de variados narradores que van contando partes de la misma historia desde sus respectivos puntos de vista, dotando de dinamismo y agilidad a la narración.
Hay que reconocer que puede ser complicado contar una historia con un protagonista de tan solo 9 años, sin que resulte repelente, ñoño o simplemente, poco creíble. Palomas consigue dibujar un niño como tantos otros pero dotándolo de unas cualidades que lo hacen especial. Guille es un niño que habla y actúa como tal, pero desde su singularidad y desde su peculiar modo de ver y hacer las cosas, nos cautiva irremediablemente.
Hay momentos que intuimos el secreto que esconde la historia, que rozamos el misterio que encierra el argumento y presentimos el desenlace sin demasiado riesgo a equivocarnos, pero no obstante seguimos leyendo, totalmente enganchados a las peripecias de este niño de especial sensibilidad para ver y expresar la vida, de su taciturno y desorientado padre y de la perspicaz y esforzada orientadora escolar que va tirando del hilo para desenmarañar la madeja que bulle en el interior de Guille.
Una lectura agradable, sensible, que no sentimental; unas pinceladas en defensa de la tolerancia, de la igualdad y la no discriminación por sexo o religión; un alegato a la fuerza de la esperanza, a la serenidad de la aceptación de lo inevitable, a la intuición y la inteligencia de los niños para desenvolverse y manejarse en el mundo adulto.
Confesamos que una vez empezada la novela, recién salida del horno editorial, la hemos leído de tirón, hasta el final y que al acabar, nos hemos dado cuenta que nos ha quedado una sonrisa en los labios, una lagrimilla contenida en los ojos y que sin darnos cuenta estamos cantando en un susurro "Supercalifragilísticoespialidoso"...





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