jueves, 21 de agosto de 2014

Las lágrimas de San Lorenzo

Hace tiempo, en una entrevista Julio Llamazares dijo: "Creo que el mundo se divide en dos tipos de personas, los que quieren pensar y los que no; por eso hay dos tipos de literatura: de evasión y reflexión. La función de mi literatura es conmover y por supuesto poder perdurar en la mente del lector. Leer un buen libro tiene que dar calambre."
Pues realmente, "Las lágrimas de San Lorenzo", publicada por la editorial Alfaguara, cumplen sobradamente el objetivo de su autor: conmueve, da que pensar y provoca un suave pero largo y molesto calambre.
El argumento gira en torno a un maduro profesor universitario que lleva a su hijo a la isla de Ibiza para enseñarle dónde vivió durante su juventud, y para que asista a la lluvia de estrellas durante la noche de San Lorenzo. Este escenario servirá para evocar escenas de la infancia, la juventud y la madurez del protagonista, acompañándolas de melancólicas y tristes reflexiones sobre el paso del tiempo, la brevedad de la vida, la pérdida de los que amamos, y el sentido de nuestra existencia.
Llamazares remueve nuestro interior porque verbaliza lo que muchos de nosotros, y muchos antes que nosotros y muchos de los que vendrán después, nos planteamos a lo largo de nuestra vida. La búsqueda de nuestra propia identidad, las relaciones que establecemos con la gente que amamos, las vueltas y vericuetos por los que a veces nos lleva inesperadamente la vida, la distancia entre generaciones que sólo llegamos a comprender cuando ocupamos la primera línea en la sucesión de nuestra genealogía, el amor incondicional por los hijos, la dura conciencia de llegar a entender, o al menos a vislumbrar, lo que somos en el cosmos, la búsqueda de respuestas, la esperanza en la eternidad...Reflexiones y pensamientos que quedan suspendidos en el aire como esas estrellas que vuelan por el firmamento y que en algún momento dejamos de ver, sin tener la certeza de su infinitud.
Bella novela para leer con calma, para pensar y para masajear con esperanza el molesto calambre que nos durará una vez acabada la lectura...



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