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sábado, 21 de abril de 2018

"La mujer singular y la ciudad", Vivian Gornick

Después de la magnífica obra autobiográfica, "Apegos feroces" de Vivian Gornick, Sexto Piso España nos trae un nuevo libro también de memorias de esta sagaz y observadora periodista y escritora neoyorquina que, sin dedicarse a escribir novelas, consigue que sus textos de origen e intención memorialista y testimonial, adquieran, por el reparto de personajes y argumentos, un estilo y una esencia muy novelescas.

Lo mejor de Gornick es su agudísima mirada pero también su oído atento, la capacidad extraordinaria de captar voces, escenas y detalles de su entorno más inmediato, momentos en apariencia intrascendentes y cotidianos que al trasladarlos al papel con su estilo pulido y preciso, cobran pleno sentido y adquieren una dimensión testimonial que los convierte en puros fotogramas, instantáneas fotográficas que curiosamente imaginamos en blanco y negro y que, expuestas en una galería o en un álbum se convertirían en un excelente retrato de la ciudad de Nueva York en los últimos años.

Cómo en "Apegos feroces", Gornick vuelve a pasear por las avenidas y las calles, por los barrios en los que transcurrieron su infancia y su juventud: el Bronx, el West Side...y de nuevo despliega toda su capacidad descriptiva para que el lector la acompañe en sus caminatas y viva y perciba los mismos estímulos y sensaciones que ella. Casi sin darnos cuenta, caminamos a su lado, oímos las voces de la gente, retazos de sus conversaciones; nos confundimos entre ellos y captamos ese carácter tan particular, esa impronta tan especial que transmiten el bullicio y el constante ir y venir de las gentes de la Gran Manzana. Quien haya estado alguna vez en Nueva York seguro que entenderá de qué estamos hablando.

Gornick, como toda buena "flaneur" disfruta a menudo andando sola, vagando sin rumbo fijo, abierta a los estímulos que va encontrando a su paso y que le inspiran luego sus textos. Pero también tiene un interlocutor recurrente, su viejo y fiel amigo Leonard, sofisticado pesimista irredento que sirve a Gornick de apoyo y a la vez de contrapunto para armar y contrastar sus reflexiones más íntimas, aquellas que hacen referencia al amor, la amistad, el misterio que siempre envuelve a toda relación humana, entre hombres y mujeres, entre personas del mismo sexo y en la relación más íntima y personal que puede existir: la relación interior con cada uno de nosotros mismos.

Gornick se define como esa "mujer singular" que da título al libro, una feminista que con el tiempo ha ido evolucionando en su actitud y sus ideales y ha ido puliendo sus opiniones, moldeándose a si misma para conseguir llegar a ser la escritora y la intelectual que es. Un camino que no ha sido fácil y que ha estado lleno de frustraciones y dificultades, de dudas y desengaños. No obstante, la tenacidad y el empeño por construirse a si misma y encontrar una voz propia han dado sus frutos.

"La mujer singular y la ciudad" recorre un espacio físico muy concreto, las calles de Nueva York, pero también es un recorrido histórico y cultural a través de personajes de la vida intelectual y cultural neoyorquina que han influido en Gornick de manera que mientras deambula por la ciudad va intercalando sus historias y enriqueciendo así el texto con anécdotas y referencias literarias. No obstante, cuando se acaba el libro lo que permanece en nuestra memoria lectora son las distintas voces de la gente que la autora ha ido captando y transcribiendo en el texto. Ella misma reconoce su propia necesidad vital de escuchar y convivir con esas voces: "Nueva York no es puestos de trabajo, es una forma de ser. La mayoría de la gente está en Nueva York porque necesita muestras -en grandes cantidades- de expresividad humana; y no la necesitan de vez en cuando, sino todos los días. Eso es lo que necesitan. Los que se van a ciudades más manejables pueden prescindir de ello; los que vienen a Nueva York, no. O tal vez debería decir que soy yo quien no puede." Y posiblemente no pueda porque es a partir de todas esas voces que Gornick crea y transmite su propia voz. Escuchadla, vale mucho la pena. 



Fotografía de Boulevard literario    
   


lunes, 16 de abril de 2018

"Kuebiko", Miguel Ángel Carmona del Barco

«Kuebiko: n. Estado de agotamiento inspirado por un acto de violencia sin sentido, que te obliga a revisar tu concepción de lo que puede ocurrir en este mundo antes de apuntalarte en su centro, como un viejo espantapájaros que estalla dentro de sus costuras, pero que carece de poder para hacer cualquier cosa que no sea quedarse ahí y observar.»
JOHN KOENIG. Diccionario de oscuros padecimientos

Grito profundo en blanco y negro. Grito de rabia, de impotencia, de dolor. Grito ahogado del que no comprende nada. Grito silencioso que rompe los tímpanos en mil pedazos. La inocencia quebrada de un niño cansado de llevar sobre sus frágiles hombros el peso de la maldad y la sinrazón de los adultos.

