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viernes, 6 de febrero de 2015

Recordando a Rubén Darío

Recordamos al poeta nicaragüense Rubén Darío, que fallecía en León (Nicaragua), el 6 de febrero de 1916. Y lo hacemos con un poema muy indicado para estos días fríos y desapacibles que han teñido de blanco gran parte de nuestro país:

INVERNAL



Noche. Este viento vagabundo lleva 
las alas entumidas 
y heladas. El gran Andes 
yergue al inmenso azul su blanca cima. 
La nieve cae en copos, 
sus rosas transparentes cristaliza; 
en la ciudad, los delicados hombros 
y gargantas se abrigan; 
ruedan y van los coches, 
suenan alegres pianos, el gas brilla; 
y si no hay un fogón que le caliente, 
el que es pobre tirita. 

Yo estoy con mis radiantes ilusiones 
y mis nostalgias íntimas, 
junto a la chimenea 
bien harta de tizones que crepitan. 
Y me pongo a pensar: ¡Oh! ¡Si estuviese 
ella, la de mis ansias infinitas, 
la de mis sueños locos 
y mis azules noches pensativas! 
¿Cómo? Mirad: 
De la apacible estancia 
en la extensión tranquila 
vertería la lámpara reflejos 
de luces opalinas. 
Dentro, el amor que abrasa; 
fuera, la noche fría; 
el golpe de la lluvia en los cristales, 
y el vendedor que grita 
su monótona y triste melopea 
a las glaciales brisas. 
Dentro, la ronda de mis mil delirios, 
las canciones de notas cristalinas, 
unas manos que toquen mis cabellos, 
un aliento que roce mis mejillas, 
un perfume de amor, mil conmociones, 
mil ardientes caricias; 
ella y yo: los dos juntos, los dos solos; 
la amada y el amado, ¡oh Poesía! 
los besos de sus labios, 
la música triunfante de mis rimas, 
y en la negra y cercana chimenea 
el tuero brillador que estalla en chispas. 

¡Oh! ¡Bien haya el brasero 
lleno de pedrería! 
Topacios y carbunclos, 
rubíes y amatistas 
en la ancha copa etrusca 
repleta de ceniza. 
Los lechos abrigados, 
las almohadas mullidas, 
las pieles de Astrakán, los besos cálidos 
que dan las bocas húmedas y tibias. 
¡Oh, viejo Invierno, salve! 
puesto que traes con las nieves frígidas 
el amor embriagante 
y el vino del placer en tu mochila. 

Sí, estaría a mi lado, 
dándome sus sonrisas, 
ella, la que hace falta a mis estrofas, 
esa que mi cerebro se imagina; 
la que, si estoy en sueños, 
se acerca y me visita; 
ella que, hermosa, tiene 
una carne ideal, grandes pupilas, 
algo del mármol, blanca luz de estrella; 
nerviosa, sensitiva, 
muestra el cuello gentil y delicado 
de las Hebes antiguas; 
bellos gestos de diosa, 
tersos brazos de ninfa, 
lustrosa cabellera 
en la nuca encrespada y recogida 
y ojeras que denuncian 
ansias profundas y pasiones vivas. 
¡Ah, por verla encarnada, 
por gozar sus caricias, 
por sentir en mis labios 
los besos de su amor, diera la vida! 
Entre tanto hace frío. 
Yo contemplo las llamas que se agitan, 
cantando alegres con sus lenguas de oro, 
móviles, caprichosas e intranquilas, 
en la negra y cercana chimenea 
do el tuero brillador estalla en chispas. 

Luego pienso en el coro 
de las alegres liras. 
En la copa labrada, el vino negro, 
la copa hirviente en cuyos bordes brillan 
con iris temblorosos y cambiantes 
como un collar de prismas; 
el vino negro que la sangre enciende, 
y pone el corazón con alegría, 
y hace escribir a los poetas locos 
sonetos áureos y flamantes silvas. 
El Invierno es beodo. 
Cuando soplan sus brisas, 
brotan las viejas cubas 
la sangre de las viñas. 
Sí, yo pintara su cabeza cana 
con corona de pámpanos guarnida. 
El Invierno es galeoto, 
porque en las noches frías 
Paolo besa a Francesca 
en la boca encendida, 
mientras su sangre como fuego corre 
y el corazón ardiendo le palpita. 
?¡Oh crudo Invierno, salve! 
puesto que traes con las nieves frígidas 
el amor embriagante 
y el vino del placer en tu mochila. 

Ardor adolescente, 
miradas y caricias; 
cómo estaría trémula en mis brazos 
la dulce amada mía, 
dándome con sus ojos luz sagrada, 
con su aroma de flor, savia divina. 
En la alcoba la lámpara 
derramando sus luces opalinas; 
oyéndose tan sólo 
suspiros, ecos, risas; 
el ruido de los besos; vla música triunfante de mis rimas, 
y en la negra y cercana chimenea 
el tuero brillador que estalla en chispas. 
Dentro, el amor que abrasa; 
fuera, la noche fría.





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