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miércoles, 30 de abril de 2014

Bravo por la iniciativa del grupo "Coldplay" de esconder en 9 bibliotecas de 9 países de todo el mundo la letra de una de las canciones de su último disco, premiando a quién la encuentre con una entrada para uno de sus conciertos en Londres. En Barcelona , ya ha habido una afortunada.
Leído en "La Vanguardia" :


Coldplay esconde en Barcelona la letra de una de las canciones de su último disco

La biblioteca de Sant Pau y la Santa Creu, en el Raval, ha sido una de las nueve de todo el mundo que el grupo británico ha elegido para participar en una macro acertijo internacional 

Barcelona (Redacción). – Coldplay ha escondido en Barcelona la letra de una de las canciones de su último disco. La biblioteca de Sant Pau y la Santa Creu, en el Raval, ha sido una de las nueve de todo el mundo que el grupo británico ha elegido para participar en una macro acertijo internacional, según ha explicado El Món a RAC1.
La estudiante Judith Garriga encontró el premio, ayer por la tarde, entre las páginas del cómic Sherlock Holmes. El perro de los Baskerville.
La letra es de la canción True love y está escrita a mano por el cantante del grupo, Chris Martin.
“Coldplay colgaba una pista. En este caso, era una frase en twitter, de 140 caracteres. Tenías que adivinar el autor, el libro, la biblioteca y el país. Y cuando lo vi, me puse a buscarlo”, explica Garriga.
La estudiante afirma que en el sobre encontró loas instrucciones de qué debe hacer para ir al concierto del 1 de julio. “Tuve que enviar un correo y un código”, apunta.
“Los de la biblioteca no tenían ni idea de que tenían este sobre escondido aquí”, aclara la estudiante de 19 años, que es de Cardona y estudia ADE.


Aniversario del fallecimiento de Edouard Manet: lectores en sus obras

Hoy recordamos al pintor francés Edouard Manet que murió en París, el 30 de abril de 1883.
Resulta difícil situar la obra de Edouard Manet, porque si bien es cierto que introdujo grandes novedades temáticas y técnicas en sus lienzos que le sitúan en el Impresionismo, todo su deseo fue triunfar en el Salón de París, el lugar oficial del momento, alejándose de los foros independientes. Quizá este debate proporcione mayor encanto a sus cuadros, al no saber con certeza dónde situarnos, si ante un realista reconocido o ante un impresionista por reconocer.
Sea como fuere nos legó unos lienzos magníficos entre los que hemos seleccionado aquellos que tienen como tema principal o secundario, la lectura, como el magnífico retrato de Emile Zolà, padre del naturalismo francés.
















martes, 29 de abril de 2014

Fragmento de "El cine segun Hitchcock" de François Truffaut


El 29 de abril de 1980, nos dejaba el gran maestro del cine de suspense, Alfred Hitchcock.
Para recordarlo, aquí os dejamos una entrevista que le hizo otro de los grandes, François Truffaut. Un encuentro irrepetible para recordar y disfrutar.