Desde la portada de la novela, este pequeño Mowgli, más protagonista de "El corazón de las tinieblas" que de "El libro de la selva", nos pone sobreaviso con su ceño fruncido y su alarido salvaje: "Kuebiko" nos va a doler, nos va a sacudir, a remover, a partir el alma; y, a la vez, nos va a emocionar y nos enamorará profundamente con su historia y sus personajes. 

Hace ya un par de años, descubrí a Miguel Ángel Carmona del Barco con "Manual de autoayuda", libro de relatos publicado por Salto de Página. Me cautivó por completo su prosa, su manera de narrar, entretejiendo tristezas y tragos poco amables que a veces nos hace beber la vida, con un estilo contenido pero a la vez cargado de emoción y de un profundo lirismo con el que iba salpicando los cuentos. Esta vez, no son relatos sino una novela la que nos llega de la mano de Pre-Textos, cuyo resultado, felizmente, es igual de bueno a "Manual de autoyuda".

"Kuebiko" es tremenda. Una lectura incómoda que sacude y golpea al lector, dándole pocos momentos de tregua. Desde las primeras líneas nos atrapa y no nos suelta hasta el punto final.
Ésta es la historia de una huida. Huida real de unos personajes que, a raíz de una supuesta guerra civil en España, a mediados del siglo XXI, se ven obligados a dejarlo todo para buscar refugio en otros países de Europa. Huida y búsqueda de un nuevo hogar, una nueva patria, una nueva vida; y a la vez, huida personal de unos personajes con cuentas pendientes con su pasado y con la gente que aman. Acompañarlos en su éxodo accidentado y lleno de penurias, privaciones y penalidades, leyendo cómodamente sentados en nuestro sillón favorito arropados con la calidez de una manta, resulta casi obsceno, indecente. 

"Kuebiko" es pues, un viaje de huida pero también de regreso, tanto físico como emocional. Un proceso de cambio obligado y forzado por la violencia de una guerra que llevará a los protagonistas de un escenario a otro. Viaje de huida pero también de regreso, huida de la patria y regreso a la familia, huida del odio y regreso al amor. Un viaje de pérdidas pero también de reencuentros, de perdón y de comienzos. Un viaje personal del que se llegará distinto al que emprendió el camino. No importa casi ni el contexto, ni el motivo, ni las razones del conflicto, ni casi importa dónde o entre quién. En "Kuebiko" lo que en realidad importa es diseccionar, a golpes de bisturí, con la precisión y el pulso firme de un buen cirujano, el verdadero drama humano, el dolor, el miedo, la violencia y el sufrimiento al que son sometidos las victimas de todo conflicto bélico, esos mal llamados "refugiados", los inocentes que son arrancados de sus pueblos y hogares y lanzados al vacío, solos y sin red.
Esto va de los mecanismos de supervivencia, de instinto, de lucha, de ganas de vivir. Y por encima de todo, esta magnífica novela  va de amor, amor en mayúsculas, amor entre padres e hijos, entre hermanos, entre amigos, entre amantes; ese amor que es la fuerza que nos ayuda a seguir adelante pese a todos los sufrimientos y las adversidades que nos puede deparar la vida y que es la verdadera razón por la que vale la pena vivir. Como decía Neruda: "Si nada nos salva de la muerte, al menos que el amor nos salve de la vida"

Dividida en 4 partes, cada una de ellas tiene un narrador distinto lo que dota de dinamismo y de diferentes perspectivas al texto. 
En la primera parte, la más extensa, es Ulises quien da voz a los que huyen y va explicando sus peripecias interpelando continuamente a su padre, uno de los personajes que le acompañan hacia el exilio con el que mantiene una tensa y ambivalente relación que pone de manifiesto una situación emocional conflictiva y pendiente de solucionarse. A medida que Ulises nos va contando su historia, iremos descubriendo su pasado y el entramado de acontecimientos y relaciones que hay entre los distintos protagonistas de la novela. En esta primera parte, la narración fluye de manera trepidante, mantiene una tensión que rara vez da tregua al lector. Lo que nos va contando es tan duro y tan brutal que sólo de vez en cuando, alguna pequeña licencia poética, algún destello lírico salpica el texto y nos concede una pequeña bocanada de alivio aunque a su vez, el uso tan delicado y metafórico del lenguaje también sirva para resaltar la crudeza de la trama.
En la segunda parte, el narrador será Tin, el niño acogido por Ulises y su grupo. La estructura narrativa cambia y se transforma en una especie de diario personal explicado de una forma y con un lenguaje adecuado en cierta medida al joven narrador. Es una segunda parte tremendamente dura porque la violencia, explicada por e infringida a los niños siempre resulta más cruel y más injusta.
En la tercera parte, del diario pasamos a una estructura epistolar. Leeremos las cartas de Isabella, el amor de Ulises a quien le escribe confesándole sus sentimientos mientras espera su regreso. El enfoque de esta tercera parte es muy subjetivo, personal e íntimo, un preludio a lo que será la cuarta parte, narrada por Elías, el padre de Ulises que, en apenas un par de páginas, con una emotiva sencillez, pondrá el broche final a una historia que no olvidaremos jamás.

"Kuebiko" es de esas lecturas que dejan huella, en mi caso, de los poquísimos libros que no he tenido más remedio que subrayar, (lo que no acostumbro a hacer nunca), casi impelida por una necesidad apremiante de no olvidar frases, fragmentos memorables a los que poder volver una y otra vez. Hay tantas escenas e imágenes que recordar, tantas reflexiones y pasajes que releer que necesitaba señalar, aun con un respetuoso y levísimo trazo de grafito negro, todo el dolor y la belleza que Miguel Ángel Carmona del Barco ha sabido plasmar en esta espléndida novela que ya ha pasado a formar parte de mi más íntimo y preciado bagaje lector. 


Fotografía de Boulevard literario     





miércoles, 4 de abril de 2018

"Días sin final", Sebastian Barry

"Bailamos, nos dimos palmadas en las espaldas unos a otros, contamos viejas historias. Los hombres escuchaban, todo oídos, hasta que estimaban que podían soltar una carcajada. Entonces no creíamos que el tiempo fuera un bien que tuviera fin, sino algo que duraba para siempre; todo se había detenido en ese momento. Es difícil explicar lo que quiero decir con eso. Echas la mirada atrás a todos esos años infinitos en que nunca tuviste ese pensamiento. Ahora lo hago mientras escribo estas palabras en Tennessee. Pienso en los días sin final de mi vida."


Leer "Días sin final" del irlandés Sebastian Barry, que acaba de publicar AdN Alianza de Novelas es viajar en el tiempo, no sólo a la década de 1850, que es cuando transcurre la acción de la novela, sino más cerca, a finales de 1960, principios de los 70, cuando las tardes del domingo transcurrían frente al televisor, fascinados por las películas de indios y vaqueros que, desde las más simplonas a los más grandes clásicos del western, congregaban a la familia entera después de comer. 

Despliegue de extras aullando con plumas y "tomahawks" enfrentándose a violentos vaqueros, cuatreros, colonos, caballos galopando y manadas de bisontes corriendo por extensas praderas, carromatos, chicas de "saloon", sheriff,  pistoleros...y el Norte enfrentado al Sur, los casacas azules, los rebeldes, las tribus masacradas y los negros perseguidos...El Lejano Oeste inundaba los salones de nuestras casas y por unas horas también nosotros tomábamos partido y sucumbíamos a la seducción del Gran Cañón del Colorado, las llanuras sin fin y los cielos anaranjados de las grandes películas, algunas de ellas, inolvidables, dirigidas por un norteamericano de ascendencia irlandesa, John Ford y protagonizadas por otro norteamericano, también de ascendencia irlandesa, John Wayne.

De Irlanda es también el autor de "Días sin final", Sebastian Barry y lo es también su protagonista, Thomas McNultry, un muchacho huérfano que apenas adolescente se ve obligado a buscarse la vida. Su compañero de fatigas será otro joven de su edad, John Cole, que se convertirá en su amigo inseparable, como lo fueron Tom Sawyer y Huckleberry Finn pero su relación seguirá otros derroteros. Vivirán, lucharán y trabajarán juntos, pero también se enamorarán y vivirán una larga e intensa historia de amor. 

Parece ser que Barry tenía en mente desde hacía muchos años, escribir una novela ambientada en el Oeste, en el periplo vital que vivió su propio abuelo y trasmitir de alguna manera sus experiencias y sentimientos desencadenados por la guerra. Cuando el hijo de Barry "salió del armario", el escritor incorporó el tema de la homosexualidad a su protagonista, creando un personaje atípico en una novela de este género que podría resultar chocante, pero Barry maneja la orientación sexual de Thomas y John Cole con tanta sutileza y naturalidad que se incorpora a la historia de una manera absolutamente creíble, dando a sus protagonistas una dimensión muy humana y una visión de su relación muy realista y conmovedora. 

A través de la lectura, igual que de niños nos sumergíamos en las películas de indios y vaqueros, aquí vivimos los horrores de las masacres indias, luchamos en la Guerra de Secesión y casi sentimos en carne propia las balas de los rifles, las flechas de los pieles rojas, el dolor de la guerra, el hambre, la sed en los inmensos paisajes azotados por el sol y castigados por las lluvias. Magníficas son las descripciones de Barry, imponentes paisajes y terroríficas escenas de lucha entre hombres peleando por la misma tierra. Literatura de dimensiones épicas narrada con una puesta en escena que fácilmente podría convertirse en material cinematográfico. No nos extrañaría que esta novela tuviera una adaptación al cine, el regreso de un género que ilustra una época de la historia de los Estados Unidos marcada por la guerra, el exterminio y la aniquilación de millones de seres humanos que vale la pena no olvidar y que "Días sin final" ha sabido plasmar en toda su grandeza y su crueldad. 




Fotografía de Boulevard literario