 " FRANCOIS TRUFFAUT: Señor Hitchcock, esta mañana me decía que le turbaba un poco haber removido tantos recuerdos estos últimos días y que había tenido sueños agitados. Por otra parte, hemos comprobado que algunos films como Notorious, Vértigo, Psycho, parecen sueños. Quisiera saber si sueña usted mucho.
ALFRED HITCHCOCK: No mucho...algunas veces... y mis sueños son muy razonables. En uno de ellos, me encontraba en Sunset Boulevard, a la sombra de unos árboles, esperaba un taxi amarillo (Yellow Cab) para ir a almorzar. No había trazas de taxi amarillo, pues todos los coches que pasaban por allí eran de 1916. Y me dije entonces: "Es inútil que esté aquí de plantón esperando un taxi amarillo, puesto que estoy teniendo un sueño de 1916". Después de esta reflexión, me fui andando hasta el restaurante.
F.T. ¿Es realmente un sueño o un "gag"?
A.H. No, nada de "gag", un sueño.
F.T. ¡Entonces es casi un sueño de época! ¿Admite que existe todo un aspecto onírico en sus películas?
A.H. Son sueños diurnos.
F.T. Tal vez sea inconsciente en usted y ello nos lleva otra vez a los cuentos de hadas. Al filmar al hombre solitario, rodeado de cosas hostiles, incluso sin quererlo, desemboca usted automáticamente en el dominio de los sueños, que es también el de la soledad y el de los peligros.
A.H. Probablemente soy yo, en mi intimidad.
F.T. Seguramente, porque la lógica de sus películas -que ya hemos visto que no satisface siempre a los críticos- es un poco la lógica de los sueños. Films como Strangers on a Train o North by Northwest son sucesiones de formas extrañas, como en una pesadilla.
A.H. Esto procede de que no trabajo nunca con lo mediano, no me siento jamás a gusto dentro de lo corriente, de lo cotidiano.
F.T. Totamente de acuerdo. No se imagina uno un film de Hitchcock en el que la muerte no tuviera nada que hacer. Y estoy convencido de que siente profundamente lo que rueda, el miedo por ejemplo...
A.H. ¡Ah, sí! Soy alguien muy miedoso. Hago todo lo posible por evitar las dificultades y las complicaciones. Me gusta que mi alrededor sea límpido, sin nubes, perfectamente tranquilo. Una mesa de trabajo bien arreglada me produce una paz interior. Cuando tomo un baño en un cuarto de baño, vuelvo a colocar, después de usarlos, todos los objetos en su lugar. No dejo ninguna huella de mi paso. Este sentido del orden va parejo en mí con una clara repugnancia hacia toda complicación.
F.T. Por esta razón se protege usted mucho. Sus posibles dificultades de puesta en escena están resueltas antes del rodaje gracias a los dibujos, evita los problemas y las decepciones. Jacques Becker decía de usted: "Alfred Hitchcock es en el mundo el director de cine que menos sorpresas debe tener en las proyecciones".
A.H. Es exacto y, además, ¡siempre he soñado con no ir a ver las proyecciones! Pero ahora, a propósito de los sueños, conviene que le cuente una anécdota. Había una vez un guionista a quien se le ocurrían siempre las mejores ideas en plena noche y, cuando se despertaba por la mañana, no conseguía recordarlas; finalmente, se dijo: "Voy a colocar una hoja de papel y un lápiz al lado de la cama, y cuando se me ocurra una idea, la podré escribir". El individuo se acuesta y, naturalmente, a mitad de la noche se despierta con una idea formidable; la escribe rápidamente y se vuelve a dormir tan contento. A la mañana siguiente se despierta, y al principio se olvida que ha copiado la idea. Está afeitándose y se dice: "¡Ah, bueno! Se me ha ocurrido una idea formidable esta noche pero se me ha olvidado. ¡Ah, es terrible...! Pero si no recuerdo mal, la he escrito en un papel." Se dirige rápidamente a su dormitorio, coge el papel y lee: "Un chico se enamora de una chica."
T.F. Es divertido...muy bien...
A.H. Hay aquí una gran verdad, porque las ideas que se le ocurren a uno en plena noche, y que cree que son formidables, resultan ser a menudo lamentables a la mañana siguiente.
F.T. No da gran resultado una discusión sobre los sueños a propósito de sus films, creo que es un ángulo que no le interesa nada, por tanto...
A.H. ¡En todo caso, lo que le aseguro es que nunca tengo sueños eróticos!
F.T. Sin embargo, el amor y el erotismo ocupan un gran lugar en su trabajo. No hemos hablado bastante del amor en sus películas. Creo que a partir de Notorious, se le ha considerado no sólo como un especialista del suspense, sino también como un especialista del amor físico en el cine.
A.H. Sí, había un aspecto físico en las escenas de amor de Notorious, y usted piensa probablemente en la larga escena del beso entre Ingrid Bergman y Cary Grant...
F.T. Sí, y creo recordar que la publicidad decía a propósito de esta escena: "El beso más largo de la historia del cine..."
A.H. ...Naturalmente, los actores detestaban hacerlo. Se sentían terriblemente a disgusto y se quejaban de la manera como tenían que agarrarse uno a otro. Entonces les dije: "Que estén incómodos o no me importa poco; lo que me interesa es el efecto que vamos a producir en la pantalla."
F.T. Supongo que los lectores se preguntarán porqué los dos actores se sentían incómodos rodando esta escena. Por tanto vamos a explicar que usted rodaba en primer plano dos rostros reunidos y que tenían que atravesar todo el decorado. La dificultad para los actores consistía en andar pegados uno al otro, pero esto no le concernía, pues en la pantalla no se debía ver más que los dos rostros. ¿Es eso?
A.H. Exactamente. Esta escena fue concebida para mostrar el deseo que sienten el uno por el otro y había que evitar, por encima de todo, que se rompiera el tono, la atmósfera dramática. Si yo les hubiera separado uno del otro, se hubiese perdido la emoción. Ahora bien, había algunas acciones que debían realizar, debían ir hacia el teléfono que sonaba, continuar besándose durante toda la duración de la comunicación, luego, un segundo desplazamiento les conducía hasta la puerta. Me daba cuenta de que era esencial que no se separaran y que no se rompiera el abrazo; me daba cuenta que la cámara, que representaba al público, debía admitirse como una tercera persona unida a este largo abrazo. Daba al público el gran privilegio de besar a la vez a Cary Grant y a Ingrid Bergman. Era una especie de matrimonio triangular temporal.
Ahora bien, la voluntad absoluta de no romper esta emoción amorosa me lo inspiró un recuerdo muy instructivo y que nos lleva a retroceder varios años, en Francia. Viajaba en un tren que iba de Boulogne a París y atravesábamos Etaples con bastante lentitud. Era domingo por la tarde; veía por el cristal una gran fábrica con un edificio de ladrillos rojos y, pegada a la pared, había una pareja de jóvenes; el chico y la chica estaban completamente abrazados y el muchacho orinaba contra la pared; la chica no dejó nunca de abrazarle; miraba lo que él hacía, contemplaba el tren pasar, luego miraba de nuevo al muchacho...Pensé que ahí tenía, de verdad, el verdadero amor "en faena", el verdadero amor que "funciona".
F.T. Cuando dos personas se aman, no se separan.
A.H. Perfectamente. Siempre me he acordado de ello y por eso sabía con exactitud lo que quería conseguir en la escena de los besos de Notorious.
F.T. Es muy interesante, pero creo que deberíamos hablar de los problemas que plantean los actores cuando tienen que rodar algo incómodo. Tengo la impresión de que muchos cineastas dirigen las escenas en función de la verosimilitud de lo que se ve en el decorado como totalidad y no en función de la porción de espacio que se verá en el encuadre y, por tanto, en la pantalla. Yo pienso en esto cuando trabajo y, sobre todo, cuando veo sus películas, y me digo que quizás el gran cine, el cine puro, comienza cuando la puesta en situación del piano que se va a rodar parece absurda a todo el equipo.
A.H. Estoy absolutamente de acuerdo, mire...
F.T. Tomemos otro ejemplo, aparte del largo beso de Notorious: el abrazo entre Cary Grant y Eva Marie-Saint en el compartimiento del tren en North by Northwest. Están contra la pared, se abrazan y se besan y sus cuerpos giran sobre sí mismos mientras se deslizan por el tabique. En la pantalla es perfecto, pero en el rodaje debería parecer muy irreal.
A.H. Sí, giran ante la pared; se trata siempre del mismo principio: no separar a la pareja. Creo que hay mucho que hacer con las escenas de amor. Generalmente, se trata de pegar al hombre y a la mujer uno contra otro, pero sería interesante intentar lo contrario y colocarles a cada uno en un extremo de la habitación. Es imposible hacerlo, pues, para que se tratara de una escena de amor, deberían exponerse el uno al otro y lo que tendríamos entonces sería una escena de puro exhibicionismo. Normalmente, el hombre debería abrirse la bragueta mientras que, frente a él, la mujer se quitaría la falda y, forzosamente, el diálogo debería ser un contrapunto de la imagen; hablarían de la lluvia y del buen tiempo o bien dirían: "¿Qué vamos a comer esta noche?", y esto nos devuelve otra vez a Notorious donde, mientras se abrazan y se besan, hablan de comerse un pollo y de quién lavará los platos, etc."


"EL CINE SEGÚN HITCHCOCK", François Truffaut (Alianza, Madrid 1974)


lunes, 28 de abril de 2014

Recordando a Penelope Fitzgerald en el aniversario de su fallecimiento

Penelope Fitzgerald nació el 17 de diciembre de 1916 y murió en Londres, el 28 de abril del 2000. Era la hija del editor del Punch, Edmund Knox, y sobrina del teólogo y escritor de novelas negras, Ronald Knox.
Fue educada en Wycombe Abbey y en el Somerville College, de Oxford.
Durante la Segunda Guerra Mundial , trabajó para la BBC  
En 1941, se casó con Desmond Fitzgerald, un soldado irlandés que conoció en una fiesta en ese año de guerra (y que moriría en 1976). De la unión nacieron un varón y dos hijas.
Cuando pudo independizarse de la familia, en la década de 1960, Fitzgerald enseñó en la Italia Conti Academy, que era una escuela de arte dramático, hasta los setenta años; además trabajó en una librería en Southwold, Suffolk, cuya experiencia novelará en "La librería", que será finalista del Premio Booker 1979.
Buena conocedora de la literatura rusa, después de su paso por Moscú en 1972, escribe en 1988 "El inicio de la primavera", un extenso relato amoroso, ambientado en el Moscú de 1913 en el que aborda el mundo de antes de la revolución bolchevique a través de los problemas de un pequeño empresario británico nacido en Rusia.
Otra de sus novelas más destacables, concretamente la última, fue "La flor azul", escrita en 1995, que se centra en la figura del poeta y filósofo del siglo XVIII Novalis y en la que aparecen otros personajes históricos como Goethe o el pensador Friedrich von Schlegel
El libro, aclamado como obra maestra, ganó el National Book Critics Circle Award en 1997, y fue considerado Book of the Year para la prensa británica.

Las tres obras citadas están cuidadosamente publicadas por la Editorial Impedimenta.

Aquí os dejamos dos fragmentos de una de ella, "La librería". A.S. Byatt dijo de Fitzgerald que era "la más privilegiada heredera de Jane Austen"... Leed sus obras, y juzgad. Comparable o no a Austen, Penelope Fitzgerald brilla por méritos propios.


"En las tardes lluviosas, cuando se levantaba el mal tiempo, Old House se llenaba de visitantes extraviados y desconsolados. Christine, que decía que ponían la tienda perdida de arena, era implacable con ellos, y les exigía que decidieran qué querían comprar.
- Hojear libros es parte de la tradición de una librería - le dijo Florence-.Debes dejar que se queden y toquen los libros"


"Yo no le doy tanta importancia como usted , supongo, a las nociones del bien y del mal. He leído "Lolita", como usted me pidió. Es un buen libro y, por lo tanto, debería intentar vendérselo a los habitantes de Hardborough. No lo entenderán, pero será mejor así. Entender las cosas hace que la mente se vuelva perezosa"





viernes, 25 de abril de 2014

El gato bajo la lluvia

Dicen de él que el recientemente desaparecido Gabriel García Márquez lo consideraba el mejor cuento que había leído jamás. Es "El gato bajo la lluvia" de Ernest Hemingway que aquí reproducimos para que juzguéis vosotros mismos:


EL GATO BAJO LA LLUVIA

ERNEST HEMINGWAY

Sólo dos americanos había en aquel hotel. No conocían a ninguna de las personas que subían y bajaban por las escaleras hacia y desde sus habitaciones. La suya estaba en el segundo piso, frente al mar y al monumento de la guerra, en el jardín público de grandes palmeras y verdes bancos. Cuando hacía buen tiempo, no faltaba algún pintor con su caballete. A los artistas les gustaban aquellos árboles y los brillantes colores de los hoteles situados frente al mar.
Los italianos venían de lejos para contemplar el monumento a la guerra, hecho de bronce que resplandecía bajo la lluvia. El agua se deslizaba por las palmeras y formaba charcos en los senderos de piedra. Las olas se rompían en una larga línea y el mar se retiraba de la playa, para regresar y volver a romperse bajo la lluvia. Los automóviles se alejaron de la plaza donde estaba el monumento. Del otro lado, a la entrada de un café, un mozo estaba contemplando el lugar ahora solitario.
La dama americana lo observó todo desde la ventana. En el suelo, a la derecha, un gato se había acurrucado bajo uno de los bancos verdes. Trataba de achicarse todo lo posible para evitar las gotas de agua que caían a los lados de su refugio.
–Voy a buscar a ese gatito –dijo ella.
–Iré yo, si quieres –se ofreció su marido desde la cama.
–No, voy yo. El pobre minino se ha acurrucado bajo el banco para no mojarse ¡Pobrecito!
El hombre continuó leyendo, apoyado en dos almohadas, al pie de la cama.
–No te mojes –le advirtió.
La mujer bajó y el dueño del hotel se levantó y le hizo una reverencia cuando ella pasó delante de su oficina, que tenía el escritorio al fondo. El propietario era un hombre viejo y muy alto.
Il piove –expresó la americana.
El dueño del hotel le resultaba simpático.
Sí, sí signora, brutto tempo. Es un tiempo muy malo.
Se quedó detrás
Se quedó detrás del escritorio, al fondo de la oscura habitación. A la mujer le gustaba. Le gustaba la seriedad con que recibía cualquier queja. Le gustaba su dignidad y su manera de servirla y de desempeñar su papel de hotelero. Le gustaba su rostro viejo y triste y sus manos grandes. 
Estaba pensando en aquello cuando abrió la puerta y asomó la cabeza. La lluvia había arreciado. Un hombre con un impermeable cruzó la plaza vacía y entró en el café. El gato tenía que estar a la derecha. Tal vez pudiese acercarse protegida por los aleros. Mientras tanto, un paraguas se abrió detrás. Era la sirvienta encargada de su habitación, mandada, sin duda, por el hotelero.
–No debe mojarse –dijo la muchacha en italiano, sonriendo.
Mientras la criada sostenía el paraguas a su lado, la americana marchó por el sendero de piedra hasta llegar al sitio indicado, bajo la ventana. El banco estaba allí, brillando bajo la lluvia, pero el gato se había ido. La mujer se sintió desilusionada. La criada la miró con curiosidad.
Ha perduto qualque cosa, signora?
–Había un gato aquí –contestó la americana.
–¿Un gato?
Sí il gatto.
– ¿Un gato? –la sirvienta se echó a reír– ¿Un gato? ¿Bajo la lluvia?
–Sí; se había refugiado en el banco –y después–: ¡Oh! ¡Me gustaba tanto! Quería tener un gatito.
Cuando habló en inglés, la doncella se puso seria.
–Venga, signora. Tenemos que regresar. Si no, se mojará.
–Me lo imagino –dijo la extranjera.
Volvieron al hotel por el sendero de piedra. La muchacha se detuvo en la puerta para cerrar el paraguas. Cuando la americana pasó frente a la oficina, el padrone se inclinó desde su escritorio. Ella experimentó una rara sensación. Il padrone la hacía sentirse muy pequeña y a la vez, importante. Tuvo la impresión de tener una gran importancia. Después de subir por la escalera, abrió la puerta de su cuarto. George seguía leyendo en la cama.
– ¿Y el gato? –preguntó, abandonando la lectura.
–Se fue.
– ¿Y dónde puede haberse ido? –preguntó él, abandonando la lectura.
La mujer se sentó en la cama.
– ¡Me gustaba tanto! No sé por qué lo quería tanto. Me gustaba. No debe resultar agradable ser un pobre gatito bajo la lluvia.
George se puso a leer de nuevo.
Su mujer se sentó frente al espejo del tocador y empezó a mirarse con el espejo de mano. Se estudió el perfil, primero de un lado y después del otro, y por último se fijó en la nuca y en el cuello.
– ¿No te parece que me convendría dejarme crecer el pelo? –le preguntó, volviendo a mirarse de perfil.
George levantó la vista y vio la nuca de su mujer, rasurada como la de un muchacho.
–A mí me gusta como está.
– ¡Estoy cansada de llevarlo tan corto! Ya estoy harta de parecer siempre un muchacho.
George cambió de posición en la cama. No le había quitado la mirada de encima desde que ella empezó a hablar.
– ¡Caramba! Si estás muy bonita – dijo.
La mujer dejó el espejo sobre el tocador y se fue a mirar por la ventana. Anochecía ya.
–Quisiera tener el pelo más largo, para poder hacerme moño. Estoy cansada de sentir la nuca desnuda cada vez que me la toco. Y también quisiera tener un gatito que se acostara en mi falda y ronroneara cuando yo lo acariciara.
– ¿Sí? –dijo George.
–Y además, quiero comer en una mesa con velas y con mi propia vajilla. Y quiero que sea primavera y cepillarme el cabello frente al espejo, tener un gatito y algunos vestidos nuevos. Quisiera tener todo eso.
– ¡Oh! ¿Por qué no te callas y lees algo? –dijo George, reanudando su lectura.
Su mujer miraba desde la ventana. Ya era de noche y todavía llovía a través de las palmeras.
–De todos modos, quiero un gato –dijo–. Quiero un gato. Quiero un gato. Ahora mismo. Si no puedo tener el pelo largo ni divertirme, por lo menos necesito un gato.
George no la escuchaba. Estaba leyendo su libro. Desde la ventana, ella vio que la luz se había encendido en la plaza.
 Alguien llamó a la puerta.
Avanti –dijo George, mirando por encima del libro.
En la puerta estaba la sirvienta. Traía un gran gato color carey que pugnaba por zafarse de los brazos que lo sujetaban.
–Con permiso –dijo la muchacha– il padrone me encargó que trajera esto para la signora.


martes, 15 de abril de 2014

Los amores de un bibliómano

Los amores de un bibliómano, Eugene Field, Periférica

"Hay muchas clases de coleccionistas de libros, pero creo que todos se pueden agrupar en tres categorías; a saber, los que coleccionan por vanidad, los que coleccionan por el gusto de aprender y los que coleccionan por veneración y amor a los libros.
No es raro que hombres que empiezan a coleccionar libros por la mera satisfacción de su vanidad, acaben tan enamorados de tal actividad que se conviertan en coleccionistas en el mejor sentido de la palabra."  p.42

Ciertamente,hay gente a la que le gusta leer,sea novela, ensayo, poesía...como afición, para pasar el rato, para aprender...pero hay también un tipo de lector que está absolutamente prendido y enamorado de los libros, tanto por su contenido como por su continente. Es un lector que lee y atesora libros sin medida, un bibliómano, un bibliófilo, un obseso irredento de la literatura y un amante incondicional de los letra impresa.
Eugene Fied pertenece  a esta categoría de lector y el título de su obra ya es toda una declaración de principios: "Los amores de un bibliómano".
Garantizo a todo amante confeso de la literatura, que esta historia de un viejo y entrañable coleccionista americano de libros, de finales del siglo XIX, le va a entusiasmar. Son tantos los fragmentos memorables, tantos pasajes con los que identificarse, tantas anécdotas y curiosidades relacionadas siempre con el mundo de los libros, narrados con un toque de humor y sobre todo, con una admiración y un amor tan profundo por la literatura, que hacen de esta obra una auténtica delicia para cualquier lector.
El lujo de leer en la cama, la calvicie y su supuesta relación con el intelecto, el papel de los libreros y editores, la ilustración en los libros y sus olores, la pasión por los catálogos,anécdotas y referencias a personajes históricos y escritores de todas las épocas...son algunos de los temas que trata la obra y que nos remiten a otras estupendas novelas, también publicadas por Periférica: "La librería ambulante" y "La libreria encantada" de Christopher Morley, y que también recomendamos.
Y si alguien se queda con ganas de leer más novelas cuyos protagonistas son devotos de la lectura, aquí van otros títulos fantásticos, todos ellos publicados por Periférica: de Mary Ann Clark Bremer: "Una biblioteca de verano", "Cuando acabe el invierno" y "El librero de París y la princesa rusa"; y "Los libros son tímidos" de Giulia Alberico